Con el comercio no se juega
Elias Amor Bravo, economista
Lejos de conseguir sus
objetivos, mucho me temo que las normas jurídicas, que acaban de
anunciarse por la viceministra primera del Ministerio de Comercio
Interior (Mincin), Odalis Escandell García, sobre el trabajo
por cuenta propia y las cooperativas no agrarias CNA, que entran en
vigor a partir del 2 de mayo próximo, no van a hacer otra cosa que
generar más confusión y distorsiones en el funcionamiento de la
economía castrista. Y si no, tiempo al tiempo.
Las seis disposiciones
legales vinculadas al funcionamiento de lo que llaman “las formas
no estatales”, negando así el carácter emprendedor de las mismas,
en las actividades de gastronomía y comercio, tienen como principal
objetivo que "los precios de los productos ajusten su funcionamiento a
las leyes de oferta y demanda", si bien, una de cal y otra de arena,
se mantienen excepciones en determinados productos calificados “de
sensible impacto para la población”. Precisamente, esta
convivencia entre precios libres y topados es uno de los factores que
apuntan a que este conjunto de medidas será otro fracaso anunciado.
A partir de la entrada
en vigor de las nuevas normas, las cooperativas no agropecuarias
(CNA) y trabajadores por cuenta propia en sistema de arrendamiento
(los otros, no, sin saber por qué) reciben autorización del régimen
para realizar las compras de sus insumos directamente a las entidades
productoras y empresas mayoristas. Este conato de redes logísticas
en la economía castrista, en la que los intermediarios
históricamente fueron penalizados y eliminados por la llamada "revolución", con las
consecuencias de todos conocidas, nace mal diseñado y con un grave
error de concepto que cualquier estudiante de primer curso de
Economía podría explicar.
¿Por qué no reconocer
abiertamente la necesidad de empresas de distribución e intermediarios? ¿Por qué
ese rechazo visceral a la actividad empresarial privada en la
intermediación comercial? Por supuesto que la rehabilitación de los
canales comerciales en Cuba resulta esencial para que los
consumidores puedan elegir productos y servicios libremente, y a los
precios más competitivos, de modo que todos ganen. Es condición
necesaria, pero no suficiente. Quienes piensen que el problema se
resuelve solo en el ámbito de la comercialización, no son
conscientes que en el origen, precisamente en las condiciones de la
producción y la oferta, es cómo se puede mejorar el funcionamiento
del mercado de demanda y oferta, despejando incertidumbres en los
canales de acceso a los suministros y ejerciendo un efecto positivo
sobre las relaciones coste beneficio a la vez que se evitan las
prácticas especulativas que afectan negativamente a la población.
Sin ese esfuerzo previo
en el ámbito de las condiciones de producción de la economía, las
reformas comerciales, por muy necesarias que sean y aun cuando queden
a medio camino de lo que se tiene que hacer, no llegan a ningún
sitio. Más bien todo lo contrario. Tengo la impresión que estas
medidas se orientan, principalmente, a que las corporaciones
estatales ineficientes del régimen, como Cimex, Copextel, Seisa, Acinox,
fuertemente integradas en sus procesos, puedan dirigir sus
operaciones de venta a los nuevos actores de la economía nacional,
los trabajadores por cuenta propia, que son los únicos que tienen
capacidad de generar valor añadido.
Además, las
zancadillas continúan. Como ya se ha señalado, la norma solo
permite a los trabajadores por cuenta propia en situación de
arrendamiento aprovisionarse de forma directa de sus insumos. Ahora
bien, para que estos emprendedores puedan arrendar al estado locales
para realizar sus actividades de gastronomía y servicios
comerciales, el Mincin, exige que dicha actividad solo sea posible en
aquellos establecimientos donde no existan condiciones para el
funcionamiento de una CNA. Una excepcionalidad más. Las prioridades están claras. Los
emprendedores, los últimos en elegir.
Pero además,
aquellos trabajadores por cuenta propia que consigan que el estado
les arrienden espacios para sus actividades (evidentemente, locales
que nunca serán de su propiedad) se verán obligados a asumir la
reparación de los mismos. Y si lo hacen, serán exonerados del pago
del arrendamiento hasta dos años. Algunos analistas han querido
comparar esta nueva medida con el desbroce de los campos de marabú
por parte de los arrendatarios de tierras. Medidas que, realmente,
vistas en perspectiva, no han dado tampoco los resultados previstos.
Con los derechos de propiedad no se juega, y el régimen debe
entender, de una vez por todas, que el emprendedor por cuenta propia
quiere que su negocio sea de su propiedad. Hacerlo crecer, ganar
dinero y aumentar la escala, está entre las funciones de todo buen
empresario. Con medidas como las anunciadas, no hay nada que hacer a
este respecto.
Ni se consigue la
implicación de los emprendedores con la calidad y oferta de sus
servicios, ni tampoco con las condiciones estructurales de unos
locales que nunca serán de su propiedad. Y qué se puede decir de un
arrendatario que entrega los espacios en condiciones inadecuadas que
exigen la intervención y el mantenimiento por los inquilinos. El
estado castrista, dueño de toda la riqueza nacional, no atiende las
necesidades de reparación de los activos físicos de su propiedad,
ni siquiera los que alquila previo pago de un precio, y así está el
paisaje urbano de la Isla, cercano a la destrucción.
Por otra parte, con
estas normas, las autoridades introducen más distorsiones en el
funcionamiento de los mercados, al fijar una serie de actividades o
“programas priorizados”, como ahorro energético, reparación de
calzado ortopédico, merienda escolar y sistema de atención a la
familia que podrán adquirir los insumos con los descuentos que
establecerá el Ministerio de Finanzas y Precios (MFP). El por qué
estas actividades y no otras, es una cuestión que no se puede
comprender.
La carga tributaria que
recae sobre las CNA, independientemente de las actividades que estas
realicen, se mantiene con el amplio abanico de impuestos sobre ventas
y servicios, por los impuestos sobre la utilización de la fuerza de
trabajo, sobre utilidades, la contribución a la seguridad social, y
la contribución territorial para el desarrollo local. El régimen
debería saber que cuantas más tasas graven la formación de los
precios de los productos y servicios que venden los emprendedores por
cuenta propia y las CNA, mayor será la tensión a incrementar sus
precios, por mucho que se intente controlar y reducir sus márgenes.
En ocasiones, ya he
señalado las graves consecuencias que se derivan de los precios
topados: una demanda superior a la oferta, que provoca escasez.
Productos con precios topados a partir de ahora, como los refrescos
gaseados, la cerveza y el ron de producción nacional, así como los
cigarros, los tabacos y productos elaborados como el pollo, empezarán
a escasear muy pronto.
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