Primeros apuntes sobre la reforma constitucional en Cuba: los aspectos económicos
Elías Amor Bravo, economista
Si alguien se había hecho alguna ilusión con respecto al proceso de reforma
constitucional que se está realizando en Cuba, lo mejor es que se lo quite de
la cabeza y cuanto antes mejor. El oscurantismo del proceso constituyente, un
rasgo más que evidente de que los cambios no iban a llegar, se ha puesto de
manifiesto en un artículo publicado en Granma, con el título grandilocuente “Visión
hacia el presente y futuro de la Patria”.
Así que, a la espera de cuál pueda ser el texto definitivo, lo que se ha
podido conocer del futuro texto constitucional supone la confirmación de las
posiciones más reaccionarias del régimen y una clara voluntad de pisotear
cualquier puerta hacia las libertades, el pluralismo y la democracia. Por obra
y gracia de los comunistas castristas, Cuba seguirá siendo una anomalía en el
mundo occidental. Y eso, para los cubanos, significa más de lo mismo.
No tengo el menor interés en abordar las cuestiones generales que se
plantean en el texto. Cubaeconomía se centra en las cuestiones de tipo
económico y a ellas me quiero dirigir, porque son importantes y reflejan pocos
cambios con respecto al statu quo actual, que se pretende consolidar con el
nuevo texto.
En suma, se reafirma el carácter socialista del sistema político, económico
y social, así como el papel rector del Partido Comunista de Cuba, con el
monopolio partidista en el país. Una vez más régimen político y partido dirigente
se dan de la mano para mantener el yugo opresor sobre la sociedad. En Cuba, el
pluralismo político no verá la luz con esta constitución.
Por ese motivo, el Estado comunista mono partido se mantendrá “como un estado
socialista” y todo lo demás, a partir de esa definición, sobra porque ni
derecho, ni democrático, ni independiente ni soberano, ni tampoco organizado
con todos y para el bien de todos, son elementos que puedan realmente garantizarse
cuando todo el poder político recae en un solo partido que domina el aparato
estatal.
Los márgenes que se establecen para el “trabajo, la dignidad y la ética de
sus ciudadanos, que tiene como objetivos esenciales el disfrute de la libertad
política, la equidad, la justicia e igualdad social, la solidaridad, el
humanismo, el bienestar, y la prosperidad individual y colectiva” se someten de
forma coercitiva al sistema comunista estatal, y como gusta de decir a los
castristas, “con la revolución todo, fuera de ella nada”. Los tiempos de la
homogeneidad comunista se vuelven a definir con toda claridad en este texto en
el que se elimina y penaliza la pluralidad y la diversidad como elementos
constitutivos de la sociedad.
Dicho de otro modo, cuando un partido único dirige y controla el estado,
pensar en “la supremacía de la Constitución dentro del ordenamiento jurídico y
la obligatoriedad de su acatamiento y cumplimiento por todos” es una pérdida de
tiempo, una falta absoluta de legitimidad y el sometimiento del pueblo a una
ideología que todo lo controla y lo dirige. Más o menos lo mismo que en los
últimos 60 años.
Y aquí viene otro de los aspectos más significativos, ya que el texto se
reafirma en el mantenimiento de “los fundamentos políticos del Estado
socialista y revolucionario permanecen invariables”, fundamentos que no han
permitido en seis décadas a los cubanos mejorar sus condiciones de vida, sino
todo lo contrario. Es un contrasentido, defender los fundamentos políticos del
estado, y al mismo tiempo querer asegurar la prosperidad individual y colectiva”.
Eso ha sido imposible de alcanzar y nada hace presagiar que vaya a ser así en
el futuro. Eso sí, la obsesión castrista por “preservar los logros de la
revolución” se introduce claramente en el nuevo texto, son más.
Y en relación a lo que nos interesa, el sistema económico, el carácter
reaccionario de la constitución queda reflejado al señalar que se mantienen “como
principios esenciales la propiedad socialista de todo el pueblo sobre los
medios fundamentales de producción y la planificación como componente principal
de dirección”. Más de lo mismo, y la única novedad es que “se añade el
reconocimiento del papel del mercado y de nuevas formas de propiedad, entre
ellas la privada”, en cumplimiento de lo dispuesto en los llamados “Lineamientos”
como si se tratase de un mal menor que no queda más remedio que aceptar, tras
lo que llaman “consulta con amplios sectores de la sociedad”. Ni chinos ni vietnamitas han sido tan imprudentes y reaccionarios en sus reformas. En Cuba, se ha cerrado la puerta a la libertad económica.
Este acápite se complementa, otra vez, con el principio que destaca a la
empresa estatal como sujeto principal de la economía nacional y se le reconoce
su autonomía como principio esencial de funcionamiento. El nuevo texto no habla
en ningún momento de la empresa privada, y esta es una cuestión que se echa en
falta y que confirma que en la redacción del mismo los sectores más
reaccionarios han ganado el pulso definitivo. Cuba seguirá siendo un país en el
que la empresa privada sigue sin reconocimiento en las normas.
Eso sí, la constitución comunista ratifica “la importancia de la inversión
extranjera para el desarrollo económico del país, con las debidas garantías” y
con ello se abren las puertas para la entrada del capital que solo podrá
asociarse con empresas estatales y con los conglomerados monopólicos del
ejército y la seguridad del estado que controlan los principales sectores de la
economía. Con los cubanos privados, nada de nada.
En cuanto a los derechos de propiedad, que son los grandes olvidados de la constitución, solo se admite, dentro del marco
comunista que se ve reforzado por la constitución y que otorga predominio a la
propiedad estatal, un régimen especial para la propiedad de la tierra, “con
limitaciones para su transmisión y el derecho preferente del Estado a su
adquisición mediante su justo precio”, lo que se tendrá que analizar con más
detalle, pero que viene a sancionar los límites al crecimiento de las parcelas
explotadas por los privados para impedir la concentración de la tierra y la
mejora de la escala de la producción.
Visto desde esta perspectiva económica, los aspectos relativos a la “defensa
de las personas ante los tribunales de justicia para la salvaguarda de sus
derechos, ante la acción u omisión indebida en sus funciones de los órganos del
Estado, sus directivos, funcionarios y empleados” se convierte en papel mojado,
por cuanto los derechos que se pueden reivindicar ante los tribunales nunca
serán de propiedad privada. Este precepto es un coco vacío que solo aparece a
efectos de “imagen” y poco más. La realidad es que la separación de poderes en
Cuba deja mucho que desear y nada hace presagiar que los tribunales actúen realmente
como un poder independiente bajo el nuevo texto constitucional.
El ejemplo está en las garantías a los derechos de petición y participación
local, que van a permitir “la posibilidad de convocar consultas populares de
asuntos de interés de la localidad, el derecho de la población a proponer
análisis de temas en las asambleas y la correcta atención a las solicitudes,
planteamientos, quejas y denuncias de los ciudadanos”. Papel mojado. Ya veremos
si algún emprendedor cuyo negocio es confiscado por el régimen se atreve a
ejecutar ese derecho de petición para reivindicar la queja y/o denuncia ante
las autoridades. Las posibilidades de actuar con la represión y la coerción por
parte de las autoridades, incluso bajo este tipo de preceptos, se mantienen.
Cómo si no pensar en el concepto de “guerra de todo el pueblo” como elemento de
referencia de la defensa y seguridad nacional. ¿En qué mente tóxica cabe pensar
en este tipo de consideraciones para su inclusión en un texto constitucional?
Dicho a modo de resumen. Una constitución que mantiene el absurdo político
de las llamadas “cláusulas de intangibilidad concerniente a la irrevocabilidad
del socialismo y el sistema político, social y económico”, dice muy poco en su
favor, y sobre todo, clama por su más rotundo rechazo por parte de la sociedad.
Han ganado las posiciones más reaccionarias ante una oportunidad de normalizar
a Cuba, y su sistema político e institucional para facilitar las
transformaciones económicas y sociales necesarias para su modernización. Con
una constitución como la descrita, al menos en sus apartados económicos, no
existe futuro para el país. Lo veremos. Por desgracia. No existe socialismo
próspero, sostenible ni mucho menos democrático. La libertad va por otro
camino.
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