¿Por qué el castrismo grava al dólar de EEUU con un 10%?
Elías Amor Bravo, economista
El régimen castrista ha justificado en el diario oficial comunista
Granma las razones por las que se fijó un gravamen del 10% a los
dólares estadounidenses en efectivo que ingresaran al sistema
bancario nacional. Las esperábamos. No han defraudado.
Cito textualmente,“porque nuestra realidad es única, porque el
atrevimiento colosal de no ceder a las presiones del imperio más
poderoso del mundo se ha convertido en cuestión de principios, y
porque la soberanía económica sostiene la independencia total que
defendemos, en el camino al desarrollo de Cuba no se parece al de
nadie más”. Pura retórica y poco análisis económico.
Cierto.
Cuba no se parece a nadie. Por desgracia. Este pernicioso elemento
diferencial es negativo, porque hace muy difícil comparar y situar
la dinámica económica de la nación en términos de un modelo
racional de gobernanza económica como el que existe en el resto del
mundo. La cuestión es otra. Justificar un gravamen del 10% sobre una
divisa por motivos como los antes expuestos parece grandilocuente y
tal vez excesivo. En todo caso, ¿por qué un 10% y no un 5% o un 15%
u otro porcentaje? Además, lo más intrigante de todo es ¿por qué
se habla de esto ahora, y no antes? ¿Qué hay detrás de este
artículo en Granma que refleja la voz de las autoridades en este
asunto? Sobre estas cuestiones se reflexiona en esta entrada del
blog.
Un
poco de historia permite situar el escenario de los acontecimientos.
En 2004, el régimen adoptó la decisión de establecer un gravamen
del 10% a los dólares estadounidenses en efectivo que entrasen al
sistema bancario nacional acuciado por un escenario económico
sobrevenido, en el que el PIB crecía a una tasa anual del 5,8%, las
importaciones lo hacían a un 13% y las exportaciones a un 19%. De
modo que cuando se intentaba cambiar un dólar de EEUU a la moneda
intermedia, el CUC, realmente se disponía solamente de 90 centavos.
Teniendo en cuenta el elevado volumen de transacciones que se
realizaban en términos líquidos en la economía (las exportaciones
aumentaron en 2005 un 47,5%, el récord de la serie histórica) la
operación de gravamen suponía una ganancia importante para el
régimen.
Había
que buscar una justificación de la medida en el ámbito político. Y
para ello, se explicó que obedecía a la respuesta a las
prohibiciones de operar con dólares en bancos extranjeros que en
aquel momento, atendiendo a los registros de la economía, no se
podían percibir. En 2005 la economía creció un 11,2% y un año
después en 2006, lo hizo en un 12,1%. Ni embargo, ni nada parecido
parecían frenar el auge de la economía en esos años. Sin embargo,
las operaciones con divisas no era lo que interesaba al régimen,
sino que pretendía tener absoluta libertad para la apertura de
depósitos en dólares en bancos extranjeros con las divisas
recaudadas en la isla mediante el gravamen y otros sistemas de
drenaje, con el objetivo de atender obligaciones comerciales en el
exterior. Lo primero que surge de este argumento es que la apertura
de cuentas en el exterior se podía realizar con cualquier otra
divisa (euros, yen, rublos).
Sin
embargo, la procedencia masiva de dólares a Cuba llevó al régimen
castrista a concentrar todos sus esfuerzos en esta divisa, con la que
podría realizar las operaciones bancarias generadas con los fondos
disponibles en los bancos de los distintos países. Por ejemplo,
pagar los alimentos que necesita continuamente de EEUU para paliar
situaciones de escasez, o el petróleo procedente de Venezuela que
aunque barato, se paga en dólares.
Por
todo ello, en 2004 se aprobó la Resolución 80 del Banco Central de
Cuba destinada a controlar la entrada de dólares en efectivo al
sistema bancario y financiero cubano por medio del gravamen del 10% a
los billetes de este país. Con esta medida, al margen de la
retórica, el régimen pretendía conseguir dos objetivos.
En
primer lugar, compensar los costes y riesgos asociados al traslado
físico de los dólares hacia el exterior en las condiciones de
recrudecimiento del bloqueo (habría que identificar el sentido de
estos presuntos costes y riesgos derivados del traslado del efectivo
al exterior, puede tener que ver con las normas cada vez más
estrictas del forensics de la banca mundial y la persecución
internacional al “lavado de dinero”, más que con el embargo de
forma concreta).
En
segundo lugar, incentivar a los que ingresan dinero al país, a
hacerlo por vías bancarias o mediante el uso de otras monedas
(divisas) sin las referidas restricciones, como dólares canadienses,
euros, libras esterlinas, francos suizos y otras por cuanto al
hacerlo así no se les cobraría el gravamen. El problema era el
mismo. No existía forma de pagar en muchos paladares e incluso
hoteles por el deficiente funcionamiento de las redes. Los cajeros de
los bancos, inexistentes. El uso de efectivo se generalizaba, y con
ello el aumento del crecimiento de la cantidad de dinero en manos del
público. El efectivo en circulación alcanza en Cuba casi un 25% del
PIB, una de las cifras más elevadas del mundo.
El
régimen insiste en que estas medidas iban dirigidas a desestimular
la entrada de dólares en efectivo, pero el curso de los
acontecimientos ha sido justo el opuesto, ya que la economía cubana
se encuentra actualmente mucho más penetrada por el dólar que en
2004. Y las magnitudes económicas son mucho más precarias, situadas
en el entorno de una grave y profunda recesión.
Mientras
que los extranjeros y cubanos fueron utilizando el CUC como principal
instrumento de pago, reserva de valor y unidad de cuenta en el sector
abierto de la economía, la presión sobre el dólar se podía
mantener, y hasta cierto punto hubo quién entendió las razones del
régimen. Los inversores extranjeros podían salvar las
complicaciones con el uso del dólar en efectivo, dada su
procedencia. Los turistas, aconsejados por sus agencias de viaje,
utilizaban otras monedas para el cambio dentro del país, no
sometidas al doloroso gravamen del 10%. Incluso las remesas de las
familias empezaron a realizarse desde instituciones crediticias
europeas, salvando así el problema del dólar. Sin embargo, la
necesidad de divisas del régimen como consecuencia de la parálisis
de los motores de cola de la economía, turismo, inversiones
extranjeras y remesas de familias, los llevó a extender los
mecanismos de drenaje del precario y atrasado sistema financiero
cubano. Y aquí es donde empiezan los problemas y la necesidad de
justificar el 10%.
Todo
empezó con la reciente autorización de las ventas minoristas en
monedas extranjeras a la población en tiendas habilitadas a esos
efectos, cuyos pagos se deben realizar con tarjetas magnéticas
asociadas a una cuenta bancaria abierta para tal fin. Lo que empezó
siendo una intervención planificada del negocio de un numeroso
colectivo de “mulas” que obtenían importantes ingresos con la
importación no oficial de todo tipo de electrodomésticos, acabó
siendo un instrumento de recaudación de divisas, que ha arrojado
numerosas dudas a amplios sectores de la población, que de pronto
empezó a comprobar que las cosas no funcionaban correctamente, sobre
todo, con relación al gravamen sobre el dólar. Un nuevo “cuatro
caminos” podría ocurrir en cualquier momento.
Las
justificaciones oficiales, lejos de calmar ánimos, los acrecientan,
porque después de detallar las razones oficiales castristas del
gravamen sobre el dólar de EEUU, se afirma que la intención es su
mantenimiento, porque se ha “recrudecido la guerra económica
contra el pueblo de Cuba, dictando nuevas medidas que causan
significativos daños y crean serios riesgos para el normal ejercicio
de la actividad financiera internacional”, para añadir que “la
tendencia a negarse a realizar operaciones con bancos cubanos es cada
vez más creciente por parte de instituciones bancarias y financieras
extranjeras”. No obstante, el artículo acaba con un tono más
moderado, y cito textualmente “el gravamen establecido para las
operaciones en dólares estadounidenses en efectivo, ha sido y
continúa siendo un tema de evaluación y permanente atención del
sistema bancario y de las autoridades del gobierno cubano”. Lo
próximo, el adiós definitivo al CUC. Sin ruido y por la puerta
trasera.
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