¡Arroz con leche para todos los cubanos!
Elías Amor Bravo, economista
O al menos eso es
lo que parece desprenderse de la agenda de trabajo del pasado lunes 25 de
noviembre, de Díaz-Canel y su equipo, recogida en un extenso artículo en
Cubadebate. En las discusiones sobre el eterno problema a resolver de “cómo
acompañar desde la industria y el desarrollo de diferentes programas el aumento
de la producción de alimentos en el país”, se abordó el análisis “con
particular énfasis de las acciones que se han realizado para recuperar la
industria láctea y los avances que se constatan en el programa arrocero”.
Lácteos y arroz.
Arroz con leche para todos los cubanos. Lo mismo que cuando Raúl Castro decía
aquello del “vasito de leche para todo el mundo”. Qué manera de tomar el pelo a
la gente y no reconocer el fracaso rotundo y absoluto de un modelo económico
que lleva 60 años martirizando a los cubanos.
Al parecer alguien
refirió a “los logros alcanzados en la industria láctea” a finales de la década
de los años 80 del siglo pasado, en cuanto al acopio de leche, logros nada
excepcionales por cierto. De hecho, se hundieron en picado a comienzos de los
años 90, durante el denominado “período especial”, origen para el régimen
castrista de todos los males pasados, presentes y futuros. Si bien, en aquella
época se dieron pasos hacia la libertad económica que, de haberse mantenido,
otro gallo cantaría, actualmente. En cualquier caso, la doctrina oficial del
régimen insiste en que el período especial provocó el deterioro de la industria
láctea y así quedó patente en la reunión.
Lo importante es
que han pasado 25 años, y todavía siguen dando vueltas para determinar “por
donde le entra el agua al coco”. Las autoridades señalaron, y cito
textualmente, “que años después comenzó un programa de recuperación de
capacidades productivas de la industria para recuperar de manera paulatina, la
actividad, concentrada en un 55% en las provincias de Camagüey, Sancti
Spíritus, Villa Clara y Matanzas”. Habría que preguntarse dos cosas. ¿Por qué
hubo que esperar unos años para poner remedio a la situación, y lo más
importante aún, por qué había que asumir una recuperación paulatina?
Lo
mismo de siempre. El dueño de los medios de producción en Cuba, el estado, no
invierte ni en equipamientos ni en tecnologías, por lo que los procesos productivos
no pueden ir a mejor. El régimen castrista debería entender que solo con la “reposición
de equipos de refrigeración, sistemas de generación de vapor y medios de
transporte, o la recuperación de sistemas de aire comprimido y
el montaje de compresores de frío, condensadores evaporativos y bancos de
hielo” no se resuelven los problemas de una industria. Puede que el ingenio de
los cubanos haga que los “almendrones” prolonguen su vida motriz muchos más
años que en cualquier otro lugar del mundo, pero la industria es otra cosa. La
desatención continua del régimen a las inversiones está en el origen del
fracaso. Por el contrario, iniciativa privada lo haría mucho mejor. En ello le
va la rentabilidad.
Y así les va,
reparando y recuperando poco a poco líneas de producción de yogurt
de soja, de quesos, y del resto de alimentos, si bien las
autoridades reconocen que existe un problema de base que es el insuficiente
nivel de producción de leche, y se cita el dato: al cierre del 2018 se
acopiaron 432 mil toneladas para satisfacer las demandas de la industria ¿Mucho,
poco?
Ya se sabe por qué
en Cuba no se produce leche. No creo que haga falta recordar que antes de 1959,
el sector lechero cubano abastecía de sobra las necesidades de la población y
de la industria. La situación cambió cuando Fidel Castro ordenó la confiscación
de todo el ganado a sus legítimos propietarios. A partir de entonces, la
producción cayó en picado, porque el nuevo dueño, el estado, no se debe dedicar
a ordeñar vacas, servirles forraje y pastorear. Además, la prohibición de la
cría de reses a privados, con severos castigos penales, agravó más aún la
problemática del sector. Los niños cubanos tenían problemas para consumir
leche. Los mayores más aún. La leche desapareció de la dieta de los cubanos. El
modelo había fracasado de forma estrepitosa.
Y desde entonces
han ido parcheando el problema, sin reconocer que no existe otra solución que
privatizar la ganadería cubana y establecer la empresa privada ganadera como el
agente productor de leche. Los burócratas se pasan el tiempo discutiendo sobre
cosas intrascendentes, como “la necesidad de aumentar las capacidades de
envasado, en cantidad y surtidos, y aprovechar mejor el suero para la
elaboración de diferentes alimentos, e incluso remodelar el Lácteo de Santa
Clara e incluir en otros combinados líneas de producción de mantequilla, de
quesos y de helados con envases de diferentes formatos”, pero no atienden a las
razones técnicas y productivas que aconsejan la privatización del sector. Y
Díaz-Canel erre que erre a lo suyo, sin parar de hablar de los encadenamientos
y haciendo mención de los “maestros queseros de leche de cabra”. De risa.
Pero no conformes
con toda esta disquisición improductiva, se dedican a analizar, ni más ni
menos, como hacer frente a los efectos del cambio climático con la siembra de
cultivos más resistentes a la sequía como yuca, plátano burro, quimbombó,
calabaza y algunas hortalizas que requieren de poca humedad. Volvemos al
origen. Menos mal.
Por lo que respecta
al arroz, el otro ingrediente al que hemos aludido, la reunión ministerial dio
para mucho. Ofrecieron datos. En el sector participan 14 empresas de 13
provincias del país y el municipio especial Isla de la Juventud, y agrupa a 22.218
productores, de los cuales 20.472 pertenecen al sector cooperativo y campesino.
A nadie hace falta explicar que el arroz es un alimento fundamental para la
dieta de los cubanos. La prioridad debería ser máxima. Antes de 1959, no había
problema para importar el arroz necesario, porque el peso equiparado al dólar
realmente, tenía suficiente poder de compra para adquirir en el exterior lo que
no se obtenía por el sector interno.
Pero Fidel Castro
acabó con aquella situación, y ante la escasez continua de divisas, las compras
de arroz en el exterior entraron en saco roto. Para ello, se empeñaron en
lograr la sustitución de importaciones, y en eso están 60 años después, con las
cifras antes citadas de empresas y productores.
Los objetivos para 2023
se establecieron en lograr 450 mil toneladas de arroz y para el 2030 se
proyectan 600 mil toneladas, que representa el 86% de la demanda nacional que
en la actualidad asciende a 700 mil. Una carta a los reyes magos que no va a
llegar. Para empezar, suponiendo que la demanda nacional en 2030 sea la misma
que ahora, cosa bastante improbable si se tienen en cuenta los cambios que se
pueden producir en la evolución y composición de la población.
Cada vez que
ofrecen datos, ellos caen en sus contradicciones. Como si no interpretar que
desde 2012 hasta la actualidad se han producido 1.720.700 toneladas de arroz
dedicadas al consumo de la población, lo cual significa una media de 245 mil
toneladas año. Sería bueno saber cómo se va a alcanzar el objetivo fijado para
2023 de 450 mil toneladas. Es casi el doble de la media del período de 7 años,
y nada lleva a suponer que se pueda alcanzar ese resultado. Hasta con los
números, se equivocan. Otro consejo, si solo se han dedicado 894 millones de
dólares en 7 años a la compra de arroz, unos 127 millones al año, compren en el
exterior y no se compliquen mucho la vida. Acabarán antes.
Al igual que con la
leche, el dueño de la producción de arroz, el estado, invierte lo justo en el
sector, para mantenimiento y poco más. Conceptos en el arroz, como maquinaria
agrícola, implementos, las industrias de secado y molinería, y transporte,
secaderos de arroz, plantas de beneficio, clasificación y tratamiento de
semillas; básculas de 80 toneladas para el pesaje; y bases de almacenamiento de
arroz cáscara seco con 38 silos” se atienden con las disponibilidades
presupuestarias ajustadas que impiden un despliegue del potencial productivo.
Además, se produce igual que hace 20 o 30 años, sin incorporar las innovaciones
del sector. Ni arroz ni leche. Habrá que esperar tiempos mejores.
Nunca olvidaré al asturiano que distribuía la leche en mi barrio de Camaguey y que, con sorna de socialista que llega de regreso, le dijo a mi hijo el día que cumplió 7 años: "Toma, aquí tienes tu litro de leche y no regreses hasta que cumplas 62 años". Fue de impacto. Aquella broma, de humor negro, todavía es una realidad en la dieta de los cubanos. Por fortuna mi hijo tiene ya 53 años, pero hace mucho que no depende del racionamiento castrista.
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