El fracaso de la inversión extranjera, una vez más

Elías Amor Bravo, economista

El atraso que venimos denunciando en este blog, en la gestión de los proyectos de inversión extranjera en Cuba, ya es una realidad reconocida oficialmente por el régimen comunista. El diario Granma dedicó a ello un extenso reportaje el pasado día 28. Los dirigentes burocráticos del partido y del régimen se encuentran en la encrucijada de que necesitan de las inversiones para hacer frente a los graves problemas de solvencia de la economía, pero al mismo tiempo, aparece toda una serie de frenos, barreras y dilaciones que frenan el desarrollo de las inversiones. Nadie lo entiende.
Y a la hora de ofrecer explicaciones, va y declaran que “llaman la atención en torno a las deudas de creatividad y agilidad que circundan los proyectos: algunos por identificar, otros dormidos en la cartera de oportunidades y unos pocos (al menos no tantos como necesitamos) en dilatados trámites negociadores”.
¿Deudas de creatividad y agilidad?
Este es el argumento de Rodrigo Malmierca, ministro del Comercio Exterior y la Inversión Extranjera (Mincex), encargado de ofrecer una serie de datos en el consejo de ministros, que no han trascendido a la opinión pública. Se mantienen bajo riguroso secreto.
Este tipo de prácticas oscurantistas no son recomendables para abordar el capital extranjero, que precisamente exige transparencia e información de rigor para fijar sus prioridades. En Cuba, todo esto va a cuentagotas, y de ahí, al menos, se producen consecuencias de agilidad.
Ahora nos dicen que en 2017 la inversión extranjera “mostró un comportamiento favorable”,  para añadir que “los niveles alcanzados aún no satisfacen los requerimientos del desarrollo”. Más oscuridad e indefinición, lo que insisto, no beneficia al proceso inversor, que tiene su referencia fundamental en la confianza y la transparencia.
Granma dice que la última edición de Cubaindustria 2018, “enfocó su tercera edición a consolidar los nexos ya existentes con importantes socios comerciales como Rusia y China, así como al establecimiento de nuevos vínculos que permitan diversificar y concretar los negocios en el corto plazo”, sin concretar operaciones ni proyectos. En todo caso, parece que en el Foro de Inversiones que se celebró durante el certamen, con la asistencia de empresas extranjeras, no quedó clara la idea de presentar a Cuba, en las condiciones actuales, como “plaza de inversión”, sin que las supuestas “potencialidades de la industria nacional” hayan atraído la atención de los inversores extranjeros.
Se han preguntado los dirigentes comunistas si el capital extranjero, que se mueve a nivel global por las expectativas de beneficio, puede tener a Cuba como referencia para el sector industrial. Es posible, y no me cabe la menor duda que la industria “constituya un pilar básico para el desarrollo del país”, pero de ahí que el inversor extranjero piense lo mismo, hay un largo trecho. Los resultados son evidentes en las actividades que el régimen castrista desea priorizar en su cartera de oportunidades, a saber, industria ligera, sideromecánica, química y electrónica.
La idea de los dirigentes es “promover proyectos de inversión para modernizar y crear nuevas capacidades con el objetivo de cubrir la demanda nacional, sustituir importaciones y generar exportaciones”. Una vez más, la distancia entre lo que desean las autoridades y lo que busca el capital extranjero, se me antoja infinita y además, con sendas divergentes que hacen muy difícil, por no decir imposible, un punto de convergencia.
Ese afán directivo, planificador y controlador del estado castrista es ajeno a lo que busca la inversión extranjera global. Por muy encomiables que sean los objetivos de “favorecer los imprescindibles encadenamientos productivos con el turismo y la producción agroalimentaria, potenciar la transferencia de tecnologías, incluyendo técnicas gerenciales, el desarrollo de infraestructuras, la generación de energía a partir de fuentes renovables y, sobre todo, el cumplimiento de las políticas aprobadas en el sector” que tienen los dirigentes castristas, lo que tienen que hacer es comprender lo que exige la inversión extranjera global.
¿Sugerencias?
Primero que todo, olvidarse de la fallida “Cartera de Oportunidades de Inversión Extranjera cubana”. Este documento coercitivo, dirigista y controlador no tiene el menor interés para los empresarios extranjeros, que son capaces por su intuición, información y experiencia, de acertar con mayor éxito que los burócratas comunistas, en aquello que desean colocar su dinero. Por impresiones de algunos empresarios, la “Cartera” lejos de atraer interés, provoca rechazo. Piénsenlo.
Segundo, asumir que la ZEDM no ha recibido el apoyo deseado, y que camina, igualmente, por la senda de las inversiones faraónicas que no tienen futuro y que acaban siendo un quebranto. Odebrecht ha dejado a medio gas la operación, y la llegada de petróleo de Venezuela, también. Aun hay tiempo para reflexionar sobre lo que se ha hecho, y lo que está a la espera, que en modo alguno justifica ni la concentración de recursos ni la propaganda que el régimen ha realizado a nivel internacional. La ZEDM es un fracaso.
Tercero, culpar a los grupos negociadores de la concreción de proyectos es un doble sinsentido, porque la responsable del ramo, Ana Iris Cabrera, sabe que para “fortalecer la labor de los grupos negociadores, capacitarlos, no solo teóricamente, sino que lo aprendido sirva como herramienta a la hora de los intercambios”, es necesario crear un marco completamente distinto al que existe en la economía planificada centralmente y sin derechos de propiedad de Cuba. Si en vez de que los negociadores fueran los directivos empresariales estatales, se permitiera a los cuenta propistas negociar con el capital extranjero la inversión, ya verían cómo los resultados serían muy diferentes. La autonomía de decisión es fundamental. La responsabilidad, también.
Es interesante destacar que el Mindus patrocina actualmente, “de acuerdo con Ana Iris Cabrera, 20 proyectos con inversión foránea, ya sea en la ZEDM o fuera de ella”, y estos proyectos se refieren a las “modalidades de empresa mixta, contrato de administración productiva y asociación económica internacional”. Es evidente que los trabajadores por cuenta propia, ese medio millón de valientes que están sacando las castañas del fuego en la economía cubana, quedan al margen de las inversiones extranjeras, por decisión de su gobierno, que los quiere fuera de juego. Insisto. Gran error, que se pagará a la larga.
No quiero realizar un balance de los proyectos que se desgranan en el artículo de Granma para las inversiones en curso. Dado el atraso y dependencia de la economía estatal cubana, cualquier iniciativa es bien recibida. El problema es la sostenibilidad de estos proyectos, su relación con el tejido productivo de la economía y la capacidad real del cubano de a pie para negociar con el capital extranjero. Nada de eso se va a conseguir, y por ello, dentro de unos meses vamos a estar igual que ahora, o tal vez peor.

Insisto. El asunto no se resuelve con llamados a “agilidad, a desterrar dilaciones y prejuicios, a aguzar el olfato en busca de los socios correctos, a hacer de la calidad la máxima y de la inversión extranjera ese elemento activo y fundamental que necesitamos”, como dice Granma. La solución es otra y ellos, los dirigentes, lo saben.

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