Díaz-Canel y la economía cubana en el pleno constituyente

Elías Amor Bravo, economista
 
En medio de las crónicas sobre la reforma de la constitución cubana, que sacuden estos días a los medios de comunicación de todo el mundo, se han “colado” algunas noticias de valor económico, como la liquidación del presupuesto de 2017, o el discurso de Díaz-Canel en la clausura del Parlamento reunido para los temas constitucionales, el 22 del julio pasado. De dicho discurso, Granma toma buena nota. No tiene desperdicio.

En este blog ya hemos denunciado en varias ocasiones que, dada la inexistencia de informaciones relativas a la coyuntura de la economía cubana, nos tenemos que basar en lo que dicen las autoridades al respecto. Díaz-Canel empezó su discurso señalando que “el comportamiento de la economía en el primer semestre cierra con un discreto crecimiento del Producto Interno Bruto del 1,1%, que no por discreto deja de ser alentador, en medio de tantos factores adversos”. ¿Discreto? En absoluto se puede calificar así.

La economía creciendo al 1,1% lo hace nada más y nada menos que 2,8 puntos porcentuales menos que lo que crece la economía mundial, que según los últimos reportes anda por el 3,9% una tasa que es más elevada en los países menos desarrollados de América Latina. El crecimiento de Cuba del 1,1% es insuficiente, es inadecuado y no se corresponde con las necesidades de la nación. No es discreto, es pésimo. Y en contra de lo que señala Díaz-Canel, tampoco es alentador, porque nada garantiza que en las condiciones actuales de inacción de las autoridades y el rechazo a la apuesta por la empresa privada, el crecimiento de la riqueza y la libre elección de actividad económica por los cubanos, ese crecimiento mínimo se vaya a mantener en los próximos meses.

De hecho Díaz-Canel ofrece un diagnóstico que nos produce más preocupación. Según él, “se mantiene una tensa situación en las finanzas externas debido al no cumplimiento de los ingresos planificados por exportaciones, el turismo y la producción azucarera, además de los daños ocasionados por la prolongada sequía, seguida por los destrozos del huracán Irma y posteriormente la ocurrencia de intensas lluvias, todo lo cual ha condicionado afectaciones en los arribos de materias primas, equipos e insumos”. Más o menos lo mismo que se viene produciendo desde mediados del año pasado, agravado por el hecho obvio que “llueve sobre mojado” y no se están adoptando medidas eficaces para dinamizar la economía cubana. Con los motores de la economía prácticamente apagados, los problemas de falta de liquidez, de recursos, de capacidad económica, se ven agravados por el débil crecimiento del 1,1% y vuelta a empezar.

Si el diagnóstico nos preocupa, pensemos que el anuncio de lo que piensan hacer es todavía peor. Díaz-Canel dijo, “esta situación nos obliga a adoptar en el segundo semestre medidas adicionales de control en los principales aseguramientos del plan 2018, encaminadas a trabajar con mayor precisión las decisiones en materia de importaciones y otros gastos en divisas. Para lograr tales propósitos debemos apelar al máximo aprovechamiento y el uso eficiente de los recursos disponibles”, es decir, más políticas de ajuste duro que, como es sabido, no ofrecen buenos resultados en contextos de débil crecimiento como el de la economía cubana, donde habría que apostar, precisamente, por políticas en sentido contrario.

En vez de liberar y flexibilizar las fuerzas productivas de la economía, que desde luego existen, el régimen se pliega a que, y cito a Díaz-Canel, “en estas circunstancias el esfuerzo se debe multiplicar y no renunciar al cumplimiento de los principales objetivos expresados en el plan, fundamentalmente aquellos vinculados con garantizar los servicios básicos a la población y el desarrollo”. Otra vez el plan, como si no hubiera sido suficiente con 60 años de errores y fracasos continuos en el modelo de planificación central. Más confianza en los agentes privados, más libertad económica y flexibilidad son los ingredientes que se tienen que combinar para que la economía despegue. Volver al plan es perder el tiempo y acumular más contradicciones a medio y largo plazo. Un gran error.

El plan, unido al control y la supresión del despilfarro son los elementos de una actuación irresponsable de los comunistas cubanos, que pueden cambiar de nombre en la constitución, pero que sigue en las mismas contradicciones de gestión económica. Cuando en una economía los recursos son escasos, no basta con realizar una gestión eficiente de los mismos, sino que alguien tiene que producir más, generar valor por encima del precio, acumular riqueza para generar empleo y actividad económica. No es difícil entender cómo funciona este círculo virtuoso de cualquier economía excepto la de Díaz-Canel y Raúl Castro. Y luego, cuando nada les sale bien, la culpa es del embargo, y vuelta a empezar.

Lo peor es que insisten una y otra vez en el plan, esta vez para la economía del año 2019. Un plan que debe partir, según Díaz-Canel “de bases sólidas y realizables y que propicie, pese a las dificultades, no detener el desarrollo en las actividades prioritarias para el crecimiento y progreso, al tiempo que contribuya al restablecimiento paulatino de la credibilidad financiera de la nación”. Casi nada. Ahí ha puesto toda la carne en el asador, porque ha reconocido lo que es evidente y que venimos denunciando en este blog desde hace tiempo. Cuba carece de credibilidad financiera, y por eso le cuesta acceder a los mercados de capitales. Ese es el origen de uno de los múltiples problemas, pero también tiene solución. Lo que ocurre es que la solución planteada por Díaz-Canel no sirve, y sobre este punto se puede debatir, igualmente.

Y no creo que valga la pena citar los apartados del discurso contra la corrupción o la venta de productos, porque muestran el peor rostro de los dirigentes castristas. Con relación a la corrupción, se señala que “mantendremos y a la vez convocamos a desplegar una batalla ética contra la corrupción, las ilegalidades, las adicciones y la indisciplina social”. Ojalá este tipo de actuaciones tenga alguna incidencia en los indicadores de Cuba de transparencia internacional y responsabilidad. Pueden empezar a trabajar por el conglomerado empresarial del ejército y de la seguridad del estado. Ahí seguro que pueden encontrar cosas interesantes.

Pero mucho me temo que no. Que la batalla se va a concentrar contra, y cito textualmente a Díaz-Canel, “la perniciosa impunidad de cadenas delictivas que acaparan productos deficitarios y especulan con los precios para enriquecerse sin escrúpulos ni límites, a cuenta de recursos subsidiados por el Estado, en detrimento de las necesidades de quienes menos tienen y que son los que más apoyan a la Revolución”. Tremendo. Es fácil ver que el origen de la mayor parte de dichas prácticas tiene mucho que ver con la participación del estado en la economía y la definición del modelo económico. Recursos subsidiados proclives a prácticas engañosas. Entonces, ¿por qué subsidiar y no dejar el libre funcionamiento de oferta y demanda que rija a los precios del país? De paso el déficit estatal se corregiría a la baja.

Es más, no contento con este enunciado, Díaz-Canel vuelve a la práctica delatoria del régimen que tanto daño ha hecho a los cubanos y dice “el combate contra las manifestaciones de corrupción o ante lo mal hecho, no debemos verlo como una acción que solo corresponde al gobierno o a la policía, el enfrentamiento resuelto a este fenómeno es tarea de toda la sociedad en su conjunto, que no debe dejarse arrebatar por unos pocos las grandes conquistas que la Revolución ganó para ella”. Aquí todo el mundo debe delatar. No hacerlo es un grave pecado. Es lamentable que un presidente de un país se dirija en estos términos a sus ciudadanos. Parece que confía muy poco en ellos.



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