¿Por qué no hay puré de tomate en las tiendas de Cuba?

Elías Amor Bravo, economista
En medio de esta grave crisis de la economía cubana, algunas noticias que saltan al periódico oficial comunista merecen especial atención. El presidente Díaz-Canel dijo en una de las reuniones que viene manteniendo con los distintos sectores de la economía, que es necesario “explotar las potencialidades del país en materia industrial, por su elevado impacto para la economía nacional y su relevancia en la sustitución de importaciones”. No es malo que el término “explotar” se instale en el lenguaje oficial del régimen castrista. Ya era hora. A ver si le pierden el miedo, y empiezan también a hablar de cosas tan nobles e importantes y necesarias para una economía, como enriquecimiento, acumulación de riqueza, inversión y beneficios. Todo se andará.
Apoyar la industria de un país es de sentido común. En particular, si se tiene en cuenta los problemas estructurales que existen en Cuba con relación a la fabricación de envases y embalajes, con la industria química, la agroindustria azucarera, la no azucarera, la alimentaria en general; los productos farmacéuticos, biotecnológicos y biomédicos; también con los recursos hidráulicos, la construcción, transporte, industria ligera y turismo. En fin, para que emplearse a fondo en la elaboración de una relación de distintas actividades, cuando el problema de la industria es general y se resume en dos o tres palabras: abandono, falta de productividad y obsolescencia.
Y ¿por qué ocurre esto en la actividad industrial cubana? La respuesta es sencilla. Pregunten al dueño de las empresas, que es el único responsable de esta situación. Si. Pregunten a Díaz-Canel como representante del estado, único titular de las empresas que operan en la economía en el ámbito de la actividad industrial. Hasta la fecha, que se sepa, el trabajo por cuenta propia solo se autoriza en el sector de servicios y en actividades de bajo nivel de productividad. 
La industria, las empresas industriales pertenecen al estado, y por tanto, el responsable de su pésimo estado y mal funcionamiento es el presidente. Según el noticiero estelar de la televisión cubana, que cita Granma en la nota que sirve de referencia a esta entrada del blog, “el sector precisa de una renovación tecnológica debido a que sus entregas no satisfacen la demanda actual y se importa anualmente una elevada cantidad de materias primas y productos”. Pues bien, si todos estamos de acuerdo, por qué no se ponen a trabajar.
Parece que sí, y que existe, cómo no, un “proyecto de desarrollo previsto hasta 2030”. En el régimen castrista, donde el paso del tiempo tiene una dimensión distinta a la de otros países y las urgencias acaban siendo archivadas, que se disponga a una fecha distante como 2030 la solución a los problemas de la industria tiene varias lecturas: se puede agravar la situación, no se consiga atrapar el resultado de la investigación y su aplicación a la tecnología, y lo que es peor, se mantenga un escenario crítico, en el que nadie cree que la industria pueda acabar siendo competitiva y lograr atender las necesidades básicas de los cubanos.
Esto viene a cuento porque en la misma edición de Granma aparece otra noticia que pone de manifiesto en qué medida la industria cubana se encuentra atrasada y abandonada por su único dueño. Hago referencia a la información según la cual, el diario de los comunistas celebra como un gran acontecimiento, que “a pesar del déficit de materia prima que ha enfrentado la industria, las conservas de tomate volverán a la red de comercio a partir del mes de noviembre” después de haber desaparecido prácticamente en los últimos meses. Tomate en conserva. Si. Un producto básico, esencial para la cocina cubana, que lucha por volver a las desabastecidas bodegas del régimen castrista. Lo nunca visto. Un producto sencillo de fabricar, que no entraña grandes complicaciones y para el que Cuba está preparada, ya que la materia prima no la tiene que ir a buscar a ningún sitio.
Los cubanos están acostumbrados, después de 60 años, a una convivencia forzosa con productos de poca o nula presencia en las bodegas. Una vez es uno, otra vez otro. Las latas de tomate, que se fabrican por una empresa estatal, dependen de las entregas de materia prima, es decir de tomate. Los planificadores que tanto saben, estimaron unas entregas de tomate para el año 2019 de 79.940 toneladas de tomate, pero como siempre, la planificación no acierta en sus planes y solo se recibieron 22.814 toneladas, un cumplimiento del plan de solo 28%, y entonces, nadie hizo nada, y por eso desaparecieron las latas de tomate. Hay que sacar el tomate de donde sea, ¿no es así?
Entonces la pregunta es ¿a quién importa que solo se hayan logrado 6.733 toneladas de productos terminados equivalentes al 35% de lo concebido? En Cuba, el mercado no puede sancionar con su comportamiento este tipo de resultados, porque el sistema no lo permite. Al dueño de las empresas de latas de tomate, el estado castrista, le importa un bledo, es decir nada, que los cubanos puedan llevar puré o salsa de tomate a sus mesas. Es un asunto por el que nadie le va a pedir explicaciones. Y todos tan contentos, porque la rentabilidad de las empresa pasa a un segundo plano, su marketing (es decir, satisfacer a los consumidores) es desconocido, y por tanto, si no hay tomate, salsa o puré, el cubano tiene que “resolver” con otras cosas. Y así van 60 años. Y nadie protesta ni dice nada. Increíble.
No hay justificación alguna para que no existan materias primas o insumos para la producción de latas de tomate en conserva. Si en Cuba no se producen, por cualquier motivo, se busca el aprovisionamiento fuera y se traen contenedores de República Dominicana, México o Haiti. Si, es posible que no haya divisas, pero este es un ejemplo de que una vez más el estado comunista antepone sus prioridades a la libre elección de los ciudadanos. Es la regla del juego en Cuba, o la tomas o la dejas.
Hay que decir a los cubanos que existe otro modelo económico en el que cuando vayan todos los días al mercado encontrarán sin problema aquello que buscan. Podrán elegir entre muchas marcas y comprar la que realmente les satisfaga por precio y calidad. Que no se puede vivir con la espada de Damocles de qué va a faltar hoy en la bodega, y que el único responsable de esta situación es el estado comunista, dueño absoluto de la industria, las tierras, las infraestructuras, en suma, de todo el capital productivo de la nación. Si ese capital productivo pasara a manos privadas, la situación sería muy diferente. Los productos estarían siempre en la red de ventas minoristas, las industrias podrían invertir sus beneficios en I+D, pagar salarios más elevados a los trabajadores, ser más productivas, atender las necesidades de elección y consumo de la población y exportar excedentes con los que obtener más ingresos.
Ese modelo existe y Cuba lo disfrutó antes de 1959. Volver a él es posible y necesario. En vez de perder el tiempo con arengas y consignas que no van a ningún sitio, del estilo de reducir importaciones, trabajar más, etc, etc, lo que hay que hacer es reintegrar el capital productivo de la nación al sector privado y dejarlo funcionar libremente. El ejemplo de la situación de la industria, y las latas de tomate, bien lo vale. Hay que salir de la cápsula del tiempo castrista y respirar hondo. El futuro es mucho mejor que el pasado.

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