¿Por qué es difícil creer un crecimiento del 2,2% para la economía cubana?
Elías Amor Bravo, economista
El ministro castrista de economía, Gil Fernández,
dijo en la Asamblea Nacional que durante 2018 el crecimiento del
Producto Interno Bruto, PIB alcanzó un 2,2%,
superior al 1,2% estimado en diciembre de ese año. La revisión al
alza del crecimiento de la economía llevó a que, más tarde,
Díaz-Canel suscribiera el dato en su discurso, y aquí acabó todo.
Este tipo de comunicados oficiales, sin cuadro macroeconómico, ni
información de soporte para el análisis de la coyuntura, ya que los
datos de ONEI hacen referencia al Anuario Estadístico de Cuba 2018,
todavía incompleto en la mayoría de apartados, son claramente
irresponsables, y se pueden cuestionar con gran facilidad con tal que
se revisen las cifras de forma somera.
No hay ninguna evidencia, ni existe justificación
posible, para afirmar que el crecimiento de Cuba se duplicó en 2018
respecto de las estimaciones oficiales iniciales. No se puede
justificar esa disparidad con el argumento de que “la nueva cifra
proviene de conciliar todo el año financiero” como dijo el
ministro de economía, aduciendo que “la primera cifra se construyó
a partir de los resultados reales de la economía de julio, el cierre
de septiembre y un estimado de diciembre”.
Si ello es así, entonces a partir de ahora, los
resultados oficiales de la economía, que se suelen ofrecer en dichas
fechas, van a ser ampliamente cuestionados. No conviene perder de
vista que, al margen de su utilización en informes oficiales de
organismos internacionales, como CEPAL, estos datos se suelen
integrar en los modelos y algoritmos que utilizan las empresas de
calificación de créditos para valorar los distintos países como
sujetos para recibir préstamos. Cuando alguna autoridad del régimen castrista
salga con el discurso victimista de que no hay financiación
internacional, habrá que recordar que la credibilidad de los datos
de una economía es fundamental para participar en el juego. Si no se
respetan las reglas, no le dejarán jugar. Y entonces, no valdrá que
la culpa es del bloqueo o del embargo y Cuba se quedará sin
financiación.
Al margen de estas consideraciones estratégicas,
el tema del dato del crecimiento del PIB en un 2,2% se puede estudiar
y valorar con cierto detalle. El ministro ha atribuido este hecho a
la “corrección del crecimiento del PIB por encima de lo estimado,
en el sector de la construcción”, es decir, que los cálculos se
hicieron mal, por cuanto “inicialmente se estimó un descenso del
2,2%, cuando realmente experimentó un alza del 9,3%”.
¿Qué dicen los datos publicados en la ONEI?
Bueno, pues que tal vez el ministro tenga algo de razón en lo que respecta a la construcción. Las
viviendas terminadas aumentaron en 2018 un 39,4% hasta alcanzar un
total de 30.437 desde el muy bajo nivel de 2017 que había sido
21.827. El valor de la construcción, en millones de pesos, aumentó
un 14,7% fundamentalmente en la actividad de “servicios
empresariales” donde llegó a alcanzar un 31,2% de aumento. Y por
último, el volumen de inversión por componentes, igualmente en
millones de pesos, aumentó un 15,4%.
Bien. Hay razones para apoyar el optimismo del
ministro. Si, por supuesto. Pero algo que se debe tener en cuenta es
que estos incrementos anuales en los indicadores del sector se
producen a partir de datos muy bajos. No conviene olvidar que 2017 fue un ejercicio especialmente malo para la construcción en Cuba. Por ello, las 30 mil viviendas terminadas
en 2018 están por debajo de las 32 mil alcanzadas en 2012, por lo
que el nivel de actividad en este sector continúa siendo bajo, y
además, insuficiente para atender la demanda.
En cuanto a los indicadores de actividad en la
construcción, sería conveniente deflactar las magnitudes monetarias
por algún índice de precios, por ejemplo, el deflactor del PIB para
el sector de construcción que alcanzó el valor 221,6 en 2017 (con
respecto al año base 1997=100). No se dispone del dato de 2018, pero
es posible realizar una estimación del mismo proyectando la
tendencia desde 1997, lo que parece razonable. Si se realiza este
nuevo cálculo, la variación experimentada por el valor de la
construcción en términos constantes, alcanza un 8,5% (y no el 14,7%
nominal) descontando el efecto de los precios. Ciertamente un
crecimiento que merece ser tenido en cuenta como
referencia para el cálculo de la evolución de la economía.
Tan solo recordar al ministro que la construcción
apenas representa en Cuba el 6,9% del PIB, una magnitud que tiene un
efecto arrastre limitado sobre las cuentas nacionales.Llegar a ese 9,3% me parece bastante difícil.
De igual modo, el crecimiento del 2,2% es
atribuido a "los aumentos de la Salud Pública (de
1,3% al 3%) y de la agricultura, ganadería y silvicultura, que de
una caída del 4,9% ahora se fija con un ascenso del 2,6%”.
Los indicadores disponibles en ONEI hacen muy
difícil estimar la evolución del sector de salud, ya que por
ejemplo, el personal facultativo disminuye un -0,4% entre 2017 y
2018, en tanto que las consultas médicas, por ejemplo, aumentan un
+3,9%. En todo caso, el indicador de habitantes por médico vuelve a
registrar un nuevo aumento en 2018 del 3,6%, y esto no se puede
asimilar a una mejor situación de la economía, sino todo lo
contrario. Parece que ese 3% se atribuye a la actividad en las
consultas.
En cuanto a la agricultura, ganadería y
silvicultura, aquí aparece una mayor diferencia entre la evolución
de las principales producciones según se publica en ONEI. Las que
tienen un mayor peso en el conjunto de la oferta, viandas, tubérculos
y raíces y hortalizas, experimentan descensos respectivos del -2,8%,
-1,4% y -1,2% en la producción. Nada que ver con un aumento de la
oferta. Descensos significativos se dan en plátano, -5,3%, cítricos
-14,3% y otras frutas con -7%, y en cambio se produce un crecimiento
en cereales, básicamente arroz, del +3,5% o en las leguminosas con
un -21,9%.
En la ganadería, los resultados son más
contradictorios. En vacuno, la entrega a sacrificio cayó un -4,3%,
en el porcino el mismo indicador fue un +1,8%, mientras que en el
pollo descendió otra vez -1,6%. La captura de pescado se desplomó
-9,4% en 2018, mientras que la producción de huevos con +9,5% y de
leche de vaca con +7,6% mostraron una dinámica más expansiva. Los
indicadores de silvicultura son todos negativos.
La agricultura apenas alcanza el 3,7% del PIB y su
efecto tirón es, por tanto, limitado.
El ministro debe
conocer estos datos y aunque admita que las modificaciones en el
crecimiento del PIB de 2018 permiten contar con una base mayor para
comparar los niveles de la economía en el presente año, no cabe
duda que existen grandes riesgos a asumir el aumento del 1,2% al
2,2%. Por ejemplo, los ingresos del presupuesto, tal y como quedó en
la presentación por la señora Bolaños, no registraron un
crecimiento excesivo, lo que podría haber indicado un mayor
dinamismo económico, y en todo caso se concentraron en la venta de
servicios médicos.
Acertar con las
previsiones económicas no es fácil. Todos los países revisan las cifras que se denominan en un primer momento "provisionales" y cuando se integra toda la información pasan a ser "definitivas". La estadística cubana carece de estos instrumentos para el análisis de la coyuntura,
digamos trimestral, similares a los que tienen otros países. Sin
estos indicadores, las estimaciones siempre se moverán en este nivel
de desconcierto, en el que mediado un ejercicio se modifica el dato de
cierre del año anterior, cuando todavía no se cuenta con
información para evaluar lo que está ocurriendo al más corto
plazo.
Es lo que ocurre cuando el ministro hizo referencia a los
resultados del primer semestre, y señaló que las “restricciones en
los portadores energéticos han obligado a arreciar el control, así
como poner los recursos energéticos en las prioridades establecidas
en el plan y para respaldar los servicios a la población” sin
saber muy bien a qué nivel y de qué forma afectan esas
restricciones a la economía.
Sinceramente, cuesta asumir que la economía cubana haya crecido un 2,2% en 2018.
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