¿Auge del consumismo en Cuba? Pautas para entender el proceso

Elías Amor Bravo, economista
En estos días especialmente complejos para la economía cubana, en los que se hunden las estadísticas de turismo y las ventas de alimentos en las distintas formas comerciales, sorprende comprobar cómo los diarios oficiales del régimen hacen propaganda, mostrando largas colas de cubanos a las puertas de las tiendas donde se venden los electrodomésticos y piezas de autos. Parece mentira que estos mismos diarios se auto definan como “comunistas”, y al mismo tiempo, hagan exaltación de este alarde de consumismo materialista.
Desde luego, vanagloriarse de la existencia de estas colas, y de que la policía tenga que vigilar a los compradores, no deja de ser una anormalidad para los que estamos acostumbrados a acudir de forma habitual a un establecimiento comercial, buscar lo que necesitamos entre una oferta amplia y variada, pagar el precio y marcharnos sin más. Pero tengo la impresión que el comunismo castrista, en uno de los momentos más difíciles de su historia, se ha agarrado a este tronco que flota, que habían preparado con esmero durante los últimos meses. Lo que no tengo claro es cuánto tiempo puede durar la euforia y tanto alarde.
Lo cierto es que las medidas de drenaje de remesas a las familias adoptadas por el régimen puede que acaben dando resultado, y las arcas vacías del estado se llenen con esta fuente de ingresos que debería ser de los cubanos y para construir sus pequeños patrimonios. La gente se arremolina en las pocas tiendas autorizadas para comprar cualquier tipo de enseres, y más de uno ya lleva consigo las tarjetas electrónicas, lo que indica que la recepción y/o entrega de las mismas por las entidades bancarias autorizadas se ha agilizado de forma muy destacada. Habían previsto siete días de plazo, si mal no recuerdo.
Así que los cubanos que tienen dólares, o cualquier otra divisa, podrán dar el espectáculo de alarde consumista que se presenta en las fotografías de la prensa oficial del régimen, y hacerse con neveras, lavadoras, lavavajillas o ruedas y neumáticos, todo lo que se comercializa en estos establecimientos. El dólar o el euro enviado por las familias en forma de transferencia a las cuentas permite obtener estos resultados. Antes, cuando el régimen no había estudiado esta fórmula, el destinatario de la transacción era lo que se denomina una “mula”, y todo quedaba en manos privadas y en el ámbito de la economía informal. Ahora el régimen interviene, y saca a un número indeterminado de cubanos que se ganaban la vida todos los meses con este tráfico de mercancías, que no parecía tener fin.
Al final, lo peor de todo esto es la cara que se les debe quedar a los otros cubanos. Si. A todos los cubanos que no tienen familia en el exterior, que creyeron al 100% en los mensajes absurdos de un futuro mejor, donde el hombre nuevo, a imagen y semejanza del Che Guevara, daría lugar a un mundo distinto y desde luego humanista. Pues bien, este sueño, 60 años después, se ha convertido en la peor pesadilla de desigualdad, en la que quienes tienen familia en el exterior y reciben remesas pueden comprar todo tipo de artículos en las tiendas y abrir cuentas en divisas en los bancos estatales, mejorando su nivel de vida y alardeando de consumismo, que no de comunismo, pero el cubano de a pie, aquel que solo ingresa 30 dólares al mes de sueldo medio, lo tiene muy difícil.
Las imágenes de ostentación se van a regar como la pólvora, hasta la prensa internacional se hace eco de ellas, señalando de forma equivocada, que tal vez en Cuba no se viva tan mal. Lo más probable es que no tardemos en ver cómo el régimen pone fin a alguno de estos procesos que generan profundas situaciones de desigualdad y rencor. Por eso, la gente salió corriendo el primer día hacia las tiendas de los electrodomésticos, porque durante 60 años los cubanos han sido testigos en muchas ocasiones de las veleidades de sus dirigentes comunistas, que cuando algo sale mal, simplemente “mandan a parar”, sin dar más explicaciones.
Ahora tal vez esperen un poco más de tiempo porque las arcas del estado están completamente vacías, y no se ve en la distancia a un nuevo patrocinador de las aventuras castristas, como lo fue Venezuela que ha entrado en parada cardíaca. El viaje de Díaz-Canel ha sido un fracaso, en lo que a captar dinero se refiere, y en cualquier país democrático ya habría peticiones de comparecencia en el parlamento para explicar los resultados del viaje, pero en Cuba, una vez más, nadie podrá decir nada, y todo seguirá como siempre.
Y digo lo de los dólares, porque de pronto, como si fuera espuma, la cotización del dólar se ha elevado a 1,35 dejando atrás al CUC completamente noqueado y listo para su eliminación. La gente que atesoró la moneda con la que se operaba en el sector abierto de la economía, puede empezar a tener problemas para conseguir el canje. Nadie querrá CUC y los cambios a dólar van a generar tensiones inesperadas en el mercado formal e informal, lo que no es bueno para la economía privada. El régimen quiere dar la puntilla a los trabajadores por cuenta propia y mantenerlos bajo control, y mira por dónde el dólar de EEUU le va a dar una oportunidad de oro para hacerlo. Esto ya no hay quien lo entienda.

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