Notas básicas sobre la liquidación del presupuesto en Cuba (1)
Elías Amor Bravo, economista
Lina
Pedraza dio a conocer la liquidación del presupuesto del estado
correspondiente al año 2017 en la sesión de la Asamblea nacional
del pasado día 22. Siete meses después del cierre del ejercicio fiscal, el
gobierno cubano, de la mano de la responsable del ramo, esboza el
análisis del proceso de rendición de cuentas sobre la
administración de los recursos económicos obtenidos con la carga
tributaria del país.
Siete
meses para cerrar un presupuesto esconde un proceso lleno de no pocas
complejidades y dificultades. Para justificar el retraso, la señora Pedraza explicó que la
liquidación del presupuesto estatal ha exigido antes las respectivas
liquidaciones en las asambleas provinciales y municipales “en las
que no solo se reconocieron los avances logrados, sino que se
evaluaron las deficiencias que estuvieron presentes, muchas no
resueltas y que merecen un enfrentamiento decidido en el año que
cursa”.
Cierto
es que se pueden reconocer todos los avances que se quiera, pero
siete meses para presentar unas cuentas se nos antoja un tiempo
excesivamente largo, y tal vez de cara a futuros ejercicios sería
conveniente acortar los plazos, si es que resulta posible.
Entrando
en el asunto que nos atañe, la señora Pedraza inició su discurso
diciendo que “el desempeño económico del año 2017 fue evaluado
en la sesión final de la VIII Legislatura el pasado mes de
diciembre”, por lo que en esta ocasión solo hablaría de las
condiciones que más impactaron en la ejecución del presupuesto, a
saber: “restricciones financieras, insuficiente disponibilidad de
combustibles, impacto en la economía de tres años de sequía
sostenida, afectaciones provocadas en 12 provincias por el huracán
Irma e intensas lluvias posteriores; y por supuesto, por si alguien
no lo había pensado, “los efectos del bloqueo económico,
comercial y financiero”.
Las
mismas justificaciones de siempre. Un escenario que obligó a modificar algunos
objetivos iniciales previstos en el presupuesto, "conduciendo parte de
los recursos a sostener los servicios sociales básicos, asegurar la
protección de la población, recuperar las destrucciones derivadas
de los ciclones y a la vez estimular la producción de alimentos, sin
abandonar los programas en que se pudiera avanzar".
Complejo
escenario para la gestión presupuestaria en un país en que el
déficit público, estimado en 8.284 millones de CUP, alrededor del
11% del PIB corriente, revela las enormes tensiones que se derivan
del actual modelo económico basado en la propiedad de los medios de
producción por el estado, la planificación e intervención en la
economía y la prohibición del mercado como instrumento de
asignación de recursos.
Los
datos han confirmado, por ejemplo, que de nada sirvió que los
ingresos recaudados se fueran por encima de las previsiones en un 3%,
por importe de 55.618 millones de CUP, por cuanto “las necesidades”
obligaron a una expansión de los gastos hasta 63.906 millones
millones de CUP. Al final los gastos realmente ejecutados se quedaron
al 98% de lo planificado, es decir, que todavía podría haberse
producido un desfase en las cuentas un 2% adicional, lo que habría
hecho del déficit una magnitud de difícil control.
El
origen de los tributos, que representan el 74% del total de los
ingresos, viene fundamentalmente de la actividad de las empresas, de
sus ventas y de su producción. En una economía en la que el estado
es el dueño de toda la actividad económica, este sistema permite
reducir la presión tributaria directa sobre los trabajadores. Un modelo de financiación
de inspiración comunista, que no tiene en cuenta los aspectos de
equidad y progresividad, y que hace recaer el peso de la recaudación
sobre las empresas, frenando la acumulación de riqueza necesaria
para el crecimiento económico.
En
tales condiciones, el sector estatal de la economía es el que aporta
la mayor cantidad de ingresos al presupuesto, el 86% y le siguen a
gran distancia, lo que llaman en Cuba las formas de gestión no
estatal que ya han alcanzado un 11% de participación en los
ingresos. Estas iniciativas ven aumentar su contribución en tres
puntos porcentuales con relación al año precedente y aunque están
lejos del peso que representa el estado en la economía, aparecen
como las entidades más dinámicas, y el régimen lo sabe.
Pues
bien, el efecto combinado de unos ingresos superiores a los
esperados, y la ejecución de gastos menor de la esperada, con todo, dio como
resultado que la magnitud del déficit quedase en la cifra antes
citada de 8.284 millones de CUP que, si bien fue inferior a la
aprobada en el Presupuesto, su dimensión en términos absolutos y
relativos es desproporcionada, lo que plantea constantes
desequilibrios a la gestión de la economía.
Más aún, cuando se
informó que este resultado fue financiado con la emisión de bonos
soberanos del Banco central de Cuba, en un proceso de monetización
del déficit que es inadmisible en la gestión pública moderna, y
que año tras año irá planteando dificultades estructurales a la
economía cuya superación será muy difícil. El endeudamiento
acumulado de la economía, cuya dimensión no se conoce, se ve
nuevamente incrementado por un importe de 1.382 millones de CUP.
La justificación del
gasto público tiene mucho que ver con su impacto en la sociedad.
Cuando éste es positivo, los ciudadanos entonces valoran la
importancia de contribuir a las arcas del gobierno con su esfuerzo.
En Cuba, el estado detrae ingresos de las empresas porque de los
trabajadores, salvo a los privados, poco más puede obtener con los
bajos salarios que reciben. Es una fiscalidad que si bien no recae de
forma directa en los ciudadanos, si que lo hace de manera indirecta
sobre las empresas en las que trabajan que de no tener que pagar
tantos impuestos, por ejemplo, podrían pagar mejores salarios o
acumular más financiación para invertir en su modernización.
La
distribución del gasto sigue los mismos patrones históricos, y el
corriente adelanta de forma destacada al que se dirige a inversiones
en infraestructuras de las que tan necesitadas está el país. Otro
año más, la participación de la formación bruta de capital en el
PIB de Cuba se habrá situado entre las más bajas del mundo y no
parece que las autoridades quieran esforzarse en corregir esta
situación.
Todo
lo contrario, los gastos corrientes del presupuesto otorgan prioridad
a los sectores de salud pública, asistencia social y educación, a
los que se destinó el 51% de los gastos. A ello dedicaremos una
segunda colaboración.
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