Los auditores no deben ser represores
Elías Amor Bravo, economista
Ayer se dieron a conocer los resultados
de la X Comprobación Nacional al Control Interno
emprendida por el régimen castrista, a cargo de la Contraloría
General de la República. Una actividad que se realiza en todos los
países del mundo, porque los mecanismos de control y auditoria de
las empresas son fundamentales para garantizar la solvencia de la
información utilizada por los agentes y con ello adoptar las
decisiones más adecuadas para afrontar los escenarios complejos en
que se desarrolla la actividad productiva.
En el régimen castrista, los objetivos
de la controvertida Contraloría suelen ser bien distintos. Este año,
en concreto, se han empleado a fondo, según una nota en Granma, en
“revisar el impacto de la descentralización de facultades al
sector empresarial, las medidas implementadas para enfrentar el
envejecimiento poblacional, así como el otorgamiento de subsidios a
la población”. La conclusión de los responsables se puede
calificar de lamentable. Por un lado, se insiste en que “falta
mucho por andar en el camino de la eficiencia”.
Por otro, las acciones mostraron 20
presuntos hechos delictivos y 7 de corrupción, a la vez que se han
aplicado 1.119 medidas disciplinarias a responsables directos y
colaterales. Entre el empeño por alcanzar eficiencia y la labor de
castigo a los gestores, parece evidente que la actuación de la
Contraloría castrista va mucho más allá de lo que las normas de
auditoría internacional establecen al respecto, convirtiéndose en
un órgano más de represión estatal.
Durante el ejercicio fueron evaluadas
396 entidades. La prioridad de la Contraloría ha sido determinar la
correcta aplicación de 35 Lineamientos y la realización de 123
auditorías especiales, de las cuales solo un 42% obtuvo calificación
de aceptable, mientras que el 58% restante fue evaluado como
deficiente y mal.
¿Qué nos están diciendo estos
resultados?
Primero, que son controvertidos. Por un
lado, se constatan los avances del sector empresarial tras
el proceso de descentralización de facultades, en
busca de una mayor eficiencia, pero por otro, el informe revela la
“persistencia, en algunos casos, de los planes esquemáticos, los
incumplimientos del encargo estatal (fundamentalmente en
entidades agropecuarias), así como fichas de costo mal elaboradas y
tratamientos contables incorrectos”, sin preguntarse sobre el por
qué de estos hechos.
Por otra parte, respecto a las medidas
para afrontar el envejecimiento poblacional, se destacó “su
impacto positivo en el bienestar de este grupo de edad, no así en el
control administrativo, contable y jurídico de las entidades
municipales que intervienen en su aplicación”. En la misma línea,
el informe destacó “insuficiencias en los procesos inversionistas
y los mantenimientos de las casas de abuelos y hogares de ancianos y
se observaron vulnerabilidades en la base legislativa de los
ministerios de salud pública y de trabajo y seguridad social”. Al
final, las inversiones siguen dando problemas de organización, y
sobre todo su cuantificación y registro queda postergada en la
agenda estatal por la ejecución de los gastos corrientes y de
consumo, que alcanzan en la economía castrista un porcentaje muy
superior al de otros países.
Finalmente, el informe se centró en el
control de la “concesión de subsidios a personas para la
adquisición de materiales de la construcción, un asunto que
las autoridades dicen que va alcanzando un mejor control y
satisfacción en la población, si bien se mantienen las dificultades
con los medios de pesaje, el desabastecimiento de productos
como el acero y los áridos y el descontrol en los puntos de venta”.
Una distribución más flexible y abierta podría dar solución a
estos problemas administrativos que no se producen en otros países.
Además, los programas complementarios
examinados, donde se ha concentrado la actividad penal, “reiteraron
irregularidades en los contratos, pagos indebidos a trabajadores por
cuenta propia, inventarios con faltas y sobras, así como descontrol
en los combustibles y cuentas por cobrar y pagar con saldos
envejecidos y sin conciliar. Por estos conceptos se determinaron
cuantiosos daños al presupuesto del Estado y al de las entidades”.
¿Cuál es la gravedad de estos
resultados obtenidos por la Contraloría?
El mismo informe lo ha destacado. Las
acciones develaron 20 presuntos hechos delictivos y 7 de corrupción,
al tiempo que han sido aplicadas 1.119 medidas disciplinarias a
responsables directos y colaterales.
Ese empeño por controlar y
fiscalizar la actividad empresarial, difícil de ejecutar en la economía castrista, por la
maraña de normas absurdas que el modelo estalinista ha ido creando
durante 58 años, vicia de contenido y valor el esfuerzo por mejorar
la calidad de la información empresarial, y se centra en la acción
penal contra los responsables de las empresas, a los que se pide
expresamente, “trabajar más con las normas”, al tiempo que se
reivindica como modelo, “el papel determinante de la empresa
estatal socialista en el desarrollo de la economía”. Insisto, ese empeño no está en el ADN de los órganos especializados de auditoría y control empresarial que, como ya se indicó, cumplen otras finalidades.
Asombroso,
realmente, un anacronismo que pone de manifiesto el intenso debate
que existe en este momento dentro de la dirigencia castrista sobre si
profundizar en el proceso de reformas o mantenerse fieles a la línea
histórica de la llamada revolución con todos sus esquemas, planes y procedimientos de mediados del siglo pasado. Lo cierto es que cada vez queda
menos tiempo para resolver estas cuestiones, y lo peor es que parece que no
quieran darse cuenta.
Comentarios
Publicar un comentario