Los "retos" del turismo para Marrero: volver a empezar
Elías Amor Bravo, economista
Según datos del régimen,
el turismo ha alcanzado 73.000 trabajadores, de los cuáles más de 5.000 se
encuentran ocupados en el sector privado, y las amenazas que se ciernen sobre
el mismo vienen de fuera. Sin embargo, en realidad arrancan de un escenario, el año 2019, en que
antes de la pandemia, las cifras de viajeros e ingresos empezaron a disminuir,
alejándose de aquel objetivo “político” de 5 millones que nunca se alcanzó.
Los problemas de calidad
y de congestión, unidos a la pésima articulación del sector con la economía nacional
y la deficiente política turística de gobierno, estaban detrás de la crisis latente
del turismo cubano que arreció con la pandemia. Mientras que otros resorts del Caribe
han tenido éxito en su capacidad para atraer negocio turístico, Cuba se ha
hundido en sus resultados, con la escasez de vuelos y el temor al descontrol de los brotes de COVID-19
en la Isla.
Pero optimismo, que no
falte. Marrero se ha reunido con directivos del Ministerio del Turismo para
evaluar las proyecciones del sector en el año actual y lo hecho en 2020. Y allí
se dijeron cosas que, sacadas de contexto, hablan de un optimismo injustificado
que raya en la irresponsabilidad. Solo así se puede entender que se diga que “el
turismo cubano nunca podrá estar en cuarenta” o que “el turismo cubano continuará
siendo la locomotora de la economía”. En tales condiciones, el optimismo de
Marrero resulta imprudente, salvo que quiera convencer a alguien de lo que no
es.
La primera, parece que
tiene que ver con la dedicación del personal sin trabajo en el turismo a otras
actividades, como la sanidad en hospitales o centros de aislamiento. La segunda,
realmente nunca ha sido cierta, porque el turismo en Cuba no tiene poder de
tracción sobre el conjunto de la economía, ya que representa solo un 1,6% del empleo
total frente al 11% por ejemplo, en España o Italia. Lo que si es fundamental
del turismo es su aportación de divisas al estado, alrededor de 2.000 millones
de dólares de ingresos que no llegan desde marzo de 2020, y eso, aunque Marrero
no lo quiera reconocer, es un gran problema.
Su deseo, expresado en
la reunión, es que “el turismo cubano continuará siendo una locomotora de
nuestra economía para generar los ingresos que contribuyan a incrementar el
bienestar de nuestro pueblo”, tal vez habría que decir, incrementar las arcas
del consorcio empresarial vinculado al ejército y la seguridad del estado. Aquí
es donde reside el problema, que tanta espera por el dinero, puede llegar a
poner nervioso a más de uno. Hay en todo el discurso de Marrero un mensaje que parece repetirse en varias ocasiones: "hay que empezar de nuevo", "hay que volver a empezar" con el turismo.
La sesión nos deparó algunos momentos inolvidables, como la sorpresa
entre los asistentes cuando Marrero soltó el término “descomercialización de
las instalaciones hoteleras”, según él, lo que define el “proceso mundial que
condujo a una caída sobre el 74% de los viajes”. Bueno, más que una
descomercialización, que no se encuentra como vocablo en el diccionario de la
Real Academia de la lengua española, en realidad lo que se ha producido es una
contracción de la demanda turística internacional, tanto de los viajes como de
los ingresos, y este proceso afecta a todo el mundo, los grandes y los
pequeños. Las instalaciones hoteleras siguen estando ahí, lo que falla es el
turista, la demanda. Lo primero, entender de qué se habla.
Y aunque Marrero se
empeñe, no es un caso excepcional que en Cuba se hayan realizado acciones de
mantenimiento en unas 42.000 habitaciones para mejorar la infraestructura. Lo
que realmente sorprende en el caso cubano, es que se continúen construyendo
hoteles en diversos puntos del territorio, con la escasez de recursos
financieros que tiene el país, mientras que las principales cadenas han cerrado
la explotación de determinadas instalaciones por falta de actividad.
También se habló en la reunión
de los planes del gobierno comunista con relación al turismo, y que, mientras
continúe el descenso de actividad en el sector, se pretende implementar la
denominada Estrategia económica social para el turismo que contiene un total de
38 medidas de las que en 2020 se realizaron 32, proseguir con la Tarea
Ordenamiento (que no ha tenido impacto en el turismo, como en otros sectores de
la economía) y el fortalecimiento de la empresa estatal socialista (lo que
supone olvidarse y dejar abandonados a los pequeños negocios privados
vinculados al turismo que han sido los más golpeados por la disminución del
número de viajeros).
También se anunciaron acciones
en los mercados prioritarios (sin citar cuáles), potenciar el ingreso de
divisas (la eterna obsesión), y acciones para conservar la fuerza laboral
calificada en el sector y evitar que se traslade a otras actividades. Al mismo
tiempo, se pretende continuar con los trabajos en las “habitaciones fuera de
orden” (el pasado año más de 7.000 se recuperaron). También se anunció un plan
para la digitalización del sector, con la generalización del uso de internet en
las áreas hoteleras y la red extrahotelera, de las cuales más del 70% usa ya
banda ancha; y el despliegue de la wifi está a punto de ser general en los
hoteles de 4 y 5 estrellas.
La reunión abordó las
actuaciones relacionadas con la COVID-19 en particular la certificación de las
instalaciones con la condición de turismo más higiénico y seguro, entendiendo
que puede ser una fortaleza para el sector, como ha ocurrido en otros destinos
del Caribe. También se habló de elaborar un recetario genuinamente cubano, e
incluso de propuestas asombrosas como “el cultivo en áreas aledañas a los
hoteles de hortalizas y otros productos para el servicio a los clientes y en
los comedores obreros”. La capacitación del personal, que no ha ocurrido entre
los trabajadores por cuenta propia, sin explicar las razones. Se aludió a los
eternos problemas de marketing del turismo, que sigue siendo la asignatura pendiente
y de manera especial el lema “Cuba: tu destino seguro”, que no ha dado los resultados
previstos.
Hubo tiempo para
analizar el mercado interno, que tuvo un comportamiento más dinámico, gracias a
las acciones de marketing y las pasarelas de pago, y se habló de aprovechar
fechas como Día de las Madres, el de los Padres, y hechos relevantes como los
15 años de edad y las lunas de miel, para la promoción. En este punto, se
abordó el campismo popular, que requiere trabajos de mantenimiento y mejora de
las instalaciones, incluyendo la puesta en orden de unas 570 habitaciones
y cabañas, más de la mitad en Mayabeque. Ante una situación económica difícil y
compleja, no parece que estas evidencias de consumo interno vayan a tener un
impacto destacado en el sector.
En sus conclusiones, Marrero volvió a insistir en la idea de "volver a empezar". Y así, explicó que hay que hacer frente a un “drástico cambio que se ha producido por la COVID-19 en la forma de hacer turismo”. En su opinión, la gente quiere viajar igual o más que antes, “pero las cosas nunca más serán como fueron”. E insistió que los destinos más exitosos serán los que sepan aprovechar este tiempo de parálisis para innovar, para hacer las cosas diferentes.
Volvió a decir que “Cuba tiene todas las potencialidades y
fortalezas necesarias para lograr los cambios que se requieren, ya que se percibe
a nivel mundial como destino de sol y playa, pero la fuerza de la cultura y la naturaleza,
lo hace diferente”. Y en este punto, reconoció que “no se han sabido aprovechar
(las fortalezas) completamente, de modo que se hace necesario en este momento rediseñar
todos los productos turísticos”. Imaginemos lo que esto puede suponer.
Señaló que es intención del gobierno “cambiar los métodos tradicionales de comercialización, usando internet y dentro de ella en las redes sociales, con la participación de todos los trabajadores del turismo, cada uno debe sentir como una necesidad interactuar con los públicos”. Finalizó con un alegato a la calidad “es lo que va a definir todo en el turismo” señalando al respecto que “la falta de calidad debe ser penalizada, y lo primero es una sonrisa, el trato afable, la cultura del detalle, la limpieza, la pulcritud y la profesionalidad en lo que hacemos” ¿No lo están haciendo desde 1990? ¿es que van a volver a empezar? ¡Y las tres décadas vividas para qué sirven?
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