Presupuesto estatal cubano: las cuentas no salen
Elías Amor Bravo, economista
La gestión presupuestaria de un gobierno tiene que ver con el manejo de los ingresos y los gastos públicos. En una economía mixta de mercado, como la mayoría de las que funcionan en el mundo, los ingresos proceden, básicamente, de las rentas de los trabajadores, los beneficios de las empresas y del valor añadido de las transacciones económicas que se realizan, fundamentalmente del consumo. Estas fuentes tributarias alimentan el presupuesto con el que el estado desarrolla sus actividades fundamentales: asignar recursos allí donde el mercado no lo hace o lo realiza de forma deficiente, estabilizar el comportamiento de la economía y lograr una distribución justa de los ingresos. La teoría de la hacienda pública cuenta con trabajos teóricos y empíricos más que suficientes para diseñar sistemas fiscales adecuados a las características económicas de cada país.
En la economía cubana, donde el estado es dueño
del 90% de los activos económicos existentes, este modelo se
resquebraja y es difícil de aplicar. No es extraño que la ministra
de Finanzas y Precios, Lina Pedraza, tenga no pocas dificultades para
ofrecer explicaciones sobre la liquidación del presupuesto del
estado castrista cada año. Y en relación a lo ocurrido en 2017, la
ministra ofreció sus argumentos ante el consejo de ministros del
pasado lunes, con la presencia de Díaz Canel que escuchó las
explicaciones de la responsable del presupuesto y aportó algunas
ideas al respecto. De todo ello se hizo eco Granma. Mi post va
dirigido a evaluar esta sesión.
Que el presupuesto de la economía cubana se
cierre en déficit es una pésima noticia. Es un desequilibrio que
presiona los recursos de la economía, provocando su escasez. Año
tras año de déficits acumulados generan un nivel de endeudamiento
acumulado que, por mucho que se financie con bonos emitidos por el
tesoro que se colocan de forma obligatoria en el Banco central de
Cuba, es un lastre de ineficacia para la economía y uno de los
factores que actúa realmente como un “bloqueo” interno al
funcionamiento de la misma.
La información ofrecida por la ministra es que el
déficit fiscal resultó inferior al aprobado por la Asamblea
Nacional del Poder Popular. Y si bien alguien podría pensar que un
déficit menor del esperado podría ser una buena noticia, la alarma
surge cuando se atiende a las escuetas razones ofrecidas por la
señora Pedraza para este resultado, debido según ella “al efecto
combinado del sobrecumplimiento de los ingresos y la inejecución de
algunos gastos”.
O dicho de otro modo. Incremento de la presión
fiscal y reducción del gasto público. Así cualquiera. El ajuste
duro que el régimen castrista critica al Fondo Monetario
Internacional, cada vez que se encarga de salvar una economía
endeudada, es la receta que aplica en silencio el régimen para salir
del atolladero fiscal en que se encuentra. Tal vez estén haciendo
méritos, sin saberlo, para ganar puntos ante los inversores
internacionales que siguen sin ver a la economía cubana aparecer en
los informes de las agencias, ni siquiera calificada como “bono
basura”. Un grave problema para quién necesita financiación para
cerrar los desequilibrios, interno y externo.
Además, conviene tener en cuenta que este aumento
de la presión fiscal, que no ha sido especificado en la nota
informativa de Granma, tiene dos bases tributarias distintas. De un
lado, los ingresos procedentes del sector estatal, que como ya se ha
señalado anteriormente, en justa relación con el predominio del
gobierno en la economía, representan aproximadamente el 86% del
total de la recaudación. Según la ministra, las empresas estatales
son las principales contribuyentes a las arcas del estado en términos
relativos. Por el contrario, las formas de gestión no estatal, donde
se encuentran los pequeños emprendedores, los arrendatarios de
tierras y las cooperativas no agrarias, entre otros, apenas alcanzan
el 11% de la recaudación. Insisto. Con esta información no resulta
posible determinar sobre quién recayó el impacto de una mayor
recaudación, ya que es muy probable que el incremento tributario
sobre las empresas (muchas de ellas dependientes de subsidios para
funcionar) haya sido inferior al experimentado por las nuevas formas
de gestión no estatal, que están mostrando un comportamiento mucho
más dinámico en términos de producción, empleo y productividad.
Y si los ingresos arrojan no pocas dudas, los
gastos no lo son menos. La ministra explicó la estructura de los
gastos de la actividad presupuestada, indicando que la misma
representa lo que denominó como “carácter del socialismo cubano”.
Un carácter que, al parecer, viene explicado por el hecho que salud
pública, asistencia social, educación y seguridad social
representan el 67% del presupuesto de gastos. Bien. Los estados de
bienestar de los países con economías mixtas alcanzan porcentajes
similares, como Francia, España o Italia. En otros países, como los
escandinavos, estos porcentajes son incluso superiores.
Hay que dejarse de demagogia. La opción del
régimen castrista por estos gastos del “socialismo cubano” es la
misma que la que podemos encontrar en otros países democráticos,
libres, respetuosos de los derechos humanos y plurales, donde no
existe un sólo partido, el comunista, que dirige los destinos de la
nación. Va siendo hora de denunciar este tipo de cosas. Lo que
realmente nos interesa en términos de gestión de gastos es el resto
33% del presupuesto, del que se ofrece muy poca o ninguna
información. ¿A dónde se dirige esa tercera parte del gasto? ¿Tal
vez al aparato de la defensa y seguridad del estado? ¿A actividades
productivas en empresas estatales con pérdidas?
Una mayor concreción de los datos sería deseable. Solo
podemos saber, a partir de la nota en Granma que, sobre este punto de
la agenda, “los representantes de los ministerios de la Industria
Alimentaria y la Agricultura informaron de los análisis y las
medidas adoptadas en las empresas con mayores aportes y
sobrecumplimientos por concepto de impuestos sobre utilidades y las
que cerraron el año con pérdidas no planificadas”, es decir, las
fuentes de ingresos, posiblemente descapitalizadas un ejercicio más
por la presión extractiva de su único dueño, el estado. En un
sistema privado, este tipo de prácticas no se puede realizar de esta
forma, pero ya se sabe, en las economías de control estatal,
cualquier cosa es factible. Además, se informó, que en 2017 más de
21.000 personas se beneficiaron de los subsidios para acciones
constructivas en sus viviendas, sin precisar las cuantías. Dado el
estado de la vivienda en Cuba, podrían ahorrarse este dato tan
insignificante.
Otro tanto cabe señalar de las inversiones a
realizar por los consejos de administración para el desarrollo
local, por un importe de 525 millones de pesos, “destinados a la
reparación y mantenimiento de instalaciones estatales, dar respuesta
a planteamientos de los electores y solucionar problemas en
infraestructuras de uso colectivo”. Una cantidad realmente escasa,
si se compara con el monto total del presupuesto de gastos, lo que
explica por qué en Cuba la participación de la formación bruta de
capital fijo en el PIB es de las más bajas del mundo: no se invierte
lo necesario en infraestructuras.
Tras la intervención de la señora Pedraza, la
Contralora General de la República, Gladys Bejerano informó de los
resultados de las auditorías practicadas al proceso de liquidación
del Presupuesto del año 2017. Entre las principales deficiencias
señaló “las reservas en la planificación de ingresos y en el
control a la ejecución presupuestaria sobre el destino y uso del
gasto”. Más o menos, lo mismo de siempre.
Las principal novedad detectada por la Contralora
en 2017 han sido “varios casos de pagos excesivos por la
realización de labores constructivas en diferentes instituciones
estatales, los cuales se encuentran bajo investigación del
Ministerio del Interior y la Fiscalía General”.
Las intervenciones finales de Valdés Mesa y de
Díaz Canel giraron sobre los mismos asuntos. El primero, insistió
en la necesidad de “proyectar y planificar mejor, con mucha más
efectividad, sobre todo en el caso del Presupuesto”, con referencia
expresa a los sobrecumplimientos de los ingresos que se recogen en el
informe presentado, que según Valdés Mesa “son una muestra de las
reservas que aún existen en cuanto a planificación, lo cual se
traduce en recursos financieros que el país necesita”. Habrá que
explicar por qué esas reservas no se ponen realmente en
funcionamiento y que impedimentos existen para su introducción en la
economía. De ello, nada se dijo.
Díaz-Canel tomó la palabra de la Contralora para
insistir en que “se deben aumentar los niveles de control sobre el
presupuesto del Estado; sistematizar el análisis de estos casos en
las reuniones del Consejo de Ministros; velar por una estricta
disciplina tributaria; y mantener adecuadas relaciones contractuales
entre el sector estatal y los trabajadores por cuenta propia”.
Además, insistió en la necesidad de que la
población “conozca más a fondo lo que el país invierte en
materia de educación, salud y asistencia social, para que valore la
influencia que la ejecución del Presupuesto tiene en sus vidas
diarias” y lanzó la idea de “un amplio debate de estos temas en
la próxima sesión de la Asamblea Nacional”.
Me parece que los cubanos están más interesados
en que los precios de los productos y servicios sean asequibles, que
sus sueldos tengan una capacidad adquisitiva razonable, que puedan
ser dueños de su futuro, de elegir libremente lo que desean comprar
en función de sus necesidades, y de ejercer plenamente sus derechos
como seres libres. Las informaciones presupuestarias y los debates
sobre lo que podría haber sido y no fue, interesan bien poco. Nada.
Muy interesante articulo. Solo recuerde que el termino "las rentas de los trabajadores" es un barbarismo idiomatico tomado prestado del ingles "rents" y que en el contexto cubano se entiende como "alquiler'. La expresion correcta seria "los impuestos sobre el salario".
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