Sobre las cuentas y tarjetas en dólares: aquí hay gato encerrado

Elías Amor Bravo, economista
La campaña que está lanzando la prensa oficial castrista para informar sobre el uso de las nuevas cuentas en dólares y las tarjetas magnéticas viene a confirmar lo que ya se sabía: los índices de bancarización en la economía cubana son muy bajos, y el país muestra un considerable atraso en el uso y práctica de las operaciones financieras más habituales en otros países del mundo.
Lamentablemente, ha sido así desde los tiempos “revolucionarios” cuando se decidió la confiscación de todos los bancos privados y los depósitos, medidas que fueron aplicadas con contundencia por el entonces ministro de economía, Che Guevara. De modo que la eliminación de la actividad bancaria privada en Cuba y la creciente desconfianza de la población hacia estas entidades, hizo que hasta no hace mucho tiempo, algo tan sencillo y habitual para muchas personas, como abrir una cuenta, operar pagos e ingresos con ella, emitir talones o usar tarjetas de débito o crédito en cajeros en Cuba era inexistente.
El funcionamiento con efectivo para realizar los pagos en una economía es un indicador de atraso económico, social e institucional. En Cuba, según datos de ONEI, el efectivo en circulación alcanza casi el 30% del PIB, una cifra realmente abultada que contrasta con los datos de otros países1.
Desde hace décadas, y gracias a los avances en las nuevas tecnologías (que en Cuba han llegado más tarde por la desidia de los dirigentes de la economía) la población opera con los bancos utilizando sus cuentas corrientes y otros instrumentos para apoyar las transacciones. Países con niveles de desarrollo económico y social inferiores a Cuba despliegan para sus ciudadanos el uso y la práctica de la banca electrónica y telefónica, cuando abrir sucursales es costoso, y con ello, facilitan notablemente pagos e ingresos, y la realización de todo tipo de actividades mercantiles. El uso de tarjetas, el llamado dinero plástico, es habitual y se encuentra bastante extendido en todos los países, y con las fórmulas online del comercio, se ha disparado a nivel mundial.
Por desgracia, durante décadas, en Cuba, no existía espacio para este tipo de prácticas bancarias. Los cubanos, generalmente aquellos que trabajan para el estado (el 75% de la población ocupada) han estado cobrando sus sueldos en efectivo y muy pocos los reciben en forma de transferencias en sus cuentas bancarias. La realidad es que la apertura y mantenimiento de cuentas en los bancos es una actividad limitada en la economía cubana.
Antes se ha destacado que el efectivo en circulación respecto al PIB alcanza un 30% si se tiene en cuenta el indicador más amplio de cantidad de dinero, que añade a la magnitud anterior los depósitos en bancos, se alcanza un 58% del PIB2, lo que supone que otro 30% es la dimensión de los activos en los bancos, una cifra realmente reducida. El escaso grado de implantación de la actividad bancaria en Cuba, y las limitaciones para realizar pagos e ingresos en las cuentas, viene explicado igualmente por la escasez de terminales y cajeros en los distintos establecimientos financieros y comerciales. En definitiva, un atraso difícil de corregir e inexplicable.
Y todo ello llega en un momento en que, desde el lunes 21 de octubre, comenzó la habilitación en el país de cuentas en dólares y la emisión de tarjetas magnéticas para las compras de bienes de equipo. La pregunta inmediata es ¿por qué no se generaliza la autorización de cuentas y tarjetas para todo tipo de operaciones económicas, y no solo para cortocircuitar las ventas de equipos por las “mulas”? ¿Qué intereses oculta el régimen para definir una operación de estas características?
Hay varias pistas para comprender esta apuesta de los comunistas en Cuba.
Primero, las cuentas solo pueden recibir fondos procedentes de transferencias desde el exterior, básicamente las actuales remesas que se tramitan contra cuentas bancarias. También los ingresos pueden tener su origen en transferencias desde otras cuentas en divisas o transferencias entre cuentas del mismo producto, y finalmente recibir depósitos en efectivo en todo tipo de divisas, como dólares estadounidenses, euros, libras esterlinas, dólares canadienses, francos suizos, pesos mexicanos, coronas danesas, coronas noruegas, coronas suecas y yenes japoneses.
Un cuentapropista, o un agricultor independiente que ganan dinero en sus negocios, y acumulan fondos, por ejemplo, no podrán utilizar esta cuenta y la operatoria asociada a la misma para la compra de bienes de equipo. Tampoco lo podrá hacer una cooperativa, ya que la operativa se reserva a personas naturales.
La voluntad de las autoridades es drenar remesas del exterior, y a tal fin se señala que con estas cuentas no se admiten depósitos en pesos cubanos (CUP), ni en pesos convertibles (CUC). Esta última moneda ha perdido todo interés, como consecuencia de su caída libre en los mercados informales de la isla, de modo que puede estar tocando a su fin. El régimen insiste en que las cuentas y las tarjetas que se refieran a las nuevas cuentas solo podrán estar en dólares, lo que implica la conversión a la moneda de EEUU del resto de divisas y en el caso que un cliente desee realizar un depósito y solo cuente por ejemplo, con euros en efectivo se le aplica el cambio vigente al dólar en el día.
Segundo, el control de la entrada de remesas es tan absoluto que al titular de estas cuentas solo se le permite realizar transferencias por los canales electrónicos establecidos a otra persona natural que tenga una cuenta con tarjeta asociada de la misma naturaleza. Una persona que tenga una cuenta en la que, por ejemplo, cobre su nómina, o un botero que obligatoriamente paga sus consumos de diesel o gasolina, no podrán recibir transferencias de estas nuevas cuentas. Las restricciones impuestas por las autoridades impiden la consolidación de un sistema bancario y limitan la actividad de las remesas a un sector abierto de la economía, el de las importaciones de equipamientos domésticos y piezas de autos. Desde esta perspectiva, parece difícil lograr el objetivo de desarrollar la economía.
Tercero, las normas mantienen el gravamen del 10% sobre los depósitos en efectivo en dólares. Sin embargo, al importe de las transferencias recibidas en esta moneda por vía electrónica no se les aplica el gravamen. Esto obliga a los titulares de estas cuentas, si no quieren ser penalizados en el importe del dinero que reciben, a realizar de forma instantánea las operaciones económicas y comerciales que se financian con los fondos recibidos. Si se produjera, por ejemplo, un deseable ahorro en la compra del equipo, y sobrase una cantidad de dinero, quedando como depósito en la cuenta, entonces se le aplicaría el gravamen del 10% por los bancos. Por mucho que se justifique esta práctica con el embargo o bloqueo, no tiene argumento de defensa alguno.
Por último, las autoridades han establecido que las tarjetas magnéticas solo podrán utilizarse en las tiendas de los comercios seleccionados y en las empresas de comercio exterior, y solo para las importaciones que se soliciten. No se podrán usar en cualquier establecimiento, una limitación más. Luego dicen que se autoriza su uso en los demás servicios disponibles por el banco emisor en los canales de pago electrónicos, tales como pago de servicios, compra por terminales de puntos de venta en el resto de la red de tiendas comerciales o realizar extracción de efectivo en los cajeros automáticos, entre otros, lo que supone una contradicción que tendrán que aclarar. En todo caso, las autoridades insisten en que no se restringe la utilización de las tarjetas en otros servicios habilitados, sin precisar cuáles, aunque ello pueda suponer un descenso en el saldo de la cuenta y de la capacidad de compra en los comercios seleccionados para operar en dólares. Las autoridades preocupadas por la disminución del saldo de las cuentas de personas naturales. Increíble.
En ese sentido, los pagos de las compras en los comercios se deben realizar con las tarjetas, de forma electrónica, por medio de los terminales del punto de venta, y se prevé que en una segunda etapa se pueda utilizar el comercio electrónico para las ventas que en dólares en aquellos establecimientos seleccionados y en las entidades de comercio exterior. Igualmente, se aceptan en los pagos las tarjetas internacionales visa y Mastercard, además de las nacionales ais, con un nuevo producto de la Financiera Cimex (Fincimex), así como los nuevos productos del Sistema red. También todas las solicitudes de importación deben ser pagadas en las entidades del comercio exterior con las tarjetas, mediante los terminales, y a partir de disponer de los fondos en la cuenta, se pueden efectuar los pagos al exterior con el instrumento de pago, que se acuerde con el suministrador. Finalmente, las devoluciones de los bienes adquiridos, que requieran el retorno del dinero, serán canalizadas solo por vías electrónicas establecidas por Fincimex, a través del terminal del punto de venta para garantizar que se ejecuten en tiempo real.
En suma, cuentas que se pueden abrir en un número reducido de bancos, todos ellos propiedad del estado y en determinadas sucursales de los Bancos Metropolitano, de Crédito y Comercio y Popular de Ahorro. Cuentas que se abren sin saldo mínimo, por personas naturales que solo precisan mostrar su carnet de identidad, y que se pueden operar de forma individual e indistinta, que acaban otorgando una tarjeta para realizar compras en una red específica de establecimientos, y no otros, y además se deben pagar en dólares por cuanto los precios se establecen en esta moneda. Qué quieren que les diga? Aquí hay gato encerrado. Mucha prudencia en las operaciones a realizar. Ahora más que nunca, ¿no creen?


1Según datos de CEPAL, en 2018, República Dominicana, 18%, Jamaica 12,4%, Haití 16%
2Según CEPAL y en 2018, República Dominicana 26,5%, Jamaica 25,3%, Haití 25,3%

Comentarios

  1. Mira en Cuba y en cualquier país socialista el menor de los problemas es la moneda, se trata de sistemas donde no existe ninguna garantía para el inversionista extranjero y el nacional simplemente no existe. La figura clave en el desarrollo del capital es el inversionista, que arriesga su capital en predicciones y visiones al margen del capital mismo. Los inversionistas le huyen al socialismo como a la peste, por eso cayó Venezuela y Cuba lleva 60 años de miseria progresiva. El que 4 gallegos peste a pata inviertan en Cuba creyendo que van a ser los primeros cuando aquella mierda se caiga por el peso de la miseria no harán de Cuba un país mejor. Solo la separación de poderes incluyendo el poder financiero, la cultura y la prensa pueden crear leyes que garanticen la inversión a largo plazo, en todo caso, como diría Churchill el socialismo solo da para la repartición igualitaria de la miseria.

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