A propósito del desasbastecimiento en los comercios cubanos
Elías Amor Bravo, economista
Parecía una broma de mal gusto pero no lo es. El desabastecimiento de los comercios cubanos ya está reconocido por el régimen comunista; no lo ocultan y ni más ni menos que una mesa redonda de Randy ha dedicado su espacio a esta cuestión, con la participación de Betsy Díaz Velázquez, ministra de comercio interior, y los directivos del Mincin, Francisco Silva Herrera, Director General de Ventas de Mercancías, Yosvany Pupo Otero, director de ventas minoristas y Mirurgia Ramírez Santana, directora general de servicios.
La preocupación social está servida. Muchos cubanos temen lo peor. Que un nuevo “período especial” pueda estar llamando a la puerta. No es así. No se trata de un nuevo período especial, pero puede llegar a parecerse mucho. Por parte de las autoridades, culpar a la aplicación del título III de la Ley LIBERTAD, es igualmente un engaño. No es cierto. Estos problemas de abastecimiento tienen su origen en el hundimiento de la economía cubana desde 2016, cuando empezaron a reducirse los envíos de petróleo procedentes de Venezuela. Son tres años de caída libre, de reducción de la oferta, de planes fallidos, y eso no hay quien lo aguante, ni la economía de los Castro. En fase agónica.
El principal problema del régimen es su incapacidad para resolver la escasez, miseria, ausencia de libertad de elección en los comercios por los cubanos. Pero esto no es de ahora, es de siempre, desde 1962 cuando se introdujo la terrible libreta de racionamiento, que lleva 57 años funcionando. Todo un récord de incompetencia e ineficacia. Y por qué ocurre ésto, se preguntan los cubanos.
La respuesta está en el proceder del régimen, que en todos estos años no ha aprendido que en cualquier economía, cuando se decide apostar por una falsa equidad en la distribución y se interviene en los mercados, se distorsiona el ajuste de la oferta y demanda, y con ello empiezan los problemas. Por ejemplo, la inestabilidad de la red comercial cubana tiene su origen en ese absurdo empeño que lleva a los responsables ministeriales a pasar más tiempo contando cuántas salchichas o botellas de gel se colocan en los mercados, que a determinar si a la gente les gustan las salchichas o prefieren bañarse con jabón. Decidir por los demás es lo más absurdo que puede hacerse en una economía. Y este es el problema principal de Cuba.
En la mesa redonda de Randy no se habló de esto, y es lamentable observar a los directivos del ministerio hablando del número de huevos, salchichas o croquetas, sin especificar cómo llegan estos productos a los mercados minoristas. No existe una red logística en la isla orientada por las necesidades de los distintos clientes, todo se ejecuta por procedimientos que carecen de racionalidad y eficiencia porque se basan en decisiones de burócratas planificadores que rara vez se cumplen. La distribución comercial se planifica de forma independiente a la producción, y los mayoristas y minoristas no se hablan entre ellos. Me querrán decir cómo se puede acertar con este modelo.
No tengo la menor duda que el desabastecimiento preocupa al gobierno, como dijo la ministra en la mesa redonda. Lo debería estar. Las crisis de consumo, los aumentos de precios excesivos, suelen ser fuente de malestar social, y en Cuba, donde no se puede elegir de otra forma, la sensación de caos es incluso mayor, lo que puede generar en cualquier momento un estallido social, porque los cubanos ya no aguantan más. No es cierto, como dijo la ministra que “muchas personas apoyan las medidas de control”. Eso no es cierto. Ni la eterna "canasta normada", ni la libreta de racionamiento son soluciones de futuro. Lo saben los castristas, pero así y todo, vuelven a ellas cada vez que surgen problemas. En vez de apostar por la libertad y flexibilidad que es la vía correcta.
Para tener en cuenta la influencia nefasta del régimen político sobre el comercio en Cuba valen algunos datos de la mesa redonda de Randy. Por ejemplo, si se acepta, en general, que la gente se relaciona más o menos con 500 productos, en Cuba, casi la mitad, 198 pertenecen a lo que denominan “venta normada”, el instrumento para la práctica de la falsa equidad que reivindica el régimen. Una canasta tan reducida que los cubanos, con salarios medios de 30 dólares al mes, no tienen más remedio que acudir a otras formas comerciales donde los precios son muy superiores, como consecuencia de la reciente debilidad del CUC. De ese modo, se rompe el “pacto” de la economía castrista con los cubanos: yo te pago un sueldo bajo, pero te ofrezco gran número de gratuidades. Conforme estas se reducen, y los salarios no crecen, mucha gente pierde confianza en esos burócratas planificadores y contadores de huevos, de salchichas, de pollos o de jabones, que jamás aciertan en sus predicciones.
Y, cómo no, los “hechos delictivos”. Cada vez que el régimen comunista tiene una ocasión aprovecha para penalizar comportamientos sociales que responden a los estrechos y limitados márgenes que tratan de imponer a los agentes económicos. Los hechos delictivos en el comercio cubano se explican por los temores de la población a que las cosas sean mucho peores. El acaparamiento, una práctica rara vez observada en otros países del mundo, se convierte en una reacción lógica de muchos cubanos para afrontar situaciones bien conocidas en las que los productos desaparecen de los mercados. La política de “precios topados” practicada por el régimen comunista para frenar la inflación tiene mucho que ver, por ejemplo, con la falta de carne de cerdo en los mercados. Las verduras y hortalizas son otro tanto. Muchos productores no tienen incentivos para trabajar cuando no cubren los costes. Las empresas estatales solo pueden funcionar con enormes subsidios que dejan vacías las arcas del estado. Dejando de lado el mal funcionamiento de la distribución mayorista o la falta de insumos, el problema comercial es integral y no se resuelve con las medidas de parcheo como las que anunció la ministra en la mesa redonda de Randy.
Yo no creo que esta situación mejore en los próximos meses. Desde aquí hago mi apuesta. El castillo de naipes está tan mal construido que en cualquier momento se vendrá abajo. Y la razón es que nadie asume la necesidad de implementar los cambios estructurales que se necesitan: libertad económica, mercado y derechos de propiedad. Este trípode en el sector del comercio es más necesario que nunca.
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