Una posición alternativa al estado de la industria cubana

Elías Amor Bravo, economista

Tengo la sensación que en la Asamblea nacional han dicho de todo, menos la verdad. Es el caso del Ministerio de Industrias (Mindus) que tuvo su “momento de gloria” para explicar la situación del sector, obsesionado con eso que llaman “sustitución de importaciones con producciones nacionales” sin saber muy bien exactamente de que se trata. La información viene de un artículo en Granma titulado “Mi industria primero”.

La realidad es que el Mindus no ha reconocido el estado desastroso en que se encuentra la industria en Cuba, tras décadas de desidia comunista. Basta con echar un vistazo a las estadísticas de la ONEI para confirmar esta visión.

La actividad industrial en Cuba representa solo un 15% del PIB, con sus 14.559 millones de CUP. En términos comparativos, el valor de la producción industrial es inferior al que representa en las cuentas nacionales “salud pública y asistencia social”, que alcanzó 16.851 millones de CUP. Este bajo porcentaje de la actividad industrial se encuentra directamente relacionado con el 10,3% que representa la formación bruta de capital fijo en el PIB de la economía, uno de los porcentajes más bajos de América Latina, donde este índice se sitúa por encima del 20%.

Si la situación estructural es deficiente, las tendencias no se quedan atrás. El índice de volumen físico de la industria cubana, por origen de los productos, con base 100 en 1989, se encuentra en 2018 en un índice 67,7, lo que significa que la producción de este sector se encuentra tres décadas después un 33,3% por debajo del punto de partida. Un resultado difícil de explicar y de justificar, pero es una de las explicaciones de por qué la economía cubana no funciona. 

Gran parte de la responsabilidad se encuentra en la industria azucarera cuyo índice apenas alcanza un 18, resultado de las decisiones alocadas de Fidel Castro a comienzos de este siglo, cuando enterró para siempre el azúcar cubano. Pero la industria manufacturera, en su conjunto, tampoco remonta las cifras de 1989, y su índice en 2018 es 78,5% algo más de un 20% por debajo.

De las 24 ramas de la industria manufacturera para las que se dispone de datos en ONEI, resulta que la única que remonta las cifras de producción de 1989 es “elaboración de bebidas” con un 118,9, Hay algunas ramas de la industria que han experimentado tal descenso que es difícil explicarlo o justificarlo de alguna manera. Tal es el caso, por ejemplo, de la producción de “fertilizantes” con un índice de solo 5,9, o el caso del “textil y confección” que tan solo registra un 5,1, y así sucesivamente. Con estos niveles tan bajos de producción, ciertamente es muy difícil que Díaz-Canel logre encadenamiento alguno y reducir la factura de importaciones, pero bueno, si él se lo cree, adelante. 

Resultados muy similares se obtienen con el índice de volumen físico de la industria por destino de los productos, igualmente con base 100 en 1989, con un índice de 67,7 en 2018. No obstante, al establecer la diferencia entre bienes de consumo, bienes de equipo y bienes intermedios, la dispar evolución que experimentan las distintas ramas de la industria es, si cabe, más llamativa. Así, por ejemplo, la fabricación de bienes de equipo, con un índice 6,9 en 2018 refleja la imposibilidad de utilizar este sector para la innovación industrial en Cuba y la dependencia que tiene el país de las importaciones de tecnología y maquinaria. Por lo que respecta a los bienes intermedios, donde se encuentra todo tipo de materias primas, el índice en 2018, un 35,1 indica que tampoco hay mucho que hacer, pese a que el Mindus presentó la “recuperación de materias primas”, el reciclaje, como una “de las políticas fundamentales al 83% de cumplimiento”. Habrá que ver dónde.

Tan solo el índice de bienes de consumo, con un 103,7 es el único componente de la industria que se sitúa en 2018 por encima del nivel de 1989. Pero crecer solo un 3,7% en el curso de tres décadas no ofrece motivo alguno de satisfacción.

Vista desde esta perspectiva, la industria cubana, registra un fracaso rotundo en sus resultados, a diferencia de lo que ocurre en otros países. A lo largo de 30 años ha disminuido su oferta productiva, existiendo detrás de este proceso una amalgama de factores que básicamente tienen que ver con el modelo económico de base estalinista que impera en el país y el fracaso de la planificación central.

En la Asamblea, no se reconocieron estos datos. Se habló de otras cosas. Burocracia y triunfalismo. Nada bueno para la industria. Se habló de la “tarea Hierro Viejo” para compulsar “la baja técnica de equipos en desuso, y recuperar 21.000 toneladas de acero provenientes de la Unión de Ferrocarriles de Cuba y cinco organizaciones superiores de dirección empresarial del ministerio de la agricultura”. Igualmente, se habló del “reordenamiento y uso eficiente de máquinas y equipos en función de la economía nacional", de “la actualización del inventario nacional de máquinas herramienta y equipos”, de “la cantidad y calidad de los mantenimientos y reparaciones de máquinas herramienta y equipos”, “la producción y recuperación de piezas de repuesto", del “fomento y desarrollo de la producción de envases y embalajes”, y en cuanto a las inversiones,se dijo que “se da seguimiento a más de 50 proyectos seleccionados en las diferentes etapas del proceso inversionista, con un monto de ejecución de unos 43.361.900 pesos y 25 negocios de inversión extranjera, de ellos 6 en la Zona del Mariel”. Muy interesante, pero poco o nada efectivo para impulsar la industria cubana.


Con este balance encima de la mesa, las intervenciones de los diputados siguieron el mismo tono aburrido y burocrático. Los temas tratados, como “la responsabilidad que representa atraer inversión industrial hacia la zona especial”, “los vínculos de la industria con el sector del turismo, con los exportadores y con la ZED del Mariel”, “la confección de los uniformes deportivos para los atletas cubanos de cara a los venideros Juegos Panamericanos, (...) balones y guantes de béisbol, entre otros implementos deportivos”, “los uniformes escolares y de las libretas para el curso 2019-2020”, la necesidad de “luchar contra la obsolescencia del pensamiento más que contra la obsolescencia tecnológica” instando a ser más desarrolladores y menos copiadores en materia de producción industrial”, en suma “la cultura del detalle contra la chapucería, donde el ahorro necesario se imponga, pero sin considerar que el diseño puede generar un costo, cuando justamente es una inversión en función del pensamiento y de la creación” no aportaron gran cosa.


En ningún momento, se habló de empresa privada, de la autorización a los cubanos para crear empresas privadas en la industria manufacturera, poder establecer libremente acuerdos con los inversores extranjeros y derechos de propiedad, riqueza y distribución de beneficios. No se si se han dado cuenta, pero este es el punto de partida para la recuperación de la economía cubana.  Para la industria, si cabe más aún.

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