¿Es conveniente invertir en Cuba ahora?
Elías Amor Bravo, economista
En estos días un grupo de "altos
funcionarios castristas", acompañados de una agencia de
comunicación española, están presentando por toda la península la llamada
“Pro Cuba”, una especie de agencia castrista para atraer el
capital extranjero a la isla. Y como no podía ser de otro modo, los
protagonistas de esta "road movie" están consiguiendo alguno de sus
objetivos. De momento, que la prensa económica que leen los
empresarios y hombres de negocios españoles hable de Cuba.
En principio, nada que objetar. Los
partidarios de la libertad de expresión no vamos a cuestionar un
ejercicio que, precisamente en Cuba, está prohibido por el régimen.
Habría que escuchar a los disidentes la opinión que tienen al respecto, pero en Cuba, ya lo sabemos, esto simplemente no es posible. Sin embargo, y desde la distancia ideológica que es tan respetable
como cualquier otra, entiendo que los responsables de esta agencia “Pro Cuba” deberían estar explicando las cosas de otro modo bien distinto.
Por ejemplo, pienso realmente que la
confianza de las autoridades castristas en que la inversión
extranjera pueda sentirse atraída por las reformas emprendidas
en la isla durante los últimos años, es excesiva. Los resultados,
en líneas generales, están ahí, y no se ha alcanzado una mayor
eficiencia en las actividades de la economía, ni se ha producido el
necesario cambio de mentalidad para que el capital extranjero pueda
tener suficiente seguridad jurídica para operar en Cuba. El último Informe de la Fundación Heritage es demoledor.
El embajador castrista en España, Eugenio
Martínez, ha ofrecido a los medios unas declaraciones que
si bien en líneas generales tienen buena letra, por desgracia, la
música sigue estando desafinada. Me explico. Es muy importante que
Cuba promueva la diversificación de sus socios comerciales para
evitar una excesiva dependencia de un solo país. Podemos estar de
acuerdo con el embajador castrista. La dependencia de la antigua
Unión Soviética fue una auténtica desgracia para la economía, en
términos de ineficiencia, burocracia y atraso. Sin embargo, antes de
1959, el marco de las relaciones con Estados Unidos había permitido
a Cuba convertirse en la Suiza del Caribe y alcanzar uno de los
niveles de renta percápita más altos del mundo. Y no hace falta
insistir que fue Fidel Castro, en persona, el que cambió una dependencia por
otra.
Por otro lado, nadie discute la
existencia de oportunidades que para los empresarios españoles en
sectores como la energía, la agroalimentación o el turístico.
Incluso en muchos más como la farmacía, la biotecnología o la distribución logística. Desde los lejanos tiempos del "período especial" una avanzadilla de
empresas españolas, muchas de ellas pequeñas y medianas, se
lanzaron a apoyar la demanda de capital, tecnología y técnicas de
gestión y administración de empresas, procedente de la Isla, pero de
la misma forma que fueron, regresaron, y muchos, no sólo sin haber
realizado sus proyectos, sino que acabaron mal vendiendo sus
opciones, con un fracaso rotundo.
Es posible que las empresas más grandes pudieran
tener una evolución distinta, como por ejemplo, el sector hotelero,
donde la figura de la “asociación económica internacional” ha
permitido desarrollar fórmulas de gestión con bajo nivel inversor
habida cuenta de la preponderancia del estado castrista como titular
de la participación mayoritaria en los activos. Sin embargo, no todo
es turismo, y otras fórmulas de inversión previstas en la Ley 118
no parece que estén dando los resultados buscados.
En cuanto a las expectativas de las
futuras relaciones con EEUU, todavía hay tiempo. No es cierto que ahora hay que tomar posiciones de urgencia y cuanto antes, frente a una
previsible entrada mayoritaria del vecino del norte. Aún falta mucho
tiempo para que ese desembarco se pueda producir, si finalmente se da, y a los cantos de
sirenta no conviene prestarles atención.
España ha sido generosa con el régimen
castrista, con la condonación de una deuda que se asumía
incobrable, superior a 2.500 millones de euros, y la firma de
importantes acuerdos para el desarrollo de fórmulas de cooperación.
Se anuncia, incluso, un desembarco español en Cuba para confirmar
ese puesto de tercer socio comercial de Cuba, tras China y Venezuela,
que se encuentra bien respaldado por las generosas coberturas de
operaciones de seguro de crédito a la exportación a medio y largo
plazo a través de la empresa pública CESCE en previsión de futuros
quebrantos en los negocios.
Todo ello está muy bien, pero hay que
pedir a la contraparte castrista más esfuerzos. La economía que ha
surgido del VII congreso del PCC no está preparada para el fomento
de la actividad privada. Se mantiene la empresa estatal socialista
como eje del modelo, la ausencia de derechos de propiedad y
acumulación privadas y el apartheid de los cubanos en los negocios
internacionales. Un nuevo capitalismo de estado monopolista se está
abriendo a la inversión extranjera, sino que se haga lo necesario
por fortalecer el mercado interno de la isla, aumentar el poder
adquisitivo de los cubanos y permitir el desarrollo de sus actividades libremente. La
distancia que separa a Cuba del resto de países del mundo que desean
atraer capital extranjero es muy grande y salvo la disponibilidad de
capital humano, el resto de indicadores cotiza bajo, muy bajo en los rankings internacionales.
Hay que hacer más esfuerzos para
cambiar las estructuras que no funcionan. España sabe mucho de ello
y podría dar lecciones. El Plan de estabilización de 1959, por
ejemplo, fue un revulsivo para la economía española que dejó atrás
una visión autárquica y pobre como la que impera actualmente en
Cuba, permitiendo el desarrollo económico del país. Quienes
planifican las inversiones internacionales de sus empresas no tienen
mucha confianza en los "road movie" de funcionarios. Sobre todo cuando
vienen de un país en el que circulan dos monedas, y en el que todos
los enunciados políticos e ideológicos insisten de forma sorprendente que “las
transformaciones económicas del régimen tienen que evitar que haya
una concentración excesiva de propiedad y riqueza”. Y concluyen
que Cuba nunca dejará de ser socialista. Hay que estar atentos.
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