En defensa de Dayton Hedges (contra el libelo de Granma)
Elías Amor Bravo, economista
Ahora que en Cuba se habla día si y día no del embargo o bloqueo,
viene muy bien leer, aunque sea de pasada, uno de esos análisis
ahistóricos con los que el régimen comunista pretende mostrar a
Cuba antes de 1959 como un paraíso del expolio y la destrucción,
para acabar justificando las confiscaciones que dieron origen al
embargo.
Hoy
Granma dedica un artículo, ciertamente inescrupuloso y falto de
referencias históricas por definir de algún modo su contenido, a la
familia Hedges y sus vínculos con Batista, acusándoles de realizar
“fraudulentas operaciones financieras, como la venta de la Rayonera
de Matanzas, cuyo valor era de 9 millones de pesos y el gobierno
batistiano la compró vergonzosamente por la suma de 16 millones”.
Bueno, quizás no sea todo verdad, y en todo caso, ¿que hay de malo
en vender una empresa por un valor superior al de tasación? Vayamos
por partes.
La
historia de las expropiaciones del régimen castrista al comienzo de
la llamada “revolución” cayó con especial dureza sobre los
activos que estaban en manos de ciudadanos de EEUU, que realmente
eran cubanos, porque habían llevado toda su vida en la isla, se
habían casado y relacionado con cubanos, y formaban parte de aquella
nación que, por desgracia, hemos perdido para siempre.
Estos
ciudadanos de EEUU, pertenecientes a todos los sectores sociales, al
igual que españoles, italianos o chinos que llegaron a Cuba atraídos
por el desarrollo económico de la isla desde su independencia
colonial y a base de duro trabajo, con gran esfuerzo y ahorro crearon
empresas y negocios que generaron miles de puestos de trabajo y
riqueza para la nación. Eran cubanos.
Por
ello, que Granma dedique a la familia Hedges un artículo en el que
solo se atiende a la relación con Batista, y cómo se produjeron
nombramientos en el gobierno y diplomáticos para algunos miembros de
la familia, deja muchos aspectos que merecen especial consideración
y a los que nos vamos a dedicar en esta entrada del blog.
Granma
no dice, como se señala en el libro del gran historiador Hugh Thomas
“Cuba: la lucha por la libertad” de editorial Debate, que “un
ejemplo de las relaciones cubano norteamericanas era la familia
Hedges”. Y con un análisis mucho mejor documentado y profesional,
el historiador británico nos presenta a Dayton Hedges, el fundador
de la familia en Cuba, como un hijo de granjero de Nueva York y
pequeño contratista en Long Island antes de 1914, que decidió cinco
años más tarde establecerse en La Habana, atraído por la
prosperidad económica de la isla, mayor que en EEUU en aquellos
años.
Dayton
compró con los ahorros que trajo de EEUU negocios de electricidad en
la isla, y tuvo éxito por emprender con inteligencia y habilidad,
vendiéndolos a la Compañía eléctrica cubana en 1928. Dice Thomas
que “ con el capital obtenido en la operación compró una gran
hacienda ganadera y montó su famosa empresa textil”. Es decir, en
vez de convertirse en un rentista acomodado, Hedges hizo lo que
muchos en aquella Cuba de promisión, reinvertir en empresas que le
permitieran ganar más y de forma eficiente. Nada que cuestionar. Es
el móvil de la prosperidad de las naciones, lo que hizo que Cuba
alcanzara los niveles de desarrollo de aquellos años.
No
contento con esta iniciativa, invirtió en el cultivo del algodón,
con gran riesgo empresarial, porque este cultivo había sido
abandonado en la isla un siglo antes. También tuvo éxito, porque
pudo canalizar la materia prima hacia su industria y obtener
importantes “encadenamientos”; si, eso que Díaz-Canel quiere
conseguir actualmente y no es capaz de hacerlo. Cuba en aquellos años
maravillosos era un espacio ideal para encadenar. Que investiguen
para ver de qué dependía el milagro.
Como
consecuencia de su éxito, Hedges empezó a ser famoso y recibió
varias condecoraciones cubanas, como la Orden de Céspedes, y
promovió la creación de un torneo de golf que llevaba su nombre y
que se realizaba en las instalaciones del American and English Club.
Pero lo mejor de todo, lo que oculta Granma en su artículo lleno de
odio ideológico, imposible de entender tantos años después, es que
los trabajadores de sus empresas, agradecidos, costearon un busto de
mármol que se erigió en la fábrica textil. Lo mismo que hace el
castrismo con los empresarios que invierten en Cuba actualmente, con
los que está agradecido.
Lo
cierto es que en la década de los años 40, Hedges tenía tanto
dinero, de legítima obtención como cualquier empresario, que
decidió invertir en otra planta para la fabricación de rayón, en
Matanzas. Una fibra tecnológicamente avanzada, que venía a
demostrar que Cuba era un espacio ideal para el desarrollo de las
nuevas tecnologías en todos los sectores productivos. En vez de
convertirse en un acaudalado rentista, Hedges que ya entonces llevaba
en Cuba dos décadas y se sentía cubano, decidió invertir en
empresas para la prosperidad de la nación. Empresas bien
gestionadas, que en poco tiempo se convertían en negocios de alta
rentabilidad y se podían vender por un valor claramente superior al
de compra, que es lo que Granma no quiere entender y por eso lo
critica.
En
estos años, la familia Hedges aumentó, porque sus hijos, cubanos
norteamericanos, se casaron y fundaron sus propias familias. Uno de
ellos se casó con Elena Montalvo, otro fue dos veces presidente del
American Club y una hija se casó con un ingeniero cubano que
trabajaba en las empresas de Hedges, como en cualquier familia, lo
que les permitió estrechar lazos con Batista. Su popularidad
aumentó, y un pueblo cambió de nombre y pasó a llamarse Dayton
Hedges, y el empresario cubano norteamericano fundó una ciudad
modelo para sus trabajadores, en las que no se pagaba alquiler por
las viviendas, siguiendo las líneas de modernización social de la
constitución de 1940.
Dos
de sus hijos lo sucedieron en los cargos de presidente de la compañía
de rayón y la compañía de textil, estrechando lazos de cooperación
para avanzar sobre bases sólidas.
Cuando
falleció en 1957, Batista asistió a su entierro, al igual que la
mayor parte del gobierno y de los embajadores de Gran Bretaña y de
EEUU con los que mantenía excelentes relaciones que fueron muy
beneficiosas para Cuba. Los hijos de Dayton, cubanos de nacimiento,
habían estudiado en colegios de EEUU, e incluso uno de ellos era
marine del ejército, pero tenía su vida y sus raíces en la isla.
Otra
verdad que omite Granma en su libelo es que el busto de Hedges, al
triunfo de la llamada revolución comunista, fue brutalmente
arrancado de su pedestal para su destrucción, como explica Heriberto
González en un testimonio titulado “Mr Dayton Hedges: el
industrial” publicado en 1978 en “Unidad, órgano oficial del
municipio de Bauta en el exilio”. Y prosigue el autor diciendo
respecto de aquellos sucesos terribles “pero el busto desapareció
un buen día sin dejar rastro. Durante algún tiempo no se conocía
su paradero y se trasladaba ocultamente a distintos lugares hasta que
al fin dieron con él los sicarios comunistas y lo destruyeon para
aprovechar su componente de metal”
Y
concluye diciendo “el acto de arrancar el busto no fue un acto de
venganza ni de rebeldía obrera, fue estudiado, planeado y ejecutado
por los jerarcas de la nueva clase, a la que por miedo, cobardía y
pequeñez moral, se prestaron algunos que aplaudieron, gritaron y
asistieron sin entusiasmo ni espontaneidad”. El resto de los
hechos son realmente lamentables y mejor olvidarlos. Tan solo quiero
citar, porque estoy de acuerdo con González “que en un día no muy
lejano, un nuevo busto de Mr Hedges se levantará en los terrenos de
Cayo la Rosa, como prueba de cariño y respeto al hombre que por su
inteligencia, tesón y desinterés construyó aquellas industrias que
dieron empleo y riqueza a muchos. Nada que ver con la miseria y la
improductividad creada por el régimen comunista.
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