Precisiones sobre el discurso de Díaz-Canel en la Asamblea: los temas económicos aburridos
Elías Amor Bravo, economista
Del largo y denso
discurso de Díaz-Canel en la Asamblea nacional hay un apartado que
merece especial atención. El que se refiere al análisis económico
y los nuevos datos oficiales de crecimiento del PIB en 2018. Sin
duda, lo más polémico hasta ahora. Para él, lo más aburrido. Qué lástima.
Tras reconocer que
la economía mundial no va bien, y en ello tiene razón, Díaz-Canel
alude a que “en el primer semestre la economía cubana se ha
desenvuelto en un contexto de restricciones, fundamentalmente de
divisas y combustibles, debido al recrudecimiento del bloqueo, la
persecución financiera, la aplicación del Título III de la Ley
Helms-Burton, la prohibición para los viajes de cruceros y otras
medidas, que tienen el propósito de afectar fundamentalmente el
turismo y la inversión extranjera, para asfixiarnos económicamente,
provocando mayores carencias que irriten y desmovilicen a nuestro
pueblo”.
El balance de ello
es que “en este complejo escenario, en el primer semestre no se
alcanzaron los ingresos previstos por exportaciones, con afectaciones
fundamentalmente en el turismo, el níquel -cuyo precio bajó- y la
exportación de azúcar”, para añadir a continuación que “no
obstante, se han cumplido niveles de producción que son esenciales
para el país”. ¿Alguien ve alguna contradicción en todo esto?
Desde esta
valoración, que no se sustenta en cifra alguna objeto de análisis,
Díaz-Canel dice que “en el año 2018, una vez concluidos los
cálculos y las conciliaciones de los niveles de actividad que
determinan el comportamiento de la economía, se alcanza un
crecimiento del Producto Interno Bruto del 2,2 %, superior al 1,2 %
que, como estimado, informamos en el mes de diciembre de 2018”.
Es decir, que tras
el desastroso balance realizado anteriormente, se afirma que la
economía creció el doble de lo que estaba previsto. ¿Es así como
se pretende conseguir credibilidad? ¿A qué obedece esta impostura
estadística o tal vez, política? Desde 2007 no se recordaba una polémica como esta con los datos de la economía cubana.
A nadie se le puede
olvidar que un dirigente populista clásico hace todo lo posible por
mostrar una realidad económica mejor que la existente. Fidel Castro nunca lo
hizo. Su hermano Raúl, tampoco. Ellos eran más del mensaje de “sangre, sudor y
lágrimas”. Díaz-Canel ha inaugurado una nueva etapa de
irresponsables aumentos salariales sin referencia a la productividad
y otras maldades populistas que, a buen seguro, van a deleitar a más
de uno, pero que van a poner en grave peligro a la economía de la
isla.
El otro argumento
populista clásico es corolario del anterior. Si realmente no estamos
mal, el año que viene tenemos que hacer un gran esfuerzo para estar
mejor. También en esto es distinto a Fidel y Raúl porque para
ellos, el “estar mejor” comunista era un proceso de largo, muy
largo plazo, que nunca acababa de llegar.
El populismo, como
doctrina política de los regímenes autoritarios, juega en el corto
plazo, y por ello, el análisis es de año en año. En lo que si
coincide el discurso de Díaz-Canel con el de sus predecesores es en
el victimismo y la búsqueda del enemigo exterior, pero en eso, ya no
vale la pena insistir más.
Llegados a este
punto, Díaz-Canel confirma que el año 2018 fue muy bueno (un
crecimiento del 2,2% es similar al que registra España, e incluso
superior a la media europea) pero después de reconocer que el primer
semestre de 2019 ha sido especialmente complicado, se lanza a dibujar
el escenario del resto del ejercicio, al que califica como “más
complejo” como consecuencia del “descenso en los arribos
marítimos por la cancelación de las operaciones de cruceros”. No
me canso de decir que la llegada de turistas a Cuba por medio de
cruceros, apenas representa el 2,5% de la entrada total de viajeros.
El resto, 97,5% llegan por avión. Ese es el principal origen de los ingresos,
por lo que atribuir a solo un 2,5% tanta influencia, me parece un
despropósito político. Poco más.
Díaz-Canel afirma
que “en el periodo, el balance de divisas mantiene el equilibrio
planificado, al tiempo que se cumple la indicación de que el pago de
deudas supere la toma de créditos”, para mantener el endeudamiento
externo”. La realidad es que en ausencia de datos estadísticos,
Cuba no publica este tipo de informaciones como hacen otros países
aludiendo a la “amenaza del embargo”, no es muy gratificante
tener que creer lo que dice Díaz-Canel. No parece que el
endeudamiento externo del país se encuentre bajo control, si se
tienen en cuenta los continuos controles de divisas que se practican
sobre las empresas extranjeras, sobre todo hoteleras, y las
limitaciones a la repatriación de beneficios a casas matrices. En
ausencia de datos económicos para contraste, habrá que dejar a un
lado estas consideraciones políticas del discurso.
Díaz-Canel
reconoce “déficit con la importación de combustible”, y con la
generación de energía eléctrica, “lo que nos ha obligado a
establecer medidas de restricción interna para su consumo
evitando en lo posible afectaciones a la población y a las
principales producciones y servicios de la economía”. Lo malo es
que las informaciones que llegan de Cuba en estos días hablan de
apagones generalizados, en lo que puede ser un verano de los más
difíciles de los últimos años, en un país en que “el ahorro y
el control, para poner cada litro donde más se necesita” no han
servido para dar resultados.
Y llegados a este
punto, Díaz-Canel deslinda una serie de datos para justificar con
ellos “que el país avanza y que ninguna política imperial (y
lindezas del estilo de "aspirantes a verdugos del pueblo cubano o
genocida política anticubana") podrá superar nuestra voluntad de ir
por más”.
Los datos son
impropios del discurso de un presidente ante la
Asamblea Nacional. Ni siquiera un cuadro macroeconómico básico. Espero que, con el tiempo, la información vaya mejorando, y sea de mayor rigor. Pero esto es lo que hay. Aquí van.
Producción de
carne de cerdo, para incrementar la oferta de productos cárnicos a
la población; producción total de leche fresca (el eterno “vasito
de leche”); inversiones para incrementar la capacidad de operación
de cargas y de almacenamiento de combustibles, transporte de
pasajeros, actividad turística, la producción de la industria
química, y los servicios hidráulicos y la generación eléctrica
mediante el uso de fuentes renovables de energía;10 nuevos negocios
con capital extranjero, que totalizan un monto de inversión
comprometido de 1.395 millones de dólares (muy lejos de los 2.000
millones estimados que necesita la economía), la terminación de
15.748 viviendas (totalmente insuficiente para atender las
necesidades de la población), la circulación mercantil
minorista (CMM) que se cumple al 95,1% (desconozco que tiene esto que
ver con el funcionamiento de la economía). Parece ser que en Cuba no
existe relación entre el respaldo de los aseguramientos y el real
vendido, lo que en la economía de mercado es impensable; el dato de
la liquidación del presupuesto de 2018, con un déficit fiscal
inferior a lo planificado (nunca se sabe si esto es mejor o peor en
una economía estalinista de planificación central, donde todos los
activos están en manos del estado), y el crecimiento esperado del 2%
de los ocupados en el sector no estatal, una cifra que sigue siendo
escasa, en la medida que la actividad privada continua bloqueada y
frenada por el aparato burocrático, como reconocen los dirigentes.
Datos que no ayudan a obtener una visión integral y objetiva del estado de la economía cubana, sino que son un batiburrillo de informaciones dispersas cuya utilidad deja mucho que desear. Es lo que hay. Díaz-Canel acabó
esta parte del discurso con varias citas a Fidel Castro. La verdad es
que en los tiempos que corren este tipo de referencias parecen poco
afortunadas, y con escasa relación con los problemas y necesidades
de la economía. Regresar a Fidel es situarse en esa caja del tiempo,
autárquica y obsoleta, que solo ha servido para empobrecer y atrasar
a la economía y sociedad cubana.Perder el tiempo del futuro.
Resistirse a no
reconocer que “los errores y deficiencias que provocaron los picos
de desabastecimiento que nos afectaron en meses recientes” no
responden a la falta de liquidez y a lo que llaman "la mentalidad
importadora", es no ver las causas de lo que ocurre, sino quedarse en los efectos.
Cuando alguien importa no es por comodidad o por vicio, sino porque
es mejor, de más calidad y más eficiente. El pésimo diseño del sistema es el que obliga a estas pautas. Cambien el sistema y todo irá a mejor.
Si en Cuba no se
presenta ningún proyecto de inversión extranjera para la producción
de pollos o de carne de cerdo, con su correspondiente de piensos,
conviene analizar las causas, y ver si realmente esa “cartera de
oportunidades” sirve para algo, y en cualquier caso, si es
interesante que un productor extranjero se haga con el control de la
alimentación nacional. Esto, en términos estratégicos, es igual que importar los productos del exterior, por si no
lo sabían. Hasta Fidel Castro se daba cuenta de estas cosas.
Después, las quejas sobre “la pobre gestión exportadora y la limitada inversión
extranjera, el escaso encadenamiento de la producción nacional con
la propia inversión extranjera y con actividades como el turismo,
llamado a convertirse en locomotora de la economía nacional”. Lo que se tiene que hacer es darle solución y no ser parte del problema. La
falta de competitividad de la economía cubana no se va a arreglar en
un solo año, y mucho menos con aumentos salariales en el sector
presupuestado que calientan al resto de la economía por la vía de
los costes unitarios de producción, ni siquiera por la falsedad de
una doble moneda en circulación que oculta los problemas con los
fundamentales de la economía. Por supuesto que hay que mejorar la
competitividad de la economía, pero no por medio de conglomerados estatales vinculados con empresas extranjeras, sino promoviendo
los sectores productivos que surjan de una renovada y vital oferta
productiva privada cubana. Ese es el camino.
No me cabe la menor
duda que la economía ha pasado a ocupar un primer puesto en la
agenda del actual gobierno, y seguro que los “análisis periódicos
para evaluar la implementación de las medidas” que anuncia
Díaz-Canel van a aportar más evidencias. De momento, el 2,2% de
crecimiento en 2018 no lo vamos a aceptar. No hay motivo alguno para
ello. Además, me sorprende que piense que los diputados se puedan
aburrir con estos temas. Es un desprecio a los diputados y a la importancia de los
temas económicos. Un mensaje poco o nada político.
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