Hablando de sostenibilidad con el ministro de economía, Gil
Elías Amor Bravo, economista
¿Es que no sabe lo que significa desarrollo
sostenible? Al ministro de economía Gil le ha fallado el amanuense de discursos
durante la presentación de la campaña de comunicación “Cuba con paso 2030”,
destinada a promover la comprensión y visibilidad de la implementación de la
Agenda 2030 en la nación y su articulación con el Plan nacional de desarrollo
económico y social hasta el 2030.
El acto contó con una nutrida representación de dirigentes
de organismos y entidades “que constituyen pilares importantes en el desarrollo
y articulación del referido plan”, entre ellos los viceministros primeros de
Economía y Planificación, Relaciones Exteriores, y Comercio Exterior y la
Inversión Extranjera, respectivamente.
También participaron Ana María Pantoja, jefa de la
Oficina Nacional de Estadística e Información, y Consuelo Vidal, coordinadora
residente del sistema de Naciones Unidas en Cuba, encargada en el país de la
implementación de la Agenda 2030.
Ante esta audiencia cualificada, el ministro dijo “que
el país adopta dicha agenda de Naciones Unidas como un compromiso de estado y
una prioridad para el país, con una alta responsabilidad hacia el desarrollo
sostenible de todas las naciones y cooperando activamente con otros estados al
ofrecer su ayuda solidaria”. Todo muy institucional y correcto, pero en la
calle no había otra cosa que gente sencilla protestando contra la policía por
decomisar la poca mercancía de alimentos transportada por un carretillero. Eso es poco sostenible.
También el ministro dijo que “Cuba va por un desarrollo
sostenible e inclusivo” tanto en el discurso como en conferencia de prensa
posterior, y aseguró que “hay una perfecta complementariedad entre los
objetivos de desarrollo sostenible y los ejes estratégicos identificados en el
Plan nacional de desarrollo 2030”.
Vayamos por partes. Desarrollo sostenible es un
concepto que ya tiene años. Fue lanzado en el informe Brundtland de 1987 así
que lleva entre nosotros 34 años. Es conocido. Se basa en satisfacer las
necesidades del presente sin comprometer las capacidades de las generaciones
futuras, garantizando un equilibrio entre crecimiento económico, cuidado del
medio ambiente y bienestar social.
Precisamente, porque se trata de un objetivo global
que compromete a todos los países, Naciones Unidas aprobó una hoja de ruta para
lograrlo, la Agenda 2030, que contiene los objetivos de desarrollo
sostenible, ODS, convertidos en un conjunto de metas comunes para proteger el
planeta y garantizar el bienestar de todas las personas. Se entiende que estas
metas comunes necesitan la implicación activa de las personas, las empresas,
las administraciones y los países de todo el mundo.
Por lo expuesto, interesa saber de qué modo Cuba, su
régimen político, puede comprometerse con la implementación de la Agenda y sus
objetivos. El ministro lo explicó señalando que existe un grupo nacional creado
por la Resolución 111/2020 dirigido por su departamento y cuenta, además, con
la participación de los Ministerios de Comercio Exterior y la Inversión
Extranjera, Relaciones Exteriores y la Oficina Nacional de Estadística e
Información. Si, todo muy institucional y correcto, pero en las ciudades los
edificios se caen a pedazos, y no hay financiación para construir el millón de
viviendas que hacen falta para atender la demanda. Todos los recursos se dedican
a construir más y más hoteles, en zonas donde posiblemente, se debería cuidar
más el medio natural. Sin duda, todo ello muy sostenible.
Y finalmente, el ministro apuntó que “entre el 15 y
el 18 de marzo, Cuba participará en la cuarta Reunión del Foro de los Países de
América Latina y el Caribe sobre Desarrollo Sostenible de la Cepal; y en julio
presentará, por primera vez, el Informe Nacional Voluntario sobre la
implementación de la Agenda 2030 al Foro Político de Alto Nivel sobre
Desarrollo Sostenible”.
Y aquí viene la pregunta que todos se plantean. ¿Qué
tiene Cuba que decir en materia de desarrollo sostenible? No cabe duda de que,
al régimen comunista le encanta cotizar alto en los indicadores de Naciones
Unidas de desarrollo social, que normalmente ubican a la Isla muy por encima de
otros países que tienen un PIB per cápita más elevado y, disfrutan de mayores
niveles de prosperidad.
Pero salvando esas comparaciones, de poco rigor para
el análisis económico, decir que Cuba apuesta por el desarrollo sostenible es
un insulto a la inteligencia y una falta de respeto al pueblo cubano, víctima
de un modelo económico impuesto por una élite política que niega cualquiera
reforma o cambio. Al final, siempre está el bloqueo para echar las culpas de
todos los males, pero de ahí a reivindicar el argumento del desarrollo
sostenible hay un gran trecho. A lo mejor el ministro cree que con indicar en
el Plan Nacional 2030 que el bloqueo ilegal impuesto por Estados Unidos es el
peor freno para avanzar en los compromisos económicos y sociales, ya está
hablando de sostenibilidad. Y mientras tanto, los cubanos gastan lo que no
tienen en derivados de petróleo porque la producción de energía renovable ni
está ni se espera. Todo muy sostenible.
Tampoco son realistas las metas del
susodicho Plan nacional de desarrollo económico y social 2030, o de la Estrategia
económica social, o el actual ordenamiento monetario, así como las medidas de perfección
del trabajo por cuenta propia y otras figuras de gestión no estatal, y eso que llaman fortalecimiento de la empresa estatal socialista. Ninguna política económica
del régimen tiene rasgos de sostenibilidad, sino de salir adelante como sea,
ganar tiempo y llegar a un próximo congreso comunista con los deberes hechos,
sin más intención que cumplir lo ordenado, al precio que sea.
Y así, de un lado a otro del péndulo, el ministro Gil
defiende la sostenibilidad del modelo llevando a la práctica ideas innovadoras,
siempre que el modelo económico y social se mantenga incólume. Más reaccionario
no se puede ser, dentro de la revolución, todo. Fuera, nada. Muy sostenible. Últimamente con especial importancia al desarrollo local, que
tampoco tiene nada de sostenible porque compromete y malgasta recursos que no garantizan la
satisfacción de necesidades.
Si realmente el ministro quiere mejorar las
condiciones de vida de los cubanos, sin comprometer las capacidades futuras, no
tiene más que olvidar cuanto antes su programa nacional de desarrollo económico y social
2030 y de la Agenda 2030. Ninguno de los dos está adaptado a la realidad cubana, donde la
prioridad de la gente es sobrevivir en las peores condiciones. Trabajar en exceso
para alcanzar las metas de estos programas, no hace más que dilatar en el
tiempo las soluciones necesarias y las medidas estructurales más adecuadas para
transformar la economía.
Si realmente el ministro quiere que la prosperidad
llegue a todos los cubanos, sin dejar a nadie al margen, lo primero que se
tiene que hacer es generar esa prosperidad. Más crecimiento económico, más
rentas para distribuir. En caso contrario, todo serán aspiraciones, eso sí, muy
encomiables de lograr un mundo más equitativo, inclusivo y sostenible que nunca
llegará a los cubanos. Así llevan 62 años confiando en un futuro mejor que
nunca llega, porque el “hombre nuevo” del Che se perdió por el camino en algún
momento.
Para colmo, el ministro dice que se tienen que multiplicar las alianzas entre los diferentes actores (entre el gobierno central y los gobiernos locales, entre las instituciones y los ciudadanos, entre el sector estatal y el no estatal) para integrar el potencial que pueda contribuir a conseguir las metas y objetivos propuestos, pero llega una crisis económica, y todos los recursos se dirigen a sostener el aparato económico estatal, en tanto que al sector privado se le culpa de todos los males, y se le acosa con multas y sanciones, y todo tipo de maldades. Así no hay cooperación ni mucho menos sostenibilidad. La economía cubana no está para juegos.
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