Cuba: verano de 2022, ¿plastilina o vacuna contra el COVID-10?

Elias Amor Bravo economista

Granma quiere dejar atrás este mes de julio, de acumulación de anomalías para el régimen, con algunas noticias que pretenden significar un regreso a la normalidad. No tanto a justificar ese 10,9% de crecimiento del PIB que dijo Gil que se produjo en la economía, sino para que la gente respire y pueda recuperar algo de calma después de tantos apagones, falta de comida, inseguridad por el futuro y pérdida absoluta de la confianza en los dirigentes.

La primera noticia es que se vuelve a la producción de plastilina para círculos infantiles cubanos, con la fabricación de unos 200.000 juegos de plastilina de colores destinados a los círculos infantiles de todo el país.  La Empresa de Producción de Medios de Enseñanza (EMEG), tras un período de dificultades ha asumido la entrega al Ministerio de Educación (Mined) de este material educativo.

Este retorno a la normalidad ha sido posible “tras estabilizarse parte del proceso productivo con la entrada de materias primas de importación (cuya disponibilidad estuvo afectada durante la etapa de enfrentamiento a la COVID-19 en Cuba)”. Al parecer, la plastilina cubana fabricada por la EMEG depende de unas materias primas que solo se pueden conseguir fuera del país lo que incide en su calidad final. Desde 1989 la empresa fabrica un producto de calidad y de mayor duración que otras plastilinas importadas, pero depende de esas materias primas que, al parecer, nadie ha dispuesto que se fabriquen en Cuba.

Una plastilina, la nacional, que por las vicisitudes del momento, solo se desina a los compromisos con el ministerio de educación. Si un niño quisiera jugar en su casa con esta plastilina no lo puede hacer, ya que el régimen decidió que no se pudiera comprar en las tiendas.  De ese modo, las autoridades limitan las posibilidades de crecimiento de esta empresa estatal que si pudiera producir más lo haría a costes unitarios más bajos, sería más competitiva, atendería demandas no satisfechas y quién sabe si no podría exportar sus excedentes a otros países de la zona. Si la  plastilina es tan buena, nadie duda de su calidad, por qué no venderla a niños de República Dominicana o Costa Rica. Qué más da, a quién le importa todo esto en Cuba.

Y lo mismo que la plastilina de colores, Granma anuncia a bombo y platillo que el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) ya tiene listo el candidato vacunal cubano contra la variante Ómicron del SARS-COV-2. Ahora parece que sí aunque cierta sensación de deja vu se tiene al leer esta noticia por enésima vez.

Y como suele ocurrir en estos casos, la información la dio la miembro del Buró Político del Comité Central del Partido y directora general del CIGB, doctora Martha Ayala Ávila, durante un encuentro técnico con las máximas autoridades del Grupo Empresarial BioCubaFarma. El partido siempre detrás de este tipo de cosas, incluso con la producción de plastilina.

Al parecer, también se dijo que continuarán con las evaluaciones preclínicas y toxocológicas en modelos de animales, para después pasar a la fase de estudios clínicos, de conjunto con el Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos (Cecmed) y el Ministerio de Salud Pública (Minsap). O sea, que dentro de unos meses volveremos a tener lista la vacuna. Como se nota que la señora Ayala no responde a un consejo de administración, generalmente poco dado a estas noticias de fuegos artificiales, sino que solo están interesados en hechos ciertos.

El mundo dio una lección magistral en 2020 cuando estalló la pandemia y los grandes fabricantes de medicinas a nivel mundial iniciaron una carrera por identificar las vacunas para frenar la enfermedad. Y lo hicieron, cada país a su ritmo y en función de sus necesidades. Hubo hasta cooperación internacional de sobra para luchar contra el COVID-19. El régimen comunista cubano tomó su propia decisión de avanzar sus candidatos vacunales y aquí estamos. Con el nuevo candidato vacunal basado en la secuencia del RBD, o sea el dominio de unión al receptor de las células humanas, a través del cual penetra este tipo de coronavirus, lo que ya a nivel internacional ha tenido un amplio desarrollo y aplicación práctica en los millones de personas vacunados con la segunda y tercera dosis.

En Cuba ahora evalúan la inmunogenicidad en modelos animales, para comprobar si en estos tiene la capacidad de inducir una alta inmugenicidad. De ahí a estar en condiciones de abordar el desarrollo de este candidato vacunal, para decidir cuándo utilizarlo en la población falta un trecho, y tal vez, largo. Se dijo que el CIGB cuenta con la capacidad de producir en sus plantas este candidato vacunal, encadenarse con Laboratorios AICA, realizar los estudios clínicos en coordinación con el Minsap, siempre con el visto bueno de la autoridad regulatoria cubana, lo que puede significar que el régimen esté estudiando la posibilidad de comercializar la vacuna en el exterior por medio de más exportaciones. Para ello necesitará algún tipo de homologación de la OMS que, conviene recordar, sigue sin llegar para las primeras vacunas aplicadas a la población en Cuba.

Que se pongan a ello en este momento y que Granma convierta en un gran anuncio algo que es humo que se lo lleva el viento, tiene mucho que ver, lo mismo que la plastilina, con esa sensación de fase terminal que el régimen quiere contrarrestar como sea en este cálido y tórrido verano para millones de cubanos. La distancia de la población con los dirigentes se abre cada vez más, y este tipo de noticias no hace otra cosa que aumentar la brecha. Y es que hay poco que celebrar para que Raúl Castro gane tiempo y en esos 91 años que tiene no tenga que ver como se viene abajo el mamotreto construido por su hermano y el mismo. El final esta cerca, aunque sea fabricando plastilina. Granma ya no sabe qué decir.

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