¿Criptomonedas en Cuba? No, gracias

Elías Amor Bravo, economista
Un poco de seriedad, ministro. Me pensaba que era una broma de mi interlocutor, pero resultó que no. Cuando escuché íntegramente el aburrido espacio de la “mesa redonda de Randy” en la que nunca hay una opinión contraria a la de los dirigentes que acuden a dar sus arengas a los televidentes, pude comprobar aquello de lo que no podía dar crédito.
Después, los medios de comunicación empezaron a hacerse eco de la noticia. No es para menos. Resultó que el ministro de economía de Cuba, si, tal como lo oyen, no se trata de ninguna broma o choteo al más puro estilo cubano, dijo en la mesa redonda que “estamos planteando estudiar la aplicación de la criptomoneda en las relaciones comerciales nacionales e internacionales (...). Hay que ver cómo se pueden incorporar medidas de este tipo que nos permitan avanzar buscándole solución a los problemas”. Y se quedó tan tranquilo.
Como en Cuba nadie puede cuestionar este tipo de majaderías y boberías, tenemos que recurrir a los espacios de libertad de las redes sociales para hacer llegar a los ciudadanos cubanos un mensaje alternativo que ponga en cuestión afirmaciones de este tipo.
“Criptomoneda, ¿para qué?” Habría dicho probablemente Fidel Castro, parafraseando su frase de 1960 cuando en pleno fervor revolucionario, no hizo caso alguno a aquellos que le reclamaban la convocatoria de unas elecciones democráticas, que nunca llegaron. El ministro Gil, delante de Díaz-Canel y otras dos ministras, habló de una criptomoneda cubana, por lo que es de suponer que cuenta con el apoyo de su máximo dirigente político, Díaz-Canel. Inconcebible.
Vaya por delante que Cuba, su economía y sociedad en las actuales condiciones, no está para este tipo de enredos y pérdidas de tiempo “estudiando y analizando”. Si el ministro estuviera bien asesorado, debería saber que una criptomoneda.o dinero digital, como el bitcoin, es un medio que se apoya en las innovaciones tecnológicas más avanzadas de la cuarta revolución industrial, y que se intercambia de forma electrónica para realizar todo tipo de transacciones, generalmente de alto valor cuantitativo. El apoyo y la solvencia de la criptomoneda se encuentra en las modernas tecnologías digitales, los ordenadores, internet y los sistemas de valor almacenados digitalmente.
Yo le pregunta al ministro Gil, ¿tiene Cuba actualmente algo de eso? ¿Lo puede tener en un plazo razonable? ¿Está preparada? ¿El grado de informatización y digitalización de la sociedad cubana justifica una acción de estas características? Mucho me temo que no. Que lo “cripto”, la codificación o encriptación matemática utilizada para crear, almacenar y transferir la moneda digital, puede incluso estar lejos de las posibilidades reales de la economía cubana en décadas, y del estado de la tecnología de la isla. No veo al castrismo creando una criptomoneda más, que se sume a las cerca de 30 que existen actualmente, con mayor o menor éxito a nivel mundial. Sinceramente, no lo veo.
En vez de anunciar que se está estudiando este tipo de boberías, creo que el ministro de un país que se encuentra al borde de la bancarrota, ha perdido una gran ocasión para explicar en la “mesa redonda” cómo piensa eliminar la perjudicial dualidad monetaria que golpea a la economía cubana día tras día, y que lleva más de un cuarto de siglo paralizando las potencialidades productivas del país. Eso si que es críptico, nadie sabe por qué ha durado tantos años la dualidad monetaria, y por qué tienen tanto miedo a hacer los deberes. Es precisamente en este ámbito donde el ministro tiene espacio para trabajar en lo que es absolutamente necesario para la economía, y no lo superfluo.
Si lo que pretende el ministro Gil es “animar la producción nacional, diversificar e incrementar las exportaciones, e sustituir importaciones”, no es por medio de una criptomoneda cuabana como lo va a conseguir, sino con más productividad, credibilidad, esfuerzo, talento y motivación, variables que se tienen que poner a funcionar cuanto antes en la maltrecha economía cubana a partir de un nuevo marco jurídico respetable para el ejercicio de los derechos de propiedad por todos los cubanos.
Al ministro hay que explicarle que si realmente quiere impulsar la economía, la puesta en práctica de criptomonedas ni es solución, ni tampoco es viable, en las actuales condiciones de atraso tecnológico y digital de la economía cubana. Tal vez, el ministro esté pensando en usar las criptomonedas como medio para sortear los controles de capitales y acceder a mercados financieros internacionales, al margen de los grandes operadores con los que Cuba ya no puede obtener más crédito. Realmente, la situación de deuda de Cuba es tan desesperada que cualquier cosa es posible.
Si cree, de veras, que esto es posible y que por medio de una criptomoneda va a poder hacer algo contra las posibles sanciones de EEUU a la economía cubana, es que no tiene muy claro lo que está pasando actualmente en la economía mundial y por ello, mi consejo es que no se meta en líos. No veo a los hoteleros españoles o los mineros de Canadá y Holanda operando con criptomonedas. Insisto, este tipo de propuestas, lanzadas por un ministro de economía, lejos de ayudar a resolver los problemas, plantean serias dudas sobre la capacidad de los dirigentes del país para superar las graves dificultades. El silencio cómplice de Díaz-Canel, los delata.
Al final, resultó que era verdad. En la “mesa redonda de Randy” el ministro Gil habló de las criptomonedas, como instrumento para impulsar la economía cubana y estudiar su aplicación en las relaciones comerciales nacionales e internacionales. No era efecto del choteo cubano. La diferencia entre una democracia moderna y un sistema autocrático, como el castrista, es que en el primer caso habría personas dispuestas a cuestionar las afirmaciones y declaraciones del ministro, plantear escenarios alternativos y viables. En Cuba eso no es posible.
De forma imprudente, anunciar una criptomoneda por parte del ministro de economía de un país, dice muy poco de sus prácticas y credibilidad. Alguien se lo debería haber dicho. De ese modo, los ciudadanos televidentes podrían tener las dos o más aristas del problema, y no solamente la que impone el poder político. En Cuba, lo único que hubo fue lo mismo de siempre: el aplauso y la sonrisa complaciente de Randy y los ministros y viceministros. Y así les va.

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