¿Asumir con responsabilidad las tareas económicas? ¿Quién?¿Cómo?
Elías Amor Bravo, economista
Díaz-Canel, de
viaje por Holguín, ha dicho que “hay que asumir con
responsabilidad las tareas económicas”, y como no, Granma se hace
eco de la noticia. En esencia, un periplo que ha llevado al mandatario a visitar la Universidad de la provincia,
alguna empresa láctea, a la empresa productora de níquel y cobalto
Comandante Pedro Soto Alba, al Instituto Superior Minero Metalúrgico
de Moa, para concluir en la ciudad de Holguín donde, tras visitar las
obras de reparación de la terminal ferroviaria para la próxima
entrada en funcionamiento del tren Holguín-Habana, declaró que “se
trabaja fuerte y serio”. ¿Hay alguna forma de medir todo esto?
Cabe formular una
pregunta: ¿realmente una economía funciona solo con este tipo de
mensajes vacíos de contenido? Evidentemente, no. De hecho, el ministro de economía se
encargó de aguar la visita, al señalar en materia de inversiones,
"una ejecución inadecuada en materia de plazos, y la necesidad de
realizar una evaluación de los resultados productivos". Aquí tenemos
una buena pista para empezar. Las inversiones son el motor de la
actividad económica, pero si no se realizan de forma adecuada, no
cumplen sus objetivos. Entonces, la pregunta es ¿qué lleva a las
entidades holguineras a no invertir de manera adecuada?
Al parecer, el
ministro criticó a estas empresas por el hecho de alcanzar “elevadas
utilidades” que en su criterio “no se deben a la eficiencia
productiva, sino a una mala planificación, pues se hacen compromisos
por debajo de las posibilidades reales y luego los cumplen con
relativa facilidad”. ¿Mala planificación? Vaya ministro. Nos vamos entendiendo. Hecha la
ley, hecha la trampa. Entonces, la pregunta es ¿por qué estas
empresas planifican por debajo de sus posibilidades reales y no
llegan al tope que quiere el ministro?
Se lo vamos a
explicar de forma muy sencilla. En el esquema comunista castrista, en el que se vulneran los derechos de propiedad y no existe autonomía de gestión, las empresas,
todas ellas pertenecientes al estado, se ven obligadas a planificar
porque alguien les ordena, a nivel jerárquico, que lo hagan. Pero
esa planificación dirigida con criterios burocráticos "desde las altas esferas" no escucha al
mercado, que es el que determina lo que deben hacer las empresas. Así
ha sido en Cuba, por desgracia, desde 1959, y nadie al parecer está
interesado en romper con esas inercias comunistas. Hagan como chinos
y vietnamitas, pongan en marcha empresas privadas orientadas por las
decisiones del mercado y dirigidas a atender a las necesidades de sus
clientes vía precio, y verán como se hace la luz. La culpa es suya,
ministro.
Piense en los
detalles. Quién mejor que los productores agrícolas para saber qué
superficie de cultivo tienen que trabajar y desarrollar para atender
la demanda. Ellos lo saben, mucho mejor que los burócratas del
aparato estatal que se guían por otros criterios políticos e ideológicos, ajenos a la
racionalidad económica. Quién mejor que los productores de
ganadería para saber qué tienen que hacer para aumentar su
producción y hacerlo con la mejor calidad para que los cubanos
puedan finalmente comer carne, sin que sea un lujo. La cuestión es
que cuando el estado interviene en la planificación y control de la
economía, las cuentas no salen. Y no salen porque unas veces es el
estado el que incumple sus compromisos, y otras son los agricultores.
Por ese motivo, es normal que las empresas y que todos los
productores de la economía, cuando elaboran sus planes, se vayan a
objetivos muy por debajo que lo que pueden alcanzar, porque
textualmente, nadie se quiere pillar los dedos. Entienda que el
sistema es perverso en sus estructuras, y hay que cambiarlo.
Los efectos de la
mala planificación por el estado de la economía se plasman en los
problemas que cita el artículo de Granma, como “el
desabastecimiento de productos en los mercados, ausencia de
mayoristas eficaces, aumentos desorbitados de precios, robo de
combustibles y de medios de producción, de piezas de repuesto en
almacenes y por último, la baja capacidad de aprovechamiento de las
industrias locales de producción de materiales de la construcción”.
Todos estos efectos negativos están detrás de la aplicación del
modelo económico, demasiado cargado de ideología comunista y poco
de eficiencia y orientación al mercado y consumidor. Qué curioso ministro. Nada de eso ocurre en los países con economía de mercado y empresa privada. ¿Por qué será?
Cuando la actividad
económica se orienta al mercado, a las preferencias del
consumidor, permite mejorar las condiciones de la oferta, porque hace que esta sea
rentable y obtenga beneficios. Claro si el régimen castrista considera
que ganar beneficios y acumular riqueza son males
perversos que se tienen que eliminar, entonces los productores de
puercos producirán muchos menos de los que hacen falta para atender el mercado, y así no pagar
impuestos excesivos. De igual modo, las instalaciones de prestación de servicios a
la población nunca estarán “bellas, limpias y con una alta
calidad y sensibilidad en la prestación de los servicios”,
básicamente porque sin acumulación no puede haber inversión, y sin
inversión, la economía decrece y reduce su tamaño. Tanto en lo
privado, como en lo público, porque este último depende de la
existencia de recursos tributarios que se deben obtener mediante un
sistema fiscal justo y equitativo. Nada que ver con el que existe en
Cuba.
Con una orientación
al mercado, el problema de la vivienda en Cuba pasaría rápido a
mejor vida. Ustedes mismos reconocen que “la ineficiencia, las
trabas y la burocracia ralentizan el programa de construcción de
viviendas”. Pues claro que sí. Hay que cambiar ese programa y
abandonar la idea que el estado debe ser el que construya viviendas
en un país. O que se hagan por esa fórmula absurda del “esfuerzo
propio”.
Si de verdad se
quiere que la construcción supere el atraso que existe en Cuba,
pongan en marcha empresas privadas constructoras, orientadas por las
preferencias de los clientes, y que se pueda consolidar un mercado
privado para la oferta y demanda de vivienda en el curso del menor
tiempo posible. Reconozcan el error, asuman que la ideología
comunista basada en planes y proyectos, no sirve para construir
viviendas, y reformen este mercado. No es difícil, puede funcionar
incluso con cierta independencia del resto de la economía. Los
resultados se verán muy rápido.
Es más, los problemas del
sector se resuelven con la orientación al mercado. Por
qué se tienen que fabricar “células básicas de 23 metros
cuadrados” y no cualquier otro tipo de vivienda. Quién define
mejor que la población la calidad de las viviendas a construir o su
ubicación. Qué sentido tienen los subsidios, y su compleja
tramitación que exige hasta nombrar “padrinos” para que “ayuden
en las gestiones y velen el cumplimiento de la obra”, cuando se
podrían estudiar otras fórmulas más eficientes como el
aprovechamiento de las remesas de la diáspora o incentivos al
ahorro. Quién es el encargado de promover mercados mayoristas,
aprovechando la apuesta por la construcción como actividad económica
privada.
Y volvemos al
principio. Si de verdad se quiere asumir con responsabilidad las
tareas económicas, el primero que tiene que dar un paso adelante es
el régimen comunista. Pónganse a trabajar.
Comentarios
Publicar un comentario