A alguien se le va a atragantar la cerveza

Elías Amor Bravo, economista
Cubadebate publica un artículo, tomado de otro diario el 5 de septiembre, en el que se preguntan como es posible que Bucanero y Cristal se vendan a altos precios en los establecimientos privados, pero arrojen pérdidas en las tiendas estatales. Buena pregunta para ser respondida con nociones elementales sobre el funcionamiento de una economía. Me temo, sin embargo, que a más de uno se le va a atragantar la cerveza. Corren malos tiempos para la iniciativa privada en Cuba. Lo veremos.
El artículo culpa de que el precio de venta de las cervezas sea en los establecimientos gastronómicos particulares, como restaurantes, bares y/o cafeterías, entre un 200% y un 250% más elevado que en las tiendas estatales. Sin embargo, en estas rara vez se encuentra el producto, mientras que en los privados siempre es posible disfrutar de esta agradable bebida cuando empieza el calor más fuerte.
Nada hay de extraño en ello. Mientras que en las tiendas estatales comunistas nunca ha existido el menor interés por dar servicio a los consumidores, a los que se no contempla como tal, sujetos de derechos y de libre elección, en los establecimientos privados la supervivencia, la competencia, la actividad, el negocio, depende de dar un buen servicio a los clientes. Y por eso, en ellos siempre habrá cerveza y de todo lo que no se encuentre en las tiendas estatales.
Esta simple constatación es puesta en tela de juicio en el artículo de Cubadebate citado, en el que una vez más se habla de "especuladores, acaparadores, de personas que utilizan sus propias fuentes de información para aprovisionar los restaurantes privados y lucrarse por ello, que acceden a una mayor cantidad de producto que la que les toca por asignación comunista para luego revender a los establecimientos privados". En suma, el redactor del artículo está acusando de forma clara y sin tapujos a los engranajes que hacen posible que en Cuba alguien pueda disfrutar de una cerveza cuando el calor aprieta. Con falsos argumentos sobre una presunción de equidad en el modelo de reparto comunista o la necesidad de actuar contra especuladores, lo que está claro es que la intención es muy contraria al desarrollo de la iniciativa privada en Cuba, la única que está dando respuesta a las necesidades de la población.Tal vez debería reflexionar Díaz-Canel sobre todo ello.
Por supuesto que no es secreto alguno que muchos cubanos, para sobrevivir, se vean obligados a “estar al tanto de cuánto se pone a la venta en las tiendas de CIMEX y las otrora TRD, para acceder a la mayor cantidad posible y luego lucrar”. Es una forma de obtener ingresos que completen los míseros salarios y pensiones que se cobran en el país. 
Vamos a ver, ¿es que hay algo malo en ello? Si esta gente compra los productos, los paga y se los lleva, ¿qué problema hay? ¿es que acaso los roban? En absoluto, los compran y los pagan, y después hacen lo correcto, que es volver a venderlos para obtener una ganancia por el trabajo realizado. Nadie hace nada por gusto. Además, si las cervezas, o el producto que sea, se acaban en las tiendas estatales, es porque los responsables de la planificación comunista son incapaces de detectar las necesidades y mucho menos de incrementar la oferta, y toman decisiones de producción burocráticas, topando los precios y aplicando otras medidas de control, que lo único que logran es que se extiendan las prácticas antes citadas. Un consejo, si quieren que acaben las mismas, ya saben qué se tiene que hacer: liberalizar la oferta y no obstaculizar su desarrollo. Lo veo difícil.
Y después, díganme la verdad, ¿qué hay de malo que los cubanos tengan a su disposición “un sistema de información particular que les sitúe las mercancías en tiempo y espacio, su fuente de suministro en las propias tiendas"? Eso no cae del cielo. Seguro que tiene un precio, y alto. Hacen bien, si con ello obtienen unos ingresos que compensen el esfuerzo realizado. Y si son los primeros en comprar los productos, pregúntense por qué ocurre esto, y tal vez se encuentren con argumentos que no les gustarán. Lo que tengo claro es que no hay nada delictivo en estos comportamientos, sino una economía, la cubana, que no funciona y que obliga a realizar este tipo de prácticas, imposibles de observar en Madrid, Miami, México o Santo Domingo. Este es un fenómeno propio de Cuba, de una economía atenazada por el régimen comunista y un modelo estalinista que asfixia a la población.
Si en vez de tanto control, disciplina y llamados a los directivos “para que tomen cartas en el asunto y controlen”, lo que hay que hacer es pedir a los dirigentes políticos que liberalicen plenamente la economía y desarrollen los mercados de oferta y demanda y los derechos de propiedad privada en todos los sectores y para toda la población.
En algo estoy de acuerdo con lo que dice el artículo de Cubadebate. Esta es la historia de nunca acabar. Así lleva 60 años, y seguirá mientras no se den los pasos que permitan que Cuba y su economía se homologuen con el resto del mundo. Los cubanos que quieren disfrutar de una cerveza fría saben donde la pueden encontrar, aunque tengan que pagar un precio más alto. No se puede castigar a nadie por ello. Los dueños de los establecimientos privados hacen lo que tienen que hacer: dar servicio, aunque el precio sea más elevado. A ellos nada les cae del cielo. Los que compran en las tiendas estatales y pagan lo que adquieren (ojo, no roban) tampoco cometen delito alguno. Nadie, ni siquiera un régimen político comunista, está facultado para limitar las capacidades de elección de las personas, aunque en Cuba por desgracia sea así. Finalmente, si el producto se termina rápido en las tiendas estatales, lo que se tiene que hacer es producir más. A cualquiera con dos dedos de frente sabe que en esta época de calor en Cuba no hay nada mejor que una cerveza bien fría. Si el estado realmente se preocupa por los cubanos, que de orden a sus empresas que fabriquen más cervezas. La iniciativa privada lo haría seguro. Otra cosa es que haya cerveza y luego no tengan electricidad en las neveras de sus casas para enfriar, por culpa de los apagones, pero ese asunto lo vamos a dejar para otro día.


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