Cuba y China se lanzan a enseñar español con inteligencia artificial

Elías Amor Bravo, economista
Los chinos son comunistas, pero desde hace décadas su economía funciona bajo los principios del mercado, los derechos de propiedad privada, la libertad económica y la libre empresa. Allí donde ven oportunidades de negocio, las explotan. Poco importa ya lo que decía el manual del “buen comunista” de Mao, aquel “libro rojo” que tantas vidas supuso su aplicación por la fuerza a la población china durante la llamada “revolución cultural”.
Los chinos del siglo XXI no dan puntada sin hilo, y saben qué hacer para ganar dinero. Y nadie en el comité central del partido comunista chino se raja las vestiduras ni entona mea culpas en referencia a los tiempos ya olvidados de miseria y escasez de Mao. Cierto que los derechos humanos tienen mucho campo para desarrollarse en el gigante asiático, pero hoy por hoy toca crecer, prosperar y plantar cara, si se puede, a la primera potencia económica mundial. Y en ello están desde hace tiempo.
Por desgracia, los comunistas cubanos siguen al pie de la letra las enseñanzas de Fidel Castro y no han sido capaces de emprender la vía hacia la libertad económica y la propiedad privada que, por mucho que se cuestione, es el paso necesario hacia el pluralismo y las libertades políticas. No quieren perder el control ni de la economía ni de la política. Los comunistas cubanos han estudiado el escenario y no mueven ficha. El argumentario se mantiene inalterado desde que cayó el muro de Berlín y se acabó el vivir a costa de los subsidios soviéticos. La culpa siempre es del embargo, EEUU es un enemigo empeñado en acosar a Cuba, que luchará por mantener su modelo económico socialista/comunista que nunca cambiará, porque así se ha dejado claro en la constitución. Ni más ni menos.
Sin embargo, a veces, este argumentario se cae hecho pedazos por las evidencias de los hechos. Y entonces, los dirigentes cubanos tienen que dedicarse a adaptar la propaganda. Es lo ocurrido tras la visita del ministro de educación cubano a China, y proceder a la firma de un convenio de colaboración en materia de enseñanza del español utilizando, ni más ni menos, que la inteligencia artificial. Los chinos no se andan con boberías.
Nada que ver con el “Yo si puedo”, con el que el castrismo ha inundado al mundo subdesarrollado, sobre todo de América Latina, para enseñar a leer a decenas de miles de personas, y tampoco nada que ver con la campaña de “alfabetización” de los primeros años de euforia revolucionaria, cuando a los guajiros les enseñaban las señoritas de la alta sociedad habanera, obligadas a trasladarse al oriente de Cuba para esa misión. Nada de eso. Lo que se acaba de firmar en China es muy importante por varios motivos.
Primero porque se trata del idioma español, que con 500 millones de hablantes a nivel mundial pasa por ser una lengua en crecimiento, en todo el planeta. Eso se llama mercado en expansión y desde luego, nada es gratis para los chinos.
Segundo, es sorprendente es que los chinos hayan elegido al régimen castrista como partner en esta operación, existiendo el prestigioso Instituto Cervantes español, que es el que entrega certificaciones del idioma en todo el mundo y posee una amplia y extensa red de centros en todo el mundo. Habrá que prestar atención a cualquier subcontratación durante el proyecto al instituto español, porque entonces si que se tendría que denunciar la operación.
Y tercero, más sorpresa aún es que Cuba, con su actual economía, se lance a un proyecto de inteligencia artificial. Bienvenida la isla a la cuarta revolución industrial, pero mucho me temo que este algodón se va a ensuciar. Más pronto que tarde. La inteligencia artificial, entendida como la capacidad de las máquinas para pensar y resolver problemas que tienen mucho que ver con las capacidades humanas, se antoja como algo que está a años luz de la triste realidad tecnológica cubana, donde todavía los terminales de puntos de venta o la penetración de internet, alcanzan las tasas más bajas del mundo.
La realidad es que Cuba está muy atrasada en todo lo relativo a digitalización y nuevas tecnologías de información y comunicaciones. Y China también, aunque ellos tienen el dinero suficiente para comprar y encargar lo que necesitan. En cualquier caso, es una pareja dispar en la que uno lo tiene todo, y el otro va de acompañante pandereta. ¿Es acaso este el modelo al que aspira Díaz-Canel para el desarrollo económico de Cuba? ¿Una especie de colonización tecnológica que solo puede acabar en dominación y dependencia? No lo sé, pero sellar acuerdos de cooperación entre gobiernos que se dicen llamar “socios” debería estar más igualado o al menos tener un resultado común. Creo que China es el ganador de esta relación, que se lo lleva todo. Luego vendrán las lamentaciones castristas de siempre.
Los chinos han observado la demanda mundial que existe de aprender español. Ellos, los primeros. Y por medio de convenios de colaboración baratos con las universidades de Estudios Internacionales de la provincia china de Hebei, y las cubanas de Camagüey y Central de Las Villas, ponen en marcha un proyecto que será millonario, en beneficios claro está. Es de suponer que el gobierno de Díaz-Canel defienda la parte que le corresponde del pastel, y si no lo hace, son bobos, porque este negocio da beneficios y muchos. Y además, para largo tiempo, porque la inteligencia artificial, una de las tecnologías disruptivas de la cuarta revolución industrial, apenas acaba de empezar a mostrar sus numerosas e interesantes aplicaciones. Ojalá que solo se dediquen a la enseñanza del idioma español. Lo más grave sería que se dirigieran a aplicar la inteligencia artificial en otras cosas.

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