Argumentos para no invertir en Cuba ahora

Elías Amor Bravo, economista

El embajador de Cuba en España, Eugenio Martínez ya comenzó la ronda de contactos con empresarios y organizaciones de empresarios para animarlos a invertir en la isla. Nada nuevo. Este tipo de "road movie" forma parte de la agenda de la diplomacia internacional y lo extraño es que, hasta ahora, no lo hayan hecho. Les deseo los mayores éxitos. Pero creo que el argumentario elegido simplemente, deja mucho que desear y carece de credibilidad.

Por ejemplo, ¿cómo es posible que se incentive a las empresas a invertir en la industria energética y de la construcción de Cuba, señalando que son sectores en los que existen "grandes oportunidades" además, “en el contexto actual”?

Cualquiera que visite la isla se da cuenta de que esta afirmación está llena de trampas. La actividad constructora en Cuba se encuentra en manos de empresas estatales que agonizan ante la falta de materiales, proyectos e ideas. Las unidades familiares cubanas solo pueden tener, como máximo, dos viviendas según la legislación. Una para residir habitualmente, la otra, de manera excepcional, para disfrutar en zonas de vacaciones. Los inversores extranjeros solo pueden comprar una vivienda para residir en el país y otra, en su caso, para la sede de su empresa. Esa limitación del mercado plantea no pocas dudas a la viabilidad del sector.

No se permite acumular viviendas, ni tampoco riqueza. El negocio de alquiler de viviendas está prohibido. La mayor parte de las viviendas que se construyen en el país se acometen por medio del llamado “esfuerzo propio”, que apenas sirve para apuntalar el patrimonio existente. A todo ello se tiene que añadir la confusión existente con el marco de los derechos de propiedad tras las confiscaciones de la llamada revolución, lo que deja en suspenso, en muchos casos, la ocupación de viviendas que, en su momento, podrán y deberán ser reclamadas y devueltas a sus legítimos propietarios.

La confusión existente en relación con la vivienda alcanza tales dimensiones que nadie sabe muy bien cómo andar en ese complejo mundo en que profesiones como los notarios tratan de hacer su trabajo de reconstrucción del patrimonio inmueble tras décadas de marginación y olvido. Y todo ello, sin instituciones crediticias hipotecarias o acceso a los seguros, entre otras.

En tales condiciones, anunciar a “bombo y platillo” en los actos de Pro Cuba, la agencia cubana para la promoción de la inversión exterior en la isla, las oportunidades de inversión en construcción, supone ocultar la situación real de un sector que se caracteriza además, porque la participación de la formación bruta de capital fijo en el PIB, apenas un 7% es de las más bajas del mundo, y además, apenas muestra indicadores de mejora. Martínez tiene razón cuando reconoce que la economía cubana "no genera recursos suficientes" para desarrollar la construcción por sí misma, pero de ahí inferir que la solución puede venir de la inversión extranjera es muy aventurado.

La solución, si existe actualmente, depende de un cambio integral en el sistema jurídico e institucional que regula los derechos de propiedad en Cuba. Y eso, después del cónclave comunista, no parece que se vaya a producir. El inversor extranjero que ponga su dinero en este sector en la Isla, siguiendo las indicaciones de los funcionarios cubanos, puede salir muy mal parado. Por ello, no estoy de acuerdo que las empresas españolas se puedan quedar atrás a la hora de invertir en la construcción en Cuba. Sin duda, habrá mucho tiempo y oportunidades para hacerlo en el futuro en situaciones menos confusas que las actuales.

La otra actividad para la que Pro Cuba despliega su “road movie” es lo que califican de "deficiente matriz energética" de Cuba, especialmente en el ámbito de las energías renovables, por cuanto el 95% de la energía que se genera en la isla procede de hidrocarburos, la más contaminante. Lo que no dicen es que precisamente se potencia esa industria contaminante gracias al petróleo procedente de Venezuela, que es una de las principales partidas de reexportación de la economía castrista desde los tiempos del petróleo ruso. Aunque quieran prepararse para una parálisis en los suministros casi gratuitos de Venezuela, simplemente no llegan a tiempo con las renovables. Y la parálisis energética del país está servida. Mucho cuidado con este sector.

Hablan también del papel de la inversión extranjera española en el sector agroalimentario cubano, otro sector que languidece tras el cierre del sector del azúcar decretado por Fidel Castro a partir de 2002, y la baja productividad de una agrícultura de bajo nivel tecnológico, dominada por el sectoe estatal y sus derivados, cuya contribución al PIB es de solo un 3,7% y que precisa cada año importar alimentos para atender las necesidades de la población. Otro sector cuando menos complejo y arriesgado.

Los responsables de Pro Cuba han vuelto a sugerir la inversión en la industria del alojamiento, y es verdad que el turismo extranjero crece a tasas superiores desde la reunión Obama Castro, alrededor del 15% al año, tasas nunca vistas antes. Pero también es cierto que las tasas de ocupación de la oferta hotelera existente siguen por debajo de las expectativas y por ello, la planta hotelera sobre todo en las categorías más elevadas, lleva estancada unos dos o tres años. Invertir en este sector podría ser interesante si el régimen permitiera la diversificación y sobre todo, que los ciudadanos cubanos que regentan paladares, por ejemplo, pudieran recibir inversión extranjera. Ello, sin embargo, sigue sin ser autorizado.

En cuanto a las variables que se utilizan para atraer al inversor, como es la “seguridad” en la isla, sin duda uno de los países más seguros de Latinoamérica, es cierto, pero pagando el alto precio de la represión, la falta de libertades y de pluralismo político y el calificativo de “subversión” a cualquier actividad que no se someta a la dirección ideológica comunista. Una seguridad cuando menos controvertida. Por otro lado, es cierto que los indicadores de desarrollo social alcanzados por Cuba son muy altos en los informes de la ONU, pero el contraste que produce la experiencia de la realidad es otro signo que se debe cuidar a la hora de “vender” a los inversores extranjeros oportunidades en la Isla.

Se tiene que reconocer que el embajador ha sido muy claro en cuanto a los planteamientos totalitarios que el régimen lanza a la inversión extranjera, y que se concretan en que el empresario que vaya a invertir en Cuba está avisado de antemano. La prioridad del régimen es "dar paso a un modelo de crecimiento sostenido que combine la planificación y la diversificación del mercado", con la participación de empresas mixtas de propiedad estatal y cooperativa o privada. Quién no se atenga a esto, mejor no arriesgue. Desde 1959 muchos descendientes de españoles continúan esperando las devoluciones de sus derechos confiscados y aunque es cierto que ha llovido mucho desde entonces, esa relación "singular" y "extraordinaria" que posee España con la isla que ha llevado a más de 200 empresas españolas a operar en la isla, puede acabar mal porque el régimen y los dirigentes que provocaron aquellas decisiones siguen siendo los mismos que ostentan el poder.

La historia siempre tiene un espacio reservado para quienes no cometen errores y son tratados injustamente. Desde los tiempos de Franco, y al poco tiempo de la expulsión de Lojendio de Cuba, la España franquista colaboró en la puesta en marcha de una serie de medidas para flexibilizar el embargo, el bloqueo y todo lo demás. Las exportaciones siempre alcanzaron crecimientos de dos dígitos y las condonaciones de deuda obtenidas por el régimen han sido muy destacadas, lo que ha facilitado el desarrollo de las comunicaciones postales, los servicios financieros, la exportación de productos comerciales y las telecomunicaciones. Eso ya es estar en Cuba, ¿no?

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