A vueltas con el plan económico de 2019
Elías Amor Bravo, economista
En el consejo de ministros del pasado martes, Díaz-Canel
recalcó que “en medio de las complicaciones que ahora imponen también los daños
ocasionados por las fuertes lluvias, hay que acercarse lo más que se pueda al
cumplimiento del Plan del 2018”. Gran error.
La planificación central intervencionista de la economía continúa siendo
el eje de la política económica y social en Cuba, sin que se aprecien cambios
de orientación hacia un mayor protagonismo de los agentes privados. Posiblemente, el único país del mundo que confía en este sistema, exceptuando Corea del Norte. Y ello, a pesar que la teoría y
práctica de la planificación estatal de la economía cubana se puede considerar
un rotundo fracaso, observando los principales resultados e indicadores de los
últimos 59 años, y son muchos los que piensan que con una opción alternativa
todo podría haber sido muy diferente. Pero como no es posible girar el tiempo
de la historia, lo que realmente interesa es qué se va a hacer en el futuro. Y
en este tema, como otros muchos, las puertas a cualquier innovación o cambio en
Cuba, por desgracia, están cerradas.
Obsesionados con la planificación central de una economía cada vez más pobre, y cuando todavía
no han analizado los resultados de 2018, porque estamos a mitad de año, se
empiezan a estudiar cuáles serán las premisas para elaborar lo que llaman el
“Modelo Global para la planificación del año 2019”. Básicamente, se citan “la
recuperación de los daños ocasionados por los huracanes Irma y Matthew, el
respaldo de los niveles de actividad, aprovechando al máximo las capacidades
productivas y reorientando las posibilidades financieras a la importación de
insumos y materias primas con destino a la producción nacional para sustituir
importaciones de productos terminados”. El punto de partida no puede ser peor y lógicamente puede llevar a errores.
A continuación, el modelo apuesta por “asegurar las
inversiones priorizadas, como las del turismo, la Zona Especial de Desarrollo
Mariel, el transporte ferroviario, las fuentes renovables de energía, el
sostenimiento del Sistema Eléctrico Nacional, la ampliación de las capacidades
de almacenamiento, los programas de trasvases y la ampliación y modernización
de la industria del cemento”. Una vez
más, la misma cuestión, el plan supedita las necesidades individuales de la población (alimento, vivienda, vestido, desodorante, productos de limpieza) a proyectos faraónicos de dudoso impacto ¿quién le pone el cascabel al gato para cambiar?
Se trata de un asunto importante que no me gustaría
trivializar, pero no me queda otro remedio. Porque estoy completamente en
contra de lo que afirman sobre que estas directrices “están dirigidas a lograr
un Plan objetivo, realista, sostenible y cumplible”. Estas directrices son
enunciados genéricos que no aportan gran cosa, si carecen del respaldo
financiero necesario para su ejecución. Por supuesto que el transporte
ferroviario es importante, de eso no cabe la menor duda, pero es muy probable
que algunos proyectos de inversión en este ámbito entren en conflicto con los
que se quieren defender en materia de energías renovables, que son igualmente
importantes.
Entonces, ¿por quién se decantará el planificador estatal? En el
sector privado, donde la rentabilidad dirige los proyectos, la decisión es
clara, y no admite cuestión si se dispone de la financiación, pero las
autoridades comunistas están en condiciones de tomar una decisión alternativa
entre proyectos de ferrocarril y de energías renovables. ¿Con qué indicadores?
¿Con qué tipo de referencias?
Como este punto, sin duda fundamental, no lo tratan en el
consejo de ministros, tal vez porque no tengan una respuesta para ello,
simplemente establecen que el plan de 2019, que deberá buscar soluciones
coherentes y sostenibles a las tensiones que existen, “tendrá ajustarse a las
posibilidades reales, no asumir deudas que no se puedan honrar puntualmente,
lograr ahorros de recursos financieros y materiales, disminuyendo gastos
innecesarios, sin renunciar, en lo posible, a los programas de desarrollo
priorizados que están en marcha”. Sin precisar muy bien qué entienden por gastos innecesarios, ¿es que alguien puede estar en contra de
esto?
Por supuesto que no. Lo que nos impide confiar en que algo
se logre, no sólo es el absoluto fracaso de la experiencia de la planificación
estatal comunista en Cuba, sino la forma de implementar las propuestas del plan,
que esbozaron los distintos ministros del ramo ante Díaz Canel.
Así en materia de energía, la propuesta, cómo no, es “ser
estrictos en el ahorro de electricidad” y tratar de generar una mayor cantidad
de energía mediante fuentes fotovoltaicas”. ¿Tal vez la ayuda de la Unión
Europea? ¿Alguien se ha detenido a calcular qué rentabilidad tendrán esas
plantas bioeléctricas, en número de tres, y dos parques eólicos que actualmente
están en construcción y que deberán aportar, según el ministro, electricidad en
el 2020. La apuesta de Cuba por las fuentes renovables de energía es fundamental,
pero tiene que apostar por otro modelo diferente. Además, de qué ahorro de electricidad se habla cuando los cubanos de continuo temen el regreso de los apagones.
En cuanto a Industrias, el ministro dijo estar elaborando una
serie de directivas para definir con urgencia la manera de asegurar “la máxima
utilización de las capacidades industriales del país para garantizar las
exportaciones, la sustitución de importaciones de productos terminados, los
servicios a la población, el turismo y el mercado interno, así como un mejor
ciclo de rotación de los inventarios”. Por mucho que lo digamos, no vamos a
cejar en la tesis que la economía no funciona a golpe de reglas, normas y
procedimientos, sino de expectativas, beneficios y motivación por parte de los
agentes económicos. Si el ministro se empeña en elaborar e imponer las
directivas por la fuerza, que luego no se queje de que no ha cumplido los
objetivos. Avisado queda.
En materia de Finanzas y Precios, la ministra alertó que
“no podemos para el próximo año seguir autolimitando la capacidad de aportar al
Presupuesto del Estado”, en un claro mensaje de que la presión fiscal va a
aumentar y que se establecerán nuevas figuras tributarias aumentando la
capacidad de recaudación, no sólo sobre las empresas estatales que ya
participan de forma directa en los ingresos de su propietario, sino sobre todos
los espacios de actividad privada existentes en la isla. Mal asunto.
Por supuesto, la ministra de Ciencia, Tecnología y Medio
Ambiente “abogó por respaldar en el plan la necesidad de hacer uso de la
ciencia y la tecnología”. Con más acierto defendió la necesidad de apostar por
las nuevas tecnologías aunque pudiera parecer, según su relato, “un
contrasentido en medio del ahorro que nos proponemos”, para continuar afirmando
que “es todo lo contrario, porque haciendo ciencia solucionaremos muchos de los
problemas que hoy presenta el país”. Tal vez habría que darle algo de razón,
pero no sólo de ciencia vive el hombre, sino de la capacidad de los avances
científicos para acertar en la satisfacción de las necesidades humanas, en
encontrar mercado y después ser rentables para compensar los costes dedicados
en dinero, esfuerzo y trabajo, que suelen ser muy elevados. Pónganse en esta
tarea, no sería extraño que acertaran, si el capital científico cubano se
orientase por criterios de rentabilidad económica.
Díaz Canel defendió la planificación y dijo que debe realizarse
“organismo por organismo, entidad por entidad”, con “directivas precisas”. Nada
nuevo, al menos de momento. Yo le doy un año. No más. Si después de 59 años el
régimen sigue observando en el plan que aprueba “déficit y deudas” es evidente que algo no funciona. Tal vez es hora de dar más libertad a los agentes privados y dejar de planificar y controlar de forma obsesiva su actividad. La economía
no da para mas.
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