Cuba necesita un turismo privado más competitivo y eficiente
Elías Amor Bravo, economista
No cabe duda que la
actividad turística en Cuba ha experimentado un auge creciente en
los últimos años, con un aumento significativo del número de
viajeros y de los ingresos por turismo. Los primeros pasaron de 2,8
millones en 2012 a 4,7 millones en 2018, un 52,5% de aumento; los
ingresos lo hicieron de 2.613 millones CUC a 3.300 millones CUC en
2017, un aumento del 26% (el dato de 2018 desciende a 2.191 millones
CUC).
Ahora bien, hay que
señalar que este ciclo expansivo del turismo cubano no se va a
mantener por siempre; de hecho, como ya se ha señalado, los ingresos
flexionaron a la baja entre 2017 y 2018, y los últimos datos
recientes no permiten abrigar expectativas favorables para el año
2019, en curso, en el que la cifra de 5 millones probablemente no se
alcanzará. Las autoridades deberían reaccionar a este escenario y
plantearse si después de años continuados de crecimiento en el
número de viajeros y en los ingresos, no se requiere adoptar algunas
medidas para evitar o alejar estos primeros signos de agotamiento que
muestran las estadísticas de ONEI.
El descenso a corto
plazo en los ingresos turísticos no es una buena noticia, y es
importante tener en cuenta que se produjo antes de la adopción por
la Administración Trump de las recientes medidas contra el turismo
de cruceros o de viajes persona a persona. En cualquier caso, el
modelo basado en la planificación central del turismo y el elevado
grado de control que ejerce el estado por medio de conglomerados
empresariales vinculados a la seguridad del estado o el ejército,
muestra síntomas de agotamiento, y puede estar llegando a su punto
final. Tal vez se necesite un nuevo impulso para no perder lo
conquistado. La necesidad de cambios parece más urgente si se tiene
en cuenta que las previsiones para la temporada alta de este año
apuntan a un resultado inferior al del año pasado.
El turismo mundial
se resiente, como consecuencia del menor crecimiento económico que
confirman organismos como el FMI o el Banco Mundial, y sin embargo,
las autoridades de la isla no han reaccionado a estos cambios que
combinan una demanda más débil, sobre todo de los principales
mercados del turismo cubano, con un aumento de la competencia de
otros destinos que tratan de aprovechar las ventajas que se derivan
de este sector. El turismo cubano se enfrenta así a la necesidad de
cambiar las reglas de juego, reconocer y aceptar que el modelo en
curso no es el más adecuado para continuar avanzando, y que se
necesitan mucho más que campañas de marketing para consolidar el
turismo en Cuba para los próximos años.
La pregunta es, en
tales condiciones, ¿qué se tiene que hacer para que el turismo en
Cuba no se vea frenado bruscamente por la nueva coyuntura?
En primer lugar
analizar bien el mercado y detectar las tendencias globales. Cuba no
compite con otros países del Caribe. El turismo es un fenómeno
global y no se puede planificar el modelo con una visión geográfica
parcial y limitada. Asistimos a un proceso en el que una eventual
recuperación de los destinos turísticos del norte de África, tras
los años de inestabilidad, no solo perjudica al turismo español,
sino que puede actuar de forma negativa sobre la demanda de viajeros
europeos al Caribe.
La competencia de
la isla no se encuentra en República Dominicana o Cancún, que lo
es, sino en plazas tan alejadas como Turquía o Egipto, que se están
recuperando con fuerza durante este año gracias a unos precios
competitivos y la acción de los eficientes tour operadores. Si las
autoridades de la isla no perciben estos procesos y tendencias
globales cometerán graves errores en la planificación de la
actividad. Por ejemplo, pensar de forma obsesiva en el turismo de
cruceros de EEUU es contradictorio. Los mercados de turismo son
globales. Las líneas aéreas que transportan a los viajeros y las
infraestructuras aeroportuarias son fundamentales en el nuevo
escenario, lo mismo que unas buenas relaciones con los gestores del
mercado. Y esto conduce a las prioridades de inversión pública a
realizar.
En segundo lugar,
las autoridades castristas tienen que reflexionar sobre la entrada
del sector privado en el turismo cubano. Hasta la fecha, este proceso
ha sido regulado, controlado e intervenido de forma directa por medio
de un abrumador proceso de autorizaciones a trabajadores por cuenta
propia. Y si bien es cierto que en la gastronomía, restauración y
alojamiento, transporte ya existe una participación destacada de los
agentes privados, no tiene sentido que el estado continúe
manteniendo un peso directo en este sector. El estado no se debe
dedicar al turismo, a servir comidas o limpiar habitaciones. Su papel
es bien distinto. Esas funciones se tienen que gestionar por el
sector privado, que lo hace de forma más eficiente. Esto nos lleva a
proponer la necesidad, urgente, de afrontar un proceso de
reconversión del sector que permita dar entrada a los operadores
privados en la dirección y gestión del negocio, con la retirada del
estado castrista de aquellas posiciones de control que mantiene.
El régimen tiene
una oportunidad histórica para acometer este proceso, y además,
realizar la operación dentro de un marco que suponga dar carpetazo a
prácticas abusivas, las expropiaciones y confiscaciones, que toca
cerrar de forma definitiva para que se restaure la justicia en la
economía de la isla. Las demandas de los legítimos propietarios a
las empresas extranjeras que operan con el régimen en la actividad
turística, cualquiera que sea su desenlace, deberían servir para
constituir la base de un sector turístico privado potente, en el que
el estado pase a ocupar las funciones que le corresponden,
básicamente coordinación y dirección.
Mediante estas
operaciones de venta, se podrían obtener unos ingresos con los que
financiar actividades en materia de infraestructuras, necesarios para
que el sector continúe su dinámica positiva. El estado debería
encargarse, en colaboración con los agentes privados del turismo en
Cuba de impulsar un conjunto de actividades, entre las que se
incluyen una política de promoción turística mayor y mejor, como
destino. Igualmente, una mejora continua de la oferta dirigida a que
el viajero que llega a la isla incremente el gasto, apostando por
nuevas fórmulas del producto turístico por desarrollar, y aplicando
una política en materia impositiva que refuerce la competitividad
del sector en la economía. Cuba tiene que redefinir su modelo
turístico si quiere aprovechar las potencialidades del turismo
mundial, que superado el actual bache, volverá a crecer, con la
entrada de chinos e indios como viajeros. El estado castrista ya
cumplió su fin de ciclo. Ahora toca a los empresarios privados
cubanos liderar el sector. Urge el cambio para no perder las
oportunidades.
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