Los efectos del ajuste silencioso que Murillo niega sobre los trabajadores cubanos: unos datos

Elías Amor Bravo, economista
En Granma, un artículo titulado ¿Cómo Cuba avanza sin terapias de choque?, con motivo del XXI Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) que se está realizando estos días en La Habana, vuelve de nuevo a ocultar verdades con respecto a la evolución reciente de la economía de la isla, que tienen consecuencias muy negativas sobre los trabajadores.
La información es la que es. Los datos se encuentran publicados por la Oficina Nacional de Estadística (ONEI) y lo único que hay que hacer es consultarlos. Rotundamente, no es cierto que la actualización del modelo económico no esté generando costes sociales elevados para los trabajadores cubanos. Es más, desde que este proceso arrancó en 2006 con la llegada de Raúl Castro y sobre todo, a partir de 2012, la calidad de vida y bienestar de la clase trabajadora se ha resentido, se han producido intensos ajustes en el empleo y la productividad, y las empresas se han ido cerrando sin dar más explicaciones. Una política de ajuste silencioso, dura, similar a la que practican organismos internacionales como el FMI, que tanto critica el régimen castrista.
Murillo lo sabe, pero nada dice de todo ello. Es directo responsable de la dirección del proceso.
Los datos que confirman la dureza del ajuste son los siguientes:
1.- Bajo nivel salarial. El sueldo medio mensual de un trabajador cubano se sitúa en 767 CUP, el equivalente a 32 dólares al cambio ficticio actual (1:24). Si se compara con la productividad aparente del trabajo, estimada en 1.803 CUP por trabajador y mes, la conclusión es que el trabajador recibe menos de la mitad del valor de su producción en concepto de salario. ¿A dónde va el resto? El salario del trabajo en Cuba es uno de los más bajos del mundo. Y además presenta notables desigualdades por sectores entre el más alto, que se paga en la industria azucarera, 1.236 CUP al más bajo, que casualmente se paga en Educación, cultura y deporte, alrededor de 532 CUP, una diferencia entre ambos del 132%. Ya dirán de que justicia social, cuando cambiar de trabajo es una quimera.
2.- Destrucción acelerada del empleo. En 2015 había en Cuba 4.713.700 personas ocupadas. Esta cifra disminuyó en 2017 a 4.474.800 ocupados, un descenso en dos años del 5,1% equivalente a 239.000 personas. Además, el empleo no estatal creció, pero en muy poca cuantía, solo 9.000 personas, pasando de 1.378.500 a los 1.387.300. El balance de las reformas en términos de empleo deja mucho que desear. Todavía en 2017 más del 70% de los cubanos trabaja para el estado. El sector del azúcar que es el que paga mayores salarios, pierde un 10% de los empleos desde 2014. En la educación, cultura y deporte, la destrucción del empleo supera el 12%.
3.- Se reduce de forma significativa el número de empresas. Advirtieron que las entidades con pérdidas serían eliminadas, y lo han cumplido. Lo que ocurre es que el ajuste se ha cebado en las empresas, y no en el sector presupuestado, donde todo lo que se genera es pérdida en la medida que exige financiación estatal, gasto corriente. Desde 2012, han extinguido 449 empresas siendo este uno de los indicadores que mejor refleja la intensidad del ajuste duro y silencioso de Murillo. En concreto, el porcentaje de reducción ha sido del 20%, mientras que las entidades del sector presupuestado, también han descendido, pero solamente un 5,8% en el mismo período. El ajuste ha sido asimétrico, orientado con criterios políticos e ideológicos.
4.- Pensiones insuficientes. La pensión media se ha situado en un nivel de 285,71 CUP, un 63% inferior al salario medio, que ya es por sí bastante bajo. Y además, desde 2012 el número de pensionistas ha aumentado, como consecuencia del envejecimiento acelerado de la población, pasando de 1.663.551 a 1.669.510 personas. El gasto total en pensiones en dicho período ha aumentado un 9,8%, superando los 5.000 millones de CUP, más del 5% del PIB.
5.- Descontrol de la siniestralidad laboral. Desde 2012 cuando se perdieron en promedio, 69,3 días-hombres como consecuencia de accidentes de trabajo, se ha pasado en 2017 a un promedio de 85,7 días, lo que supone un incremento significativo del 23%. Por otra parte, el coeficiente de mortalidad que mide el número de accidentes fatales por mil trabajadores también ha aumentado desde 2012, pasando de 20,8 a 26,5, con un crecimiento del 30%. Estos dos resultados ponen de manifiesto la ineficacia de las medidas de prevención de riesgos, que son fundamentales para los trabajadores.
6.- El consumo del gobierno, en forma de gratuidades entregadas a la población, se ha estancado entre 2012 y 2017. El importe total en precios constantes de 1997 para descontar los efectos de la inflación, ha pasado de 12.743 millones CUP en 2012, a 12.969 millones CUP en 2017, con un aumento en dicho período de solo un 1,7%. Esto empobrece a los cubanos, por cuanto dicho consumo incluye bienes y servicios como salud, educación, asistencia social, vivienda, cultura deporte y recreación, en suma, los “logros de la revolución” que se añaden a la cesta de consumo de las familias. Esto ha exigido un mayor esfuerzo de gasto a los trabajadores cuyos bajos sueldos no han conseguido compensar. La combinación de ambos apunta a un deterioro del nivel de vida.
7.- Los precios se han disparado. Si se toma el deflactor del PIB como indicador de tensiones inflacionistas en la economía, ya que en Cuba no es posible elaborar un IPC como en otros países, dado el peso que tiene el consumo estatal en la cesta de bienes y servicios, la evolución ha sido claramente expansiva. Con el índice de precios, con base en 1997, el deflactor del PIB ha pasado de 45,5 en 2012 a 73,7 en 2017, un incremento global del 64% que en promedio anual se sitúa en un 11%. Las tensiones inflacionistas son consecuencia de las políticas de ajuste (como los “precios topados”) que han limitado la oferta obligando a pagar precios más elevados. No están corregidas, e irán previsiblemente a más.
Murillo dijo en su intervención ante la CTC, que “Cuba no renuncia a las bases de su sistema económico, porque la participación estatal en la producción es la que da la posibilidad de una distribución equitativa en la sociedad de los recursos materiales generados en el país”. Además, indicó que “defender la propiedad social sobre los medios de producción y fortalecer esa empresa estatal socialista es por tanto clave para continuar enfrentando los desafíos económicos para los próximos años”, para concluir diciendo que “lo que no sucederá en Cuba es que se implementen terapias de choque, afirmó, cuyas víctimas son siempre los trabajadores”.

Esta entrada del blog viene a confirmar que Murillo no ha dicho toda la verdad en su intervención, y que en Cuba, el ajuste silencioso de sus medidas se nota, y causa daños, como en cualquier otra economía. Y lo que es peor, no sirve de nada. Lo veremos. 

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