Diaz-Canel cambia el turismo por el azúcar
Elías Amor Bravo, economista
Leo la noticia en
Granma, y no doy crédito a la misma. Ayer se inauguró FitCuba 2019
en el marco incomparable del palacio de convenciones de La Habana, y
Díaz-Canel no asistió a dicho acto. Una larga comitiva encabezada
por el ministro del ramo, Marrero, acompañado de la ministra en
funciones de España, Maroto, los cargos comunistas castristas,
Mercedes López Acea y Luis Antonio Torres Iríbar, y el presidente
del gobierno de la capital, Reinaldo García Zapata, entre otros. Un montón
de gente, pero entre todos ellos no estaba Díaz-Canel.
¿Alguien puede
entender que el máximo dirigente del régimen castrista no participe
en un acto destinado a promover la principal industria del país, o
al menos eso es lo que dicen? No encuentro justificación alguna para
esta ausencia, que en todo caso debe responder a motivos que, probablemente nunca conoceremos, dada la escasa o nula transparencia
del régimen comunista de La Habana, pero sobre los que podemos
especular.
Cierto es que el
ministro Marrero se congratuló de la cifra de 2 millones de
visitantes a lo largo de este año, e incluso, se apresuró a
anticipar que se superarán los 5 millones, objetivo de la
planificación desde hace varios años. Ya veremos. La ausencia de
Díaz-Canel puede tener mucho que ver con este cálculo, siempre
fracasado, de incontables estadísticas y previsiones. O tal vez con
el hecho que Marrero esté amortizado, y no se le quiera otorgar más
apoyo político del estrictamente necesario. Tampoco es extraño. La
otra participante destacada en FitCuba, la ministra española de
industria, está igualmente “en funciones”, tras las elecciones
celebradas en España el pasado 28 de abril, y no tiene muchas
posibilidades de repetir en un futuro gobierno, así que la FitCuba
2019 ha podido acabar convirtiéndose en eso que algunos llaman
“cementerio de elefantes”, y poco más. La ausencia de Díaz-Canel
podría tener algo que ver con ello.
Hay que dejarse de
boberías. Cuba, su economía, se juega mucho con el turismo. Nadie
debe tener la menor duda de ello. Otros países del Caribe también
lo están haciendo. Anteriormente, países como España, Francia,
Italia e incluso EEUU saben de los efectos benéficos de contar con
millones de turistas cada año. El problema es que el sector
turístico de Cuba está mal diseñado por las autoridades, y su
crecimiento errático y turbulento no se corresponde con una dinámica
acorde con las dimensiones que se quieren proyectar en el mismo.
En este blog se han
analizado, en varias ocasiones, los principales problemas del turismo
en Cuba. Y cómo las autoridades, encabezadas por Marrero, no han
hecho los deberes para corregirlos, sino todo lo contrario. Un sector
que debe ser estrictamente privado en su organización y gestión, en
Cuba continúa en manos del estado comunista, a través de conglomerados empresariales, y que reserva solo una
pequeña participación a la actividad privada en actividades de
gastronomía, bares y poco más. De
nada sirve insistir que el estado no se
debe dedicar a prestar
servicios turísticos y
hoteleros, es la
iniciativa privada la que debe desarrollar las actividades y
establecer acuerdos con los inversores extranjeros, impulsar acciones
comerciales, promover el desarrollo de la oferta turística
complementaria, mejorar las comunicaciones de llegada procedentes de
los principales mercados, impulsar las campañas de promoción, en
definitiva, asumir el liderazgo de la actividad.
Con
tanta planificación y dirección estatal detrás
de los conglomerados del turismo castrista,
al final se acaba hablando de política y
no de lo que realmente interesa a las empresas.
Por
ejemplo, Marrero habló de las “nocivas medidas del gobierno
de Estados Unidos, asociadas, sobre todo, a las transacciones
financieras, el comercio y en especial los viajes”, y su incidencia
sobre la cifra de visitantes, en vez de atender a las cuestiones
económicas, financieras y comerciales relacionadas con el turismo,
que es lo realmente importante. Y sin decir que el segundo mercado
más importante del turismo de Cuba se encuentra precisamente en
EEUU.
Se equivocan los
comunistas castristas al hablar, en una feria de turismo, que tiene
una participación internacional de empresas privadas, de asuntos tan
aburridos y polémicos como “el Título III de la Ley Helms-Burton,
el bloqueo, el embargo, las amenazas de EEUU a los empresarios”.
¿De verdad se piensa que esto es lo que quieren escuchar los que
acuden a una feria de turismo? Me cuesta creer.
Pienso que es más
interesante analizar por qué, de forma sistemática, los
responsables del sector en Cuba yerran en sus predicciones; por qué
es tan baja la tasa de repetición de los turistas que viajan a la
isla, a diferencia de lo que ocurre en otros destinos del Caribe; por
qué la rentabilidad del gasto turista es de las más bajas de la
zona; por qué la tasa de ocupación hotelera es tan reducida y se
encuentra tan afectada por una elevada estacionalidad; por qué los
pequeños negocios privados, como los paladares, no pueden establecer
acuerdos con empresarios extranjeros y recibir inversión extranjera;
por qué no se fomenta más y mejor la formación y cualificación
turística de los trabajadores cubanos para lograr un servicio
excelente y de calidad; por qué no se impulsa una oferta
complementaria de ocio y esparcimiento con participación directa de
la iniciativa emprendedora y por cuenta propia; por qué...
En fin, una serie
de preguntas cuya respuesta es mucho más interesante que perder el tiempo en temas como la seguridad jurídica, la
burocrática e inaplicable Ley 118 de la inversión extranjera, o de
los “regalos” como ese fondo de contravalor de 375 millones de
euros anunciado por la ministra española en funciones para estimular
inversiones en Cuba, que ya se verá si cuaja finalmente. Con todos
mis respetos, no hay comparación.
Lo importante es
que Díaz-Canel no hizo acto de presencia en la inauguración de
FitCuba. Ni tampoco acudió a la fortaleza de San Carlos de la
Cabaña, a escuchar la conferencia magistral impartida por el doctor
Eusebio Leal Spengler. Esa ausencia del dirigente castrista en los
actos del turismo tiene que obedecer a alguna razón. Granma ofrece
alguna pista para saber dónde estaba el dirigente comunista, e
incluye otra información en la que aparece Díaz-Canel en un acto
con el Grupo Empresarial Azcuba, “para evaluar la zafra”. Díaz-Canel cambió el turismo por el azúcar. Al parecer, dice la nota del diario oficial del régimen, “que el mes
de mayo es decisivo, y las lluvias ocurridas en diferentes
territorios y las continuas roturas de los ingenios han alargado más
allá de lo previsto, la contienda azucarera”. Anticipando otra vez
una mala cosecha, si es que se puede producir menos azúcar en Cuba.
Más de uno se debe estar acordando de Fidel Castro y aquella
decisión de cerrar ingenios y dejar de producir caña a comienzos de
este siglo. Su herencia es siempre la misma.
Elegir el azúcar
en vez del turismo, no parece una decisión razonable para Díaz-Canel. Sus motivos tendrá. Pero no
deja de ser curioso que se trate de dos sectores fundamentales para
la economía nacional que, sin embargo, no alcanzan, de forma
sistemática, los objetivos planificados por los comunistas, de año
en año. El turismo sigue esperando esa mágica cifra de 5 millones,
y del azúcar con producciones inferiores a las conseguidas en
tiempos de la colonia (que han obligado a importar azúcar de Brasil)
mejor ni hablar.
Ese es el drama de Cuba y de su economía.
Dirigentes políticos anclados en una ideología que no sirve, pero a
la que no quieren renunciar. Los tiempos cambian, las personas
también, pero el tapón que obstruye la prosperidad de los cubanos
sigue ahí. Sin alternativa y sin soluciones, que es peor.
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