La empresa estatal no es el centro de ninguna economía

Elías Amor Bravo, economista
 
Cuando Díaz-Canel dice que “las empresas estatales tienen un decisivo rol porque representan los intereses del estado en el control de la gestión empresarial” está justificando uno de los fracasos del modelo colectivista que rige la economía cubana desde 1959. Porque él sabe muy bien que la mayoría de esas empresas son zombis improductivos, incapaces de producir de forma competitiva, que han dejado de ser la fuente de ingresos para el gobierno, y requieren elevados subsidios para moderar los precios de los productos que “venden” al estado para que este los suministre a la población. 

Hago referencia a los resultados de una reunión, una más de esas que se convocan para discutir los temas más variados, en concreto referida a la empresa estatal socialista, que como dice Granma, “es el principal sujeto de la economía cubana”, tal y como se recoge en los documentos partidistas comunistas y en la nueva constitución.

Para la empresa estatal, la receta de Díaz-Canel es “responsabilidad, preparación, exigencia, rigor y precisión” reconociendo que el modelo no funciona, que es inservible y que por mucho que se desarrollen “importantes y complejas tareas revolucionarias para perfilar el modelo económico y social”, el resultado final será el mismo que en los últimos 60 años.

Nadie cree en la actualidad que la economía de un país se pueda dirigir por medio de empresas estatales. El sueño estalinista se vino abajo con la caída del muro de Berlín, y ni chinos ni vietnamitas cuentan con la empresa estatal como eje de sus sistemas económicos. La empresa privada ha sido identificada en estos países “comunistas” como el instrumento que permite potenciar el desarrollo y lograr el máximo impacto en la vida económica y social del país.

Solo Cuba se resiste a abandonar un modelo propio de la “guerra fría”, que además, no ha servido para mejorar las condiciones de vida de la población. Pensar, como Díaz-Canel y los dirigentes comunistas castristas, que se puede mantener este sistema en 2019 tiene poco que ver con la realidad.

Porque en contra de lo que él dice, la empresa estatal socialista no es “el eslabón esencial y actor más importante del modelo económico” de ningún país, y mucho menos del cubano, por mucho que se quieran empeñar en lo inalcanzable. No es una cuestión de “darle un vuelco y potenciarla más”, la empresa estatal debe quedar relegada a lo que es en otros países, y en su lugar, es necesario promover un sistema basado en el respeto a los derechos de propiedad, con la empresa privada como centro del sistema. 

Tampoco es cuestión de dedicar mucho tiempo a pensar estratégicamente en las empresas estatales y las “organizaciones superiores de Dirección Empresarial” que se crearon para incrementar el control burocrático de las empresas, porque no tiene mucho tiempo Cuba para salir del agujero en que se encuentra su economía. Las prioridades, en este momento, son atender de forma urgente las demandas de la población, de los artículos más necesarios y sencillos, y dejarse de planificaciones estratégicas y otras boberías. La empresa privada es mucho más eficiente para resolver estos problemas que la estatal. No contar con ella es un grave error.

Y si de encadenar los sectores productivos de la economía con la exportación, de invertir mejor, de contribuir al desarrollo nacional o asegurar el cobro de lo exportado, se trata, igualmente la empresa estatal presenta muchas más ventajas que la estatal para cumplir dichas funciones. No hay que inventar nada. Si se quiere un mejor desempeño de la economía hay que devolver los activos a los agentes privados, empezar de nuevo, y asegurar una legislación e instituciones adecuadas para el desarrollo de la actividad económica privada. Además, si se hace correctamente, muchas de las “ilegalidades y corrupciones” que preocupan a Díaz-Canel desaparecerán porque el origen de ellas tiene mucho que ver con el burocratismo e intervencionismo del estado en la economía. Si se flexibiliza la economía y se liberaliza la actividad empresarial, la gente tendrá que concentrarse en lo importante, la rentabilidad, oportunidades y el crecimiento.

La empresa estatal cubana lleva inmersa en un proceso de ajuste silencioso desde 2011, dirigido por Marino Murillo, con el denominado “perfeccionamiento empresarial” que ha supuesto la desaparición de 646 empresas (pasando de 2.422 en 2011 a 1.776 en 2018) y 39 sociedades mercantiles menos (pasando de 275 a 236 en el mismo período). Un ajuste de estas características no es fácil de observar en ninguna economía del mundo, ya que hacer desaparecer al 26,7% de empresas como si nada, tiene unos costes sociales elevados a los que nadie presta la debida atención. 

Murillo mencionó “que se estudian o están aprobadas varias políticas que prevén la ampliación de facultades al sistema empresarial, entre ellas: la creación de empresas de alta tecnología, de parques científico-tecnológicos y de vínculos entre las universidades y empresas; así como el desarrollo de empresas productoras de aplicaciones y servicios informáticos”, y finalmente ofreció en la reunión “un diagnóstico de las organizaciones superiores de Dirección Empresarial” para destacar, cómo no, “la existencia de estructuras sobredimensionadas; incrementos en los presupuestos de gastos; exceso de reuniones y trámites; y una excesiva centralización de funciones, actividades y aprobaciones de competencia empresarial”. Se queda corto, y con este tipo de planteamientos, todo seguirá igual.

Parece mentira que el equipo dirigente castrista no acepte la realidad del trabajo por cuenta propia, y su papel relevante en el progreso económico del país. Empeñarse en reflotar las empresas estatales es negar una realidad que no admite discusión. Los recursos económicos no dan para más y se necesita una gestión más eficiente que permita atender las demandas sociales. Las empresas estatales son una ruina para el presupuesto que no admite soluciones parciales. En el Cuadro se presentan los resultados.

 

Los cubanos deben saber que los ingresos no tributarios (en color azul, los que el estado obtiene de forma directa de las empresas) descendieron entre 2012 y 2017 de 19.962 millones de pesos a 14.597 millones de pesos, un -26,8%. El desplome es contundente y guarda relación con el cierre de empresas antes referido. Sin embargo, los gastos de la actividad no presupuestada ( en color rojo, básicamente los subsidios a las empresas) crecieron de 10.826 millones de pesos a 22.453 millones de pesos, un incremento del 107,4% en el mismo período. 

Con ingresos en caída libre y gastos en expansión, el ajuste presupuestario exige cambiar el modelo porque es inservible. Si se presta atención, el estado comunista pasa de un superávit de 5.500 millones de pesos en 2012 (color amarillo) obtenido a partir de las empresas estatales, a una situación de grave déficit en 2017, por importe de 11.627 millones de pesos. La empresa privada permitiría al estado liberar esos recursos económicos para destinarlos a otras funciones. Ni más ni menos que un 60% del presupuesto. El empeño y la obcecación ideológica por la empresa estatal socialista, simplemente no se justifica.

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