De los hoteles a los ingenios: ¿Quién va a invertir en el azúcar cubano?

Elías Amor Bravo economista

Hace algunos años, un empresario hotelero español, de los primeros que acudieron a Cuba cuando Fidel Castro autorizó al capital extranjero a entrar en este sector, muy en contra de sus deseos, me refería su experiencia.

Según él, los primeros hoteles de La Habana que se adjudicaron para su explotación a algunas empresas españolas participantes en aquel proceso, eran un auténtico drama. Tras décadas de abandono, falta de atención y de inversiones, plantillas abultadas en las que trabajaban miles de personas, sin experiencia alguna, ausencia de procesos organizativos básicos, etc, los primeros hoteles en gestión tuvieron que ser objeto de saneamiento, con despidos de personal, realización urgente de inversiones, en definitiva, recorrer en el menor tiempo posible el atraso desde 1959. 

Los gestores hoteleros recién llegados se sorprendieron del porte de los edificios, de su localización en el centro de la capital, de su construcción con materiales nobles, en suma, de aquello que había hecho que Cuba empezara a despuntar como potencia turística antes de 1959. Pero el abandono del castrismo había hecho su mella en aquellos establecimientos con los que Castro pretendía obtener ingresos cuanto antes, dadas las urgencias del llamado “período especial”. Y hubo que hacer ajustes, en muchos casos duros y complicados, pero el régimen les dio todo el apoyo y nadie dijo ni mu.

Hoy nos encontramos a más de 30 años de aquellos procesos y de nuevo, el castrismo anuncia la apertura a la inversión extranjera de otro sector relevante de la economía cubana, el azúcar, que antes de 1959 era líder de ingresos, exportaciones y empleo, pero que, tras 63 años de desidia, sus cifras no llegan ni a los niveles de los tiempos coloniales.

Al parecer, pretenden seguir el mismo modelo que con el turismo, los dirigentes comunistas cubanos quieren atrapar inversión extranjera para lograr lo que denominan “la modernización de centrales azucareros” y “recuperar una industria esencial para la economía cubana”. En el fondo lo que quieren es cash, dinero fresco en divisas para sostener el aparato estatal que se viene abajo por la falta de turistas.

¿Lo lograrán? ¿Es adecuado el modelo del turismo hotelero con los españoles para el azúcar? ¿Qué se puede esperar de este tipo de decisiones a la desesperada del régimen?

Vayamos por partes. Los principales productores de azúcar del mundo, según las estadísticas de la organización internacional del azúcar, son por orden, Brasil, India, China y Tailandia. Para encontrar un país avanzado en este ranking hay que descender a los puestos 9º y 10º donde se encuentran Australia y Estados Unidos. El caso de China es sintomático, a pesar de ser el tercer productor, necesita aprovisionarse a nivel mundial para atender sus necesidades internas. Brasil es una gran potencia mundial que concentra casi el 35% de la producción, y abastece fundamentalmente hacia los países occidentales. India hace lo propio hacia el este asiático.

No se vislumbra, a simple vista, en este escenario, al igual que ocurrió en el caso de los hoteles, a socios dispuestos a dejarse su dinero en un negocio difícil de acometer en este momento, por los enormes sacrificios que se tendrán que realizar. La irrupción de Cuba en el mercado mundial azucarero puede trastocar los equilibrios logrados en el mismo, de ahí que los principales productores tengan escaso o nulo interés en su llegada como potencia productora, al margen del mercado. Mejor dejar las cosas como están.

De modo que, a pesar de este escenario, sin duda poco atractivo para invertir en el azúcar de Cuba, los dirigentes del régimen han decidido que 9 de los 25 proyectos de la cartera de oportunidades para la inversión extranjera del Grupo Empresarial Azucarero en 2021-2022 tengan como objetivo esa supuesta modernización de los centrales azucareros de la Isla, según dicen “a fin de revertir el deterioro medio-alto que presentan los 56 ingenios de la agroindustria en esta rama”.

Al parecer, según dice Granma, se han dado prisa, y han encontrado interlocutores "dispuestos a negociar tres proyectos: uno en el central Ciudad Caracas, de Cienfuegos, con una empresa venezolana; otro en el central Uruguay, de Sancti Spíritus, y uno más en el Jesús Rabí, de Matanzas, los dos últimos con empresas rusas". Venezuela es el 33º país productor mundial de azúcar, Rusia ni aparece entre los productores de azúcar mundial. 

Como ocurre casi siempre con este tipo de informaciones, mejor es dar tiempo. Los dirigentes comunistas cubanos consideran un éxito que algunos de estos proyectos se vayan a desarrollar en el campo de la biotecnología mientras que otros 19 irán dirigidos al desarrollo del sector azucarero y los derivados. Incluso, dentro de este último grupo afirman que hay proyectos de negocios encaminados a la producción de azúcar orgánica, de Sorbitol Ifos y de ron, así como a la instalación de una fábrica de calderas.

Y ahora llegan las rebajas. La inversión extranjera en el azúcar cubano tiene poco o nada que ver con el modelo del turismo. No es lo mismo comprar alimentos para servir menús, sábanas, productos de limpieza o contratar trabajadores para que sirvan cócteles y limpien habitaciones, que incorporar insumos y personal cualificado a la producción integral azucarera, desde los campos de caña hasta la salida final de los ingenios. 

No es comparable el proceso de producción, y desde luego, la incorporación de know how y expertise tiene muy poco que ver entre ambas actividades. El inversor hotelero, que más bien es un gestor, opera en condiciones de absoluta provisionalidad porque sabe que el establecimiento nunca será suyo y aun cuando no tenga la “acción de oro” en la toma de decisiones, su negocio de explotación irá bien en la medida que vengan turistas todos los años.

La caña y el azúcar es cosa bien distinta y si no, que alguien lea a los comunistas la obra El ingenio de Moreno Fraginals. 

Primero, hay que sembrar la caña y esto no se hace en la nada, ni a tontas ni a locas, sino que hace falta tierra en abundancia para alcanzar la escala técnica y operar con los costes medios unitarios más bajos como hacían nuestros antepasados antes de 1959. La tierra, un activo que nadie va a explotar y mejorar si no es suyo, o al menos, tiene una opción de compra para hacerse con la titularidad seguirá estando en manos del estado comunista y ociosa. 

Con el azúcar pasa lo mismo. Tampoco resultará fácil poner al día los viejos ingenios abandonados a su suerte por Fidel Castro a comienzos de este siglo cuando decidió unilateralmente que Cuba dejaría de ser un productor mundial de azúcar. Las inversiones a realizar son superiores al beneficio esperado debidamente descontado. Además, el régimen comunista tampoco vende los ingenios a los propietarios privados, al menos en el modelo actual que rige el país. Demasiados costes se tienen que asumir para unos beneficios que nunca serán del 100% y que se tendrán que compartir con un socio molesto e injerencista, el estado comunista.

Viendo todo esto, ¿Quién va a invertir en el azúcar cuhano?

 

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