Por un nuevo 20 de mayo
Elías Amor Bravo, economista
Entender
lo que significa para la historia de Cuba la fecha mágica del 20 de mayo es un
buen ejercicio para todos. Desde una perspectiva histórica, en 1902 atrás
quedaron 34 años de lucha por la independencia en condiciones muy
difíciles de desigualdad. Un período que puede parecer corto, pero
intenso, lleno de vicisitudes, en los que la resiliencia de los
patriotas sirvió para que surgiera finalmente el comienzo de una
nueva etapa llena de ilusiones para todos.
Cuando
Cuba nació a la realidad global aquel 20 de mayo, la fundación de
la nueva nación tenía muy poco que ver con lo que existe
actualmente. Por mucho que el régimen castrista haya querido
distorsionar los hechos para presentarse como el resultado de la
continuidad respecto de aquellos padres fundadores de la Patria, lo
cierto es que nada les une.
La
nación que surgió a comienzos del siglo XX era un proyecto
integrador de desarrollo, prosperidad y confianza. Tanto que ni
siquiera se actuó contra los españoles que, en amplia mayoría,
decidieron permanecer en la isla sin perder sus derechos ni
posesiones. La República fue generosa con todos ellos y aquella
actitud sirvió para que el capital internacional confiase en la
nueva nación y fluyera en las décadas siguientes.
Y
sobre todo, la Patria nació con una firme convicción en defensa de
la libertad. Un valor que venía atesorado desde las guerras
mambisas, pero que ahora pasaba a convertirse en un motor para el
desarrollo. El deseo de libertad de todos los cubanos se extendió
como la pólvora en aquellos años y dio lugar a una fase de
crecimiento que superó las dificultades que surgieron con el final
de la primera guerra mundial e incluso con la gran depresión de los
años 30. Los cubanos superaban aquellos obstáculos del camino mucho
mejor que otras naciones más avanzadas, y daban un nuevo salto
adelante.
Porque
esa fue la evolución de la República en sus primeros 50 años de
existencia. De salto en salto, alcanzando éxitos cada vez mayores,
en cantidad y calidad. Una nación que vio duplicar su renta
percápita mientras que la población se multiplicaba por seis decía
mucho, y bien, a favor de sus estructuras económicas y solvencia.
Cuba exportaba azúcar, café, tabaco, materias primas y con los
ingresos del comercio, financiaba bienes de equipo, tecnologías y
activos necesarios para el desarrollo económico y social. Había
encontrado la fórmula del éxito en su tiempo.
A
mediados de los años 40 del siglo XX la República ocupaba
posiciones de liderazgo en la economía mundial gracias a una
estructura económica sólida basada en el respeto a los derechos de
propiedad privada, la garantía del mercado como instrumento
principal de asignación de recursos y el reconocimiento de la libre
empresa como centro de referencia de la economía. Ese modelo
económico funcionó y llevó a la nación a finales de los años 50
a una posición de vanguardia, por delante de naciones como España e
Italia. En esos años, Cuba recibía medio millón de solicitudes al
año de nacionales procedentes de estos países que deseaban
instalarse a vivir en la isla para poder cumplir sus sueños.
Los
cubanos habían creado una gran nación en aquellos años. Podían
sentirse orgullosos de ello. El sueño de los libertadores se había
hecho realidad. Es difícil aventurar dónde podría encontrarse en
la actualidad aquel proyecto, que fue violentamente arrancado de raíz
en 1959. Lo cierto es que Cuba había superado a lo largo del siglo
XX etapas revolucionarias y de gran inestabilidad política y social,
pero la calma siempre había vuelto a la realidad y la nación
aprovechaba el impasse para proseguir su dinámica expansiva, con
bríos renovados. En la carrera de fondo de la vida, Cuba y los
cubanos habían ido superando las metas con éxito.
Pero
el caos de 1959 sumió a la Patria en una larga etapa de
desconcierto, oscuridad y miedo. Por eso ha sido tan difícil la
recuperación, porque aquellos que pergeñaron el ataque a las
instituciones políticas, económicas y sociales que los cubanos se
habían dado, sabían lo que querían desde el primer momento, y lo
hicieron sin que les temblara el pulso. Lo sucedido a partir de
entonces es bien conocido. Intentar enlazar el presente con el sueño
de los libertadores es una aberración histórica que hay que
denunciar.
¿Qué
ocurrirá cuando termine esta etapa de oscuridad y ruptura? Desde
luego Cuba no volverá a ser lo que fue. El tiempo no pasa en balde,
y este período desde 1959 se alarga demasiado, sin que se vea la
salida del túnel de la mediocridad y la represión a las libertades
democráticas. Lo que pueda ocurrir el día después, simplemente no
está escrito. Pero yo tengo una gran confianza en Cuba y su pueblo.
Creo que si se dan las condiciones adecuadas, la nación tiene mucho
que decir y que aportar al mundo.
Los cubanos son creativos,
trabajadores, intuitivos, solidarios, resuelven en medio de la dificultad, resilientes, asertivos, ejecutivos. Todos esos
valores poseen una gran relevancia en tiempos venideros en que las
máquinas querrán hacerse con los empleos y las tareas que realizan
los humanos. El régimen es incapaz de valorar estas opciones, y
sigue enrocado en posiciones más propias de la “guerra fría”
que de los tiempos que corren. Por fortuna, acabará, y entonces la
República surgirá con nueva fuerza otro 20 de mayo.
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