La proactividad comunista es inútil para atraer la inversión extranjera en la agricultura cubana
Elías Amor Bravo, economista
Un artículo en Granma se pregunta por qué, “a diferencia de otras ramas de
la economía que han avanzado más rápido en la introducción de la inversión
extranjera, en la agricultura y la industria alimentaria, ese proceso ha
transcurrido con lentitud”. Buena pregunta para cualquiera que tenga interés en el infortunio de la economía cubana. Para empezar, sería conveniente realizar alguna precisión.
Primera, la inversión extranjera no ha avanzado tan rápido en la economía como dice Granma.
Más bien todo lo contrario. La mayoría de proyectos que funcionan en la isla
llegaron en tiempos ya lejanos del “período especial”, cuando muchos empresarios
internacionales pensaron que el régimen comunista se vendría abajo y con el los
cerrojos a la libertad de empresa y de mercados. No ocurrió, y por el
contrario, el régimen de Castro les obsequió con una Ley 118 que es lo más
contrario a la inversión extranjera que en ningún otro país del mundo. Y por eso, ahí
está Cuba, atrasada, compitiendo con otros países de América Latina y Caribe que tienen
mucho más éxito en atraer capital extranjero.
Segunda, que se sepa, la agricultura nunca ha formado parte de los proyectos de
inversión extranjera incluidos en la cartera de oportunidades. Si ahora la
incorporan, será por algún motivo. Un sector, el agropecuario cubano, incapaz
de alimentar a la población, con una elevada concentración de empleo y muy baja
productividad, obsoleto y lo que es peor, dominado en casi un 80% por la
propiedad estatal, no resulta muy atractivo para cualquier inversor extranjero,
salvo que quiera perder dinero.
Granma señala en la información que este atraso inversor extranjero en la
agricultura fue reconocido por el mismo Díaz-Canel, en esas sesiones de chequeo
en las que lleva inmerso semanas, meses, en un intento de potenciar su imagen
de dirigente político en la isla. Bien está. Reconocer los problemas, es un buen primer paso.
Sin embargo, las soluciones, como viene siendo habitual, no son las adecuadas. Sigamos el argumento de Díaz-Canel que reclama a “los dirigentes de todos los
organismos vinculados a la agricultura, a todos sus niveles, que deben ser más
proactivos y dinámicos en la concreción de negocios”. Como si eso fuera
suficiente. Proactivos, ya se sabe, muy complicado cuando las decisiones en
Cuba se toman al más alto nivel y las empresas carecen de la autonomía
necesaria, y responsabilidad, para realizar una gestión profesional e
independiente. Dinámicos, este es otro problema, porque los mecanismos
burocráticos que existen para la gestión de la inversión extranjera, que suelen
durar años, quinquenios para su concreción, están completamente alejados de los
ciclos de producción agropecuaria, que son mucho más cortos e intensos. Hay que
darle la vuelta al calcetín, y dejarse de mensajes inocuos.
Y como no hay dos sin tres, resulta que el viceministro de agricultura
presentó a Díaz-Canel como un ejemplo de lo que el plantea, la creación de la
empresa mixta Tropical Contramaestre S.A. para la producción y procesamiento de
frutas y vegetales, con destino al turismo, el mercado interno y la
exportación. Mangos para Europa. La noticia la conocimos hace unos días.
Problemas con este proyecto. Pues que Cuba llega tarde. La producción de frutas
tropicales destinadas al viejo continente, estimulada por el aumento de la demanda de
los emigrantes que viven y trabajan en estos países, ya se atiende por
productores, incluso europeos.
Ya hay varias empresas agropecuarias en España que producen mangos, donde
antes se obtenían, por ejemplo, naranjas. Los precios son mejores y la demanda
más estable. Que pregunten en las grandes superficies comerciales, y verán que muy pocos
mangos vienen de Cuba, sin que ello suponga crítica alguna al producto. Y otro
tanto ocurre con aguacates, chirimollas, frutambomba, etc. Todos se producen en
Europa en invernaderos altamente competitivos y cerca de los mercados de
consumo.
Las autoridades castristas, como siempre, llegan tarde. Y otro tanto se
podría afirmar de estos proyectos actualmente en negociación con tres empresas
mixtas y una de capital totalmente extranjero para la producción de pollo en
Pinar del Río, Mayabeque, Artemisa y la Zona Especial de Desarrollo Mariel. En
tiempos como los que corren siento tener que decirlo, pero esforzarse en la
producción de pollos a nivel nacional para sustituir importaciones, tiene poco
sentido en términos económicos y movilización de recursos.
Lo que se tiene que hacer es especializar la economía en la exportación de
productos de alto valor añadido, y comprar pollos en los mercados mundiales.
Los resultados serían mucho mejores. Eso seguro. Siguiendo estas
recomendaciones en Cuba nunca faltaría pollo o cerdo o cualquier otro producto.
Es el ejemplo del tabaco. Las autoridades comunistas deberían reflexionar por
qué se sobrecumplen los objetivos de exportación con esta producción y
llegarían a conclusiones muy importantes para facilitar la toma de decisiones
adecuadas. No seré yo quien lo diga, pero el tabaco en Cuba, ha sido con
diferencia, uno de los sectores en los que se ha dejado sentir menos la influencia
paquidérmica del estado ineficiente. Que tomen buena nota.
No deja de ser curioso que productos como tabaco, carbón vegetal y miel de abeja, sean los más dinámicos del sector agropecuario cubano, actividades en las que
la participación estatal ha sido inferior a la de otras actividades. Es una
buena pista de lo que se tiene que hacer.
Si Díaz-Canel quiere realmente abrir el sector agropecuario cubano a la
inversión extranjera y con ello producir más para el mercado interno café, galletas,
levaduras, mariscos, langostas, angulas, etc etc como se dice en Granma no
puede pensar que con “proactividad” se van a conseguir los objetivos. Si se
pretende que la inversión extranjera ayude a la economía cubana hay que hacer
los deberes primero. El modelo de gestión de activos de la hostelería o de la
minería puede dar resultado, pero en el sector agropecuario, donde el trabajo
incrementa el valor de los activos y los hace más productivos, esa fórmula de
gestión mixta tiene poco o nulo recorrido.
El que se lanza a invertir en la
producción agrícola o ganadera no está dispuesto a que los frutos del trabajo
se vayan a un socio que no mueve un solo dedo, y que solo está ahí para recoger
beneficios y frenar la acumulación de riqueza. Insisto, hace falta otro modelo
de derechos de propiedad en el sector agropecuario cubano para atraer el
capital extranjero al mismo. Y si no lo hacen, ni la proactividad ni ninguna
consigna ideológica, va a servir de mucho. Es hora de empezar a cambiar de
verdad. Cuba no puede ser un desierto ajeno al resto del mundo.
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