Remesas a Cuba: ¿mucho o poco?¿Qué hacer?
Elías Amor Bravo, economista
Un magnífico trabajo realizado por The Havana
Consulting Group ha estimado la cifra de dinero que en la última
década ha llegado a Cuba en forma de transferencias, remesas o
mercancías enviadas por las familias de la diáspora. El estudio
calcula en 57.269 millones de dólares a lo largo del período 2008 a
2019, de los cuales, 29.948 millones de dólares corresponden a
dinero en efectivo y el resto, 27.321 millones de dólares a
diferentes mercancías enviadas por cubanos residentes en el
exterior, principalmente en Estados Unidos. Solo en 2018 entraron a
la isla unos 6.500 millones de dólares en estos dos tipos de
transacciones, que se reparten casi al 50% entre dinero y mercancías.
El dato permite concluir que las remesas ha sido
el principal activo financiero de la economía cubana. Uno de los
motores principales que permiten al régimen financiar las
importaciones de bienes, materias primas, alimentos o tecnología que
necesita la economía. Un hecho que, por otra parte, no es nuevo.
Muchos países consiguieron superar el subdesarrollo gracias a la
aportación de los nacionales residentes en el exterior. Sin ir más
lejos, España, en la década de los años 60 del siglo pasado
experimentó un intenso proceso de transformación industrial gracias
a las remesas enviadas por los españoles que trabajaban en las
factorías alemanas y francesas. Gracias a esos fondos, en España se
crearon oportunidades para abrir pequeñas empresas y negocios, e
incluso, adquirir viviendas para ser destinadas a residencia o al
mercado del alquiler en las zonas turísticas. El dinero del exterior
fue un elemento fundamental para el desarrollo español.
En la actualidad, observamos el impacto benéfico
de las remesas en todos los países que aspiran a superar el
subdesarrollo económico. Un reciente estudio del Banco Mundial
permite comprobar que en América Latina y Caribe las remesas de los
residentes en el extranjero alcanzaron en 2018 cifras muy destacadas
convirtiéndose en motores impulsores de sus economías. México, por
ejemplo, recibe 35.659 millones de dólares y se sitúa a gran
distancia del resto de países.
Por ejemplo, la República Dominicana, con una
población similar a la de Cuba, pero con mucha menos población
residente en el exterior, recibió en remesas en 2018 un total de
6.789 millones de dólares, es importante retener esta cifra, que
práctica triplica a la obtenida por Cuba. Ecuador, por ejemplo,
obtuvo remesas por importe de 3.086 millones de dólares. Pero es que
Guatemala recibió 9.573 millones de dólares y El Salvador 5.458
millones, que se presentan en el Cuadro.
Importe de las remesas por países
y su evolución (millones de dólares)
-
20172018% variaciónMéxico32.27135.6599,3Guatemala8.4499.57312,7República Dominicana6.1786.7899,9Colombia5.5316.41115,9El Salvador5.0545.4587,9Honduras4.3234.7469,8Perú3.0513.2506,5Ecuador2.8493.0868,3Haiti2.7222.9869,6Cuba2.5002.7009,0
Es importante observar que todos estos países
reciben en concepto de remesas mucho más dinero que Cuba, pese a
contar con poblaciones inferiores en la diáspora. Hay algo que
explica que Cuba recibe menos dinero en remesas (con sus 2.500
millones se sitúa incluso por debajo de Haiti). Cuba se beneficia de las remesas y los envíos de
mercancías, pero lo hace en mucha menor medida que otros países.
¿Es quizás culpa de ello el bloqueo o la amenaza de sanciones de
EEUU a la isla? No parece que así sea.
La explicación, una vez más, se encuentra en el
peculiar sistema económico, por calificarlo de algún modo, que
existe en Cuba. La prohibición al ejercicio de derechos de
propiedad, unido a la inexistencia de mercado para asignar recursos y
el dominio por parte del estado de la economía, hacen que las
remesas enviadas a la isla por la diáspora, tengan una finalidad de
asistencia social, de cobertura de necesidades inmediatas (como
alimentación, ropa, calzado, y en el mejor de los casos, alguna
estancia en un hotel y un teléfono celular). Los ecuatorianos, guatemaltecos o
dominicanos que envían dinero a sus familias pueden capitalizar esas
remesas en forma de activos, por ejemplo, una tierra, un solar, un seguro para la vejez, o
construir, una o varias viviendas. De ese modo, con el trabajo en el extranjero se van construyendo un patrimonio
que, con el paso del tiempo, se canaliza al mercado para obtener más rentas, con la venta o alquiler. En
Cuba esta práctica en imposible, y por ello, la remesa no contribuye
a construir el capital patrimonial del país. Todo lo contrario. Es
un gasto corriente, básicamente de consumo, que tiende a compensar
el bajo nivel de poder adquisitivo de los salarios y la inexistencia
de otras rentas, como las del capital o los ahorros.
En tales condiciones, las remesas no sirven para
que la economía cubana de un salto adelante y se desarrolle, como
ocurrió y ocurre en otros países, y actúan esencialmente como un
instrumento de recaudación de divisas para el estado centralista, que las detrae
de la circulación por medio de la doble moneda que sigue sin ser
eliminada porque es un valioso instrumento para interferir en las remesas que reciben las familias.
Un uso inteligente de las remesas, que ya están
alcanzando importes destacados, debería permitir a los cubanos, tanto los que viven en la isla como los que forman parte de la diáspora, construir un patrimonio personal y realizar inversiones en los proyectos
emprendedores que se van creando en la isla, así como participación
en empresas estatales que podrían ir siendo privatizadas. Las
remesas, bien gestionadas, podrían servir para impulsar de forma inmediata la
construcción de viviendas en Cuba, de las que tan necesitado se encuentra el país, o desarrollar la agricultura y sobre todo,
construir una oferta turística complementaria e innovadora. Se ha
perdido esta oportunidad en los últimos diez años, pero el futuro no está escrito.
The Havana Consulting Group estimó que en la
actualidad, los ingresos de remesas (en dinero y mercancías) suponen
un mayor peso en la economía cubana que el total del intercambio
comercial conjunto de Cuba con Venezuela y China, de unos 4.200
millones anuales. Del régimen comunista depende que esa cifra sea
superior y además, que tenga los efectos benéficos que han tenido y
tienen en otras economías.
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