Consideraciones a la mesa redonda de la economía cubana (y Parte 2)

Elías Amor Bravo, economista
Como ya señalé en un post anterior, tengo que reconocer que el ministro de economía castrista Alejandro Gil en la “Mesa Redonda” de Randy Alonso, del pasado miércoles, me defraudó con las declaraciones que hizo. Esperaba más de Gil. Un ministro al que se le puede reconocer que está haciendo muchas cosas, puede que algunas acertadas, e incluso cabría reconocer que en la dirección correcta, pero que, poco acostumbrado a explicar y dar cuentas de su gestión, desaprovechó una gran oportunidad para mostrar a dónde quiere ir, cómo y con quién.
Su comparecencia no fue más que una colección de alegatos más o menos populistas. Por ejemplo, dijo que en el primer semestre del año “el país cumple su plan de inversiones desde el punto de vista de su ejecución financiera”, al tiempo que advirtió que “no podemos confiarnos, porque a los primeros seis meses corresponde alrededor del 35% de lo planificado”. Hace bien el ministro. Si ese porcentaje hubiera aumentado más, digamos al 50%, posiblemente las tensiones financieras serían insostenibles. Los cubanos deben saber que la gestión “al ralenti” de las inversiones tiene su corolario en los padecimientos que sufren: apagones, carreteras defectuosas, falta de suministro de agua potable, etc.
Cierto es que el régimen ha otorgado prioridad en los últimos años a las inversiones en “servicios empresariales”, por lo que buena parte de esos 4.200 millones de pesos ejecutados, se habrán dirigido a esta actividad. Es interesante lo que dice el ministro con relación a la evaluación “del impacto real de las inversiones”, los fundamentos microeconómicos de las empresas. Si no se hacían antes, mal asunto. Es bueno empezar por algún sitio. Para empezar, si se descubre, como dijo el ministro, que “las inversiones están rindiendo por debajo de lo previsto en los estudios de factibilidad y eso nos frena”, pues hace bien en frenar. Las inversiones deben ser ejecutadas con criterios de eficacia, respetando los recursos que se utilizan para materializarlas y realizando los cálculos oportunos de rentabilidad con descuento para decidir los proyectos y prioridades. Al final, la inversión no es otra cosa que la comparación entre un coste que se tiene que asumir y una corriente esperada de ingresos. Lo primero es cierto, lo segundo menos. Pero se tienen que trabajar los dos. Por alguna razón, los agentes privados son mucho más eficientes que los estatales al conjugar esas variables. Prueben a ver si es verdad.
Si queda más del 50% del plan para su ejecución en el segundo semestre más “que empeñarse fuerte” habrá que hacerlo con inteligencia, porque es cierto que “el crecimiento todavía es muy insuficiente” y precisamente esa debilidad viene motivada por una baja ejecución de inversiones para evitar situaciones de crisis financiera. Es lo mismo de siempre, la serpiente que se devora por la cola, sin que nadie sepa como poner final a ese círculo vicioso de la economía castrista. El ministro Gil parece acostumbrado a convivir con él.
En la “Mesa Redonda” de Randy Alonso el ministro Gil insistió en que “la inversión extranjera no es un complemento, sino “un elemento fundamental de nuestro desarrollo”. Me alegro, que haya llegado a la conclusión que la producción obtenida por las inversiones extranjeras en Cuba es también “producción nacional”. Muy importante, por cierto. Creo que ese dato es un paso importante, en la línea de ese reconocimiento a las cosas bien hechas por el ministro. Coincido con el que se debe priorizar la inversión extranjera, pero nos separa la división por sectores productivos. Yo considero que no deben existir restricciones sectoriales y que además, los emprendedores privados cubanos igualmente deben poder establecer acuerdos con el capital extranjero, de la misma forma que lo hacen las empresas estatales.
Sé que esa integración de la inversión extranjera que se propone es imposible de alcanzar por el ministro comunista, no está el horno para bollos. Puede costarle el cargo, y eso sería peor. Además, él sabe muy bien que por mucho que utilice el argumento de la Ley Helms Burton, porque le interesa para jugar al eterno victimismo del castrismo, realmente los empresarios extranjeros interesados en invertir en Cuba plantean opciones y alternativas que están fuera o al margen de los objetivos de la Ley, y que sin embargo, el régimen comunista de La Habana bloquea. Por ejemplo, hacer negocios con los emprendedores privados cubanos puede ser una vía muy inteligente para incrementar la inversión extranjera, pero esa vía, obviamente, no le interesa al régimen. Y volvemos a empezar. El ministro Gil se conforma así con los “12 nuevos proyectos de inversión extranjera aprobados en los primeros seis meses del año” como si se tratase del no va más.
Tan solo quiero añadir al ministro que no se confíe. No es cierto que Cuba actualmente sea vista como un país que ofrece seguridad a la inversión extranjera. No es así. El inversor extranjero que se enfrenta a la “cartera de oportunidades”, que debe cumplir lo dispuesto en la Ley 118, que tiene que contratar los trabajadores que le ofrece el estado, y pagar sueldos en las condiciones establecidas por el régimen, no ve seguridad jurídica alguna en sus proyectos en la isla. Le digo más, avance en la idea de lograr que el inversor se integre junto a los diferentes actores económicos. Las cosas pueden ser muy distintas.
Y como no hay dos sin tres, el ministro pasó revista a uno de los asuntos más acuciantes de la economía: como crecer sin endeudarse. Más o menos lo dijo de este modo, “usted puede crecer, a lo mejor, un 5% del PIB sobre la base que aumentó el endeudamiento externo, o sea, tuvo niveles productivos con base a créditos que están por encima de sus posibilidades y, por lo tanto, no los va a poder pagar cuando venga el vencimiento de esa deuda. Entonces, la economía se contrae o no crece, a eso le llamamos empeñar el futuro”. Bueno. Hasta aquí podríamos llegar.
Vayamos por partes. Lo primero, si se aumenta el endeudamiento externo para crecer es porque se sabe que aquello en lo que se va a invertir va a proporcionar recursos más que suficientes para devolver los créditos. El problema es cuando se invierte sin ton ni son. Más o menos, como hacía Fidel Castro, por ejemplo. Eso es despilfarrar recursos, y acaba siendo un problema como dice el ministro, porque las deudas no se pagan, el endeudamiento aumenta, y luego Cuba no tiene financiación en los mercados internacionales. Pero veamos, ya no está Fidel Castro, y las inversiones se pueden realizar de otro modo.
Si Cuba se ha endeudado antes y no puede pagar, hay que negociar, ministro. Usted ya sabe de qué estamos hablando. Por suerte el capital del estado cubano es de gran valor y admite numerosas cuestiones a la hora de negociar, pero hay que poner activos encima de la mesa.
Cuba puede crecer con el recurso al endeudamiento si respalda los créditos con activos y con ingresos previsibles. Y para ello, creo que el estado no debe dedicarse a otra cosa que no sean las infraestructuras, los bienes públicos, aquellos que son fundamentales para el funcionamiento de la economía, en tanto que las inversiones privadas, las que mueven la demanda, el consumo, la inversión privada, se debe realizar por empresas privadas con respaldo financiero. Si ministro. Hay que poner en marcha y cuanto antes, un sistema bancario y crediticio privado en Cuba que genere liquidez por la vía de la expansión del crédito privado.
Cuba necesita crecer, y debe hacerlo a niveles medios del 5% para superar su atraso. Tire a la basura todos los planes que limitan el crecimiento y deje que los agentes económicos privados asuman la dirección y gestión de la economía. Las cosas irán mucho mejor. Eso seguro.

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