¿Cómo lograr que las cooperativas no agrarias funcionen?
Elías Amor Bravo, economista
El movimiento cooperativo no agrario cubano, a pesar de sus
características y limitaciones, es un torrente de aire fresco en la
atmósfera enrarecida y mediocre que ha generado el régimen
comunista en la economía de la isla. En realidad se trata de empresas que
ofrecen productos y servicios de calidad a precios competitivos, en
una amplia gama de actividades y sectores. Poco importa su forma organizativa.
Estas
cooperativas, que surgieron hace un lustro, como una de las novedades
raulistas en
la actualización del modelo económico y social cubano, han ido
ocupando posiciones destacadas
en la economía. Sin duda,
una buena noticia. Un
artículo en Cubadebate sobre el movimiento cooperativo en Villa Clara, va más allá y afirma que “representan
un buen acompañamiento para la empresa estatal socialista”, aunque
reconoce “que
restan elementos por mejorar para que el experimento aumente sus
frutos, y a tono con la nueva constitución, pase a ser realidad
fehaciente”. Lamento decir que no soy tan optimista, y creo que
hace falta mucho más que eso. Lo que falta es voluntad política.
Lo
cierto es que las cooperativas no agropecuarias, una de las pocas opciones que tienen los cubanos para desarrollar el espíritu empresarial, han empezado
a funcionar en actividades
tan distintas como la gastronomía,
la comercialización de aves, la recogida de materias primas, los
servicios contables o la producción de clavos para herrar.
A pesar de la notoria variedad, a todas les unen
problemas
comunes. Uno de ellos,
los proveedores.
Proveedores
de todo tipo. Por ejemplo, para
encargar los trabajos de mantenimiento que se necesitan en cualquier
negocio cada cierto tiempo. Al parecer,
nadie nos quiere prestar el servicio. Lo atribuyen a la palabra
“cooperativa”, que consideran que genera trabas. En otros casos,
los proveedores no están autorizados para actuar y deben consultar a
sus órganos superiores. En la mayoría, ni responden. Y lo curioso
es que las cooperativas presentan una
situación financiera mejor
que las empresas estatales, y son capaces de realizar inversiones no
solo a corto plazo, sino a largo, para mejorar sus negocios.
En
otros casos, los proveedores no son
autorizados a vender sus productos a las cooperativas, porque lo
prohíbe su dueño, el estado. Por
ejemplo, La Concha se queja
que Palmares
no puede vender
pintura, nylon retractilado para el servicio de meriendas o equipos
de refrigeración. Por su parte, el
Ministerio de Turismo tampoco facilita esos productos. Al final, las
cooperativas se ven obligadas a recurrir a las tiendas minoristas. Y
entonces se produce el lío.
¿Por
qué las empresas estatales niegan sus servicios a las cooperativas?
El absurdo llega a las cooperativas de servicios contables y
auditoría que no consiguen que les vendan papel en los que realizar
su trabajo diario. Ya están igual que Granma, sin papel. Además, les
ponen zancadillas de todo tipo, como firmas, dictámenes de abogados
o cambios en las proformas, cuando intentan llegar a acuerdos con
establecimientos estatales, como Almacenes
Universales para adquirir material de oficina.
Las
cooperativas quieren convertirse en un cliente más para las empresas
estatales y dejar de realizar prácticas que se perciben por las
autoridades como acaparamiento
de ciertas mercancías, cuando se ven obligados a comprar sus insumos
en los mercados minoristas, ante la ausencia de mayoristas
capacer de atender sus necesidades. Tontas
son las empresas estatales por no aprovechar esta oportunidad de dar
servicio a un segmento emergente del mercado.
La
burocracia castrista
prefiere limitar
y frenar
la capacidad de relación de las cooperativas no agrarias con las
empresas estatales. Lo
hacen para evitar que estas cooperativas crezcan. Siempre el mismo odio enfermizo hacia la libertad económica, la prosperidad y la riqueza. En
cierto modo, las
autoridades del
régimen se vengan
contra estas
entidades,
que se hicieron cargo hace unos años de empresas estatales
moribundas e ineficientes. Que
las
han reflotado
y
convertido en proyectos dinámicos y prósperos, simplemente por
sustituir sistemas de gestión comunistas, por otros similares a la
empresa privada. Los obstáculos que
ponen son
de tal dimensión que, en algunos casos las cooperativas se ven
obligadas a importar productos del exterior que en el interior no les
sirven las empresas estatales. Y ello, a pesar de las consignas de
sustitución de importaciones de Díaz-Canel y los suyos.
Es
una lástima esa
desconfianza hacia
un sector nuevo en el país. Y buena parte procede de las autoridades
empeñadas en prácticas burocráticas que restan agilidad a las
cooperativas. Incluso, para situarlas por debajo de otras entidades a
la hora de establecer relaciones comerciales, como hace el Mintur que
prioriza a hoteles de Gaviota y empresas estatales en la venta de
insumos de hostelería. El respeto a los contratos es necesario, pero
no suficiente para el éxito empresarial. Las condiciones de la
negociación exigen un dinamismo y una oportunidad que en muchas
ocasiones es difícil de plasmar en los documentos jurídicos.
En
otros países, donde el fenómeno del cooperativismo funciona
normalmente, no existen estas incomprensiones, burocracias o
planteamientos absurdos. La norma que regula el ejercicio empresarial es la
misma, y las diferencias jurídicas se resuelven sin entorpecer los
procedimientos y el funcionamiento operativo. La lógica del
beneficio, individual o colectivo, sirve para establecer reglas
comunes y eficientes.
La
gestión de una cooperativa no tiene por qué ser diferente a la de
cualquier empresa. Rentabilidad
y planificación son los mismos ejes que definen el modelo de gestión
empresarial. La falta de voluntad política de las autoridades frena
esta posición, sobre la que parece existir amplio acuerdo. Nos
encontramos ante una realidad en la que las cooperativas quieren dar
pasos decisivos para fortalecer
sus estructuras. Orientándose al mercado, proporcionando bienes y
servicios acordes con las necesidades de los clientes y a precios
competitivos.
Al parecer el régimen quiere que la
solución esté en más burocracia. Anuncian la creación del Grupo
de Atención a las cooperativas no agropecuarias, dependiente del Consejo de
administración provincial de Villa Clara, como dice Cubadebate, "en el que
confluyen las
empresas, organismos arrendadores como Palmares o las Unidades
Empresariales de Base, junto a instituciones como la ONAT, el
Ministerio de Seguridad Social o el Banco Central de Cuba". Sinceramente, esa no es la
solución al problema. Por muy buenas que sean las intenciones, "acercar
posturas y buscar las mejores vías para solucionar los problemas
entre cada entidad, y hacerlo en un entorno dominado por la
complejidad
económica", simplemente no garantiza que se resuelvan las carencias actuales.
La
línea de acción que recomiendo debe ir dirigida, y
en eso coincido con Cubadebate, “a trabajar
en otros elementos como la política de precios, el control
económico, el beneficio de la seguridad social o un aumento en la
calidad y la estética de algunos productos y establecimientos”, en
definitiva, y esto es de mi cosecha, trasladar lo que
representa el espíritu
empresarial moderno al ámbito de gestión
de estas cooperativas/empresas,
permitiendo que como formas de gestión liberalizadas/empresas puedan
conseguir sus objetivos, abrir espacios para el desarrollo de sus
actividades y ganar en rentabilidad y sostenibilidad. Todo eso será
bueno para la economía.
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