Aprender inglés en Cuba: ¿tarea de las universidades o de las empresas?
Elías Amor Bravo, economista
Granma ha anunciado hoy la realización de un
Forodebate titulado “la enseñanza del idioma inglés en la
universidad” y convoca a sus lectores, a partir de las 10 a.m de
hoy 6 de junio, a un diálogo sobre la enseñanza del idioma inglés
que contará con la participación de funcionarios del ministerio de
educación superior. El requisito de demostrar el dominio del idioma
inglés para graduarse de una carrera universitaria desde hace dos
años, como parte de la política de la enseñanza del idioma inglés
en la educación superior, ha provocado, según Granma, dudas e
inquietudes de la población, sobre todo por la escasa preparación
que reciben los estudiantes en los niveles precedentes.
Hace unos días, en una conferencia de prensa,
directivos del ministerio de educación superior “informaron de la política, que básicamente se centra en la
disminución del nivel de exigencia, de un nivel B1 –según el
Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas (MCERL)–, a un
nivel básico superior, equivalente al A2, como requerimiento para la
graduación”. El asunto parece importar a los jóvenes, y ha sido
una de las principales inquietudes en las asambleas del IX congreso
de la Federación Estudiantil Universitaria.
Me alegro que empiecen a caer los mitos de la
llamada revolución. El otro día hablé de la recuperación de los
viejos ayuntamientos y diputaciones. Hoy toca hablar del tabú
castrista del inglés. La idea que no se podía estudiar este idioma,
porque era el lenguaje del maléfico imperio del norte que pasaba todo el tiempo
conspirando para derribar la gloriosa revolución cubana, nos
persiguió a varias generaciones de cubanos. Yo tuve que aprender
inglés a escondidas, una vez que mi familia decidió salir del país,
y no lo pude hacer por mucho tiempo, porque se produjo una delación
por parte de un comité de defensa, y aquello acabó de la peor manera.
No quiero ni acordarme.
Ahora, nos enteramos por el diario oficial
comunista Granma que el ministerio de educación superior quiere
“extender el aprendizaje del inglés en Cuba y proponer
laboratorios para la enseñanza del idioma en escuelas pedagógicas y
centros universitarios de todo el país”. Ya tardaba el régimen
prosoviético en reconocer la realidad del siglo XXI, pero nunca es
tarde si la dicha es buena. Aprender inglés es fundamental para el
mundo en que vivimos. Saber español es un activo importante, pero
dominar una segunda lengua, en este caso el inglés, es un estímulo
para los profesionales de cualquier disciplina.
El conocimiento del inglés facilita el acceso a
la cultura, a la innovación y a la búsqueda e intercambio de
conocimiento actualizado, en suma, abre de par en par las puertas del
mundo global, que han permanecido cerradas durante tanto tiempo para
muchos cubanos y que, en buena medida, aún continúan bajo cruel
cerrojo. Me imagino la sorpresa de los cubanos que estudiaron el
idioma ruso durante décadas al comprobar las escasas informaciones
que circulan por internet en este idioma, e incluso, muchas webs
rusas ofrecen la información en inglés. Los mitos de la revolución,
ya se sabe.
Para lograr el objetivo de generalizar el
aprendizaje del inglés, los responsables del ministerio no se andan
con chiquitas y han denunciado algunas dificultades que observan, y
que tienen que ver, según ellos, con el “elevado rigor que
supondría para los estudiantes, teniendo en cuenta la exigua
preparación en los niveles precedentes, la precariedad tecnológica
de los centros, el déficit de docentes, los métodos de enseñanza,
entre otras preocupaciones”. Problemas insalvables, al parecer. De eso, entre otras cosas, quieren
hablar hoy en el forodebate de Granma.
Me cuesta creer que tiren la toalla tan pronto. El
aprendizaje de idiomas cuenta con numerosos dispositivos, recursos y
plataformas en la red, muchos de ellos gratuitos, que son fácilmente
accesibles. Si se pretende conseguir el objetivo, nada lo impide.
Otros países se han implicado en ello y han tenido éxito. Además,
un país que logró la “alfabetización del 99% de la población en
un solo año” ¿cómo no va a conseguir lo mismo con el inglés?
Según el ministerio de educación superior, hacer
del aprendizaje del inglés una política de estado “requiere
materiales de estudio actualizados, tecnologías, cobertura docente y
preparación académica”, pero también “movilidad de profesores
al extranjero para dominar el idioma, así como inversiones en
laboratorios y centros de autoacceso”, amén de otros problemas
curriculares y académicos que, de buen seguro, van a intentar frenar
la aplicación de esta política. Acercarse al borde del abismo y
comprobar lo profundo y oscuro que es, no deja de ser una percepción
que van a encontrar los gestores cubanos de las distintas áreas de
políticas públicas que pretendan una “normalización” con el
exterior.
Se reconocen problemas “en el logro de calidad
de la enseñanza, preparación de los docentes, la existencia de
recursos insuficientes, lograr la motivación que promueva en
profesores y alumnos las labores de monitoreo a la aplicación de la
política, el dominio de la lengua materna, indispensable para
aprender un idioma extranjero”. Nada que no tenga solución.
Para hacer frente a estas dificultades y
resistencias, yo les recomiendo un camino alternativo.
Si las universidades y centros de formación
superior no están preparadas para el reto del aprendizaje de
idiomas, y se dedican a poner palos en las ruedas para impedir que
avance el carro de la modernidad, aunque saben que tarde o temprano no tendrán más remedio que cejar en sus posiciones, al régimen le queda otra alternativa para fomentar el
aprendizaje del inglés: el mundo de las empresas, el ámbito
laboral.
La formación y cualificación de los trabajadores
cubanos, en términos de su adecuación a las necesidades del mercado
laboral, exige inversiones cuantiosas en formación y reciclaje de
conocimientos, habilidades y competencias. Para ello, las empresas
pueden recaudar unos fondos que, de forma obligatoria, se deben
destinar a estas actividades.
Las empresas cubanas, en su mayoría
pertenecientes al estado, deben afrontar este reto, e incluso abrir
sus instalaciones al resto de la población, generando así un
acercamiento de la sociedad a los centros de trabajo, que no
corresponda solo con la práctica laboral o con alguna inútil
guardia de fin de semana, a las que todavía el régimen comunista
convoca a los trabajadores. Aprender inglés podría convertirse así
en un instrumento para modernizar el marco de las relaciones
laborales, de lo que tan necesitado está el país.
Con la propuesta que estoy formulando, las
empresas podrían ser titulares de centros de idiomas que dispusieran
de una tecnología adecuada, para la formación tanto presencial como
semipresencial e incluso, más adelante, online. Estos centros
vinculados a las empresas podrían incorporar con facilidad las
modernas tendencias internacionales en la metodología de la
enseñanza del inglés.
No conviene olvidar que en muchas de estas
empresas estatales existen profesionales con conocimientos de inglés,
por ello, su preparación previa podría servir para convertirlos en
docentes, tutores y orientadores de las nuevas generaciones que se
tendrán que formar para incrementar las enseñanzas del idioma. Incluso, bajo los controles adecuados, estos
centros de formación dependientes de las empresas podrían
encargarse de expedir las certificaciones del conocimiento del
idioma, que reconocieran las habilidades exigidas a los graduados
siguiendo los estándares internacionales.
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