Felipe VI: un discurso valiente y democrático en Cuba
Elías Amor Bravo, economista
Es posible que algunos piensen que
debería haber ido más lejos. Es una posición igualmente
respetable. Pero de lo que no cabe duda es que el Rey Felipe VI ha
estado a la altura de las circunstancias, y en el discurso de la cena ante el
mandatario comunista Díaz-Canel, hizo una defensa valiente de la
democracia, al señalar que este sistema es el que “mejor defiende
los derechos humanos”. Y no conforme con ello, añadió que
“es el propio
pueblo cubano el que debe decidir sobre su futuro
porque los cambios en un país no pueden ser impuestos.
Un mensaje muy nítido, sincero, directo, oportuno y que debió
sentar como un jarro de agua fría a Díaz-Canel en la cena que
habían organizado las autoridades comunistas para el monarca español
junto a su esposa, la reina Letizia. Incluso Raúl Castro a
distancia, porque no fue invitado a la cena, no debió sentirse muy a
gusto con el discurso.
El Rey ha estado a la altura del momento.
En concreto, Felipe VI defendió como
"necesaria la existencia de instituciones
representativas de todos los ciudadanos para que se puedan expresar
todas las distintas preferencias" y añadió “encontrar en ellas el adecuado
respeto a la integridad de sus derechos, incluyendo la capacidad de
expresar libremente sus ideas, la libertad de asociación o la de
reunión". Es evidente que este discurso no estaba pactado con los comunistas. Estos habrán querido
interpretar lo que les de la gana, pero el mensaje del Rey ha sido claro, “la
evolución, la
adaptación y el cambio son inevitables en la dinámica de los hechos
en la historia”.
Así, después de decir
expresamente que “nada queda congelado en el tiempo, y quien se
resiste a su paso pierde la oportunidad de colaborar en el diseño de
ese futuro que ya está naciendo o, más aún, que ya está aquí",
añadió que “el futuro del pueblo cubano deben dilucidarlo ellos
mismos” y que "los
cambios no pueden ser impuestos,
tienen que nacer de dinámicas internas”. Atribuir al pueblo cubano el papel de agente impulsor de los cambios que necesita el país, supone ir contracorriente de un régimen que se atribuye una naturaleza superior para dirigir el destino de los cubanos. Magnífico el Rey.
Desde la visión impecable de la experiencia democrática
de la monarquía en la democracia española, el Rey dijo ante
Díaz-Canel y su corte comunista que “de la misma manera que no
puede tener éxito un cambio que no emane del interior de las fuerzas
sociales y políticas de un país, es igualmente cierto que el cambio
no traerá consenso y bienestar
si no representa la voluntad de la ciudadanía".
Y en este punto, Felipe VI llegó a proponer a Díaz-Canel como se tienen que implementar estas decisiones de cambio, al señalar de forma expresa ante el heredero del régimen de los Castro, la
importancia que tienen “el pacto, la negociación, el consenso y la
reconciliación” como fundamentos de la acción política, y puso
como ejemplo la experiencia de la transición española a la
democracia y la constitución de 1978, baluartes del cambio
registrado en España tras la desaparición de Franco.
En concreto, el Rey señaló que
“de esa constitución y de su propia historia, los
españoles han aprendido que es en democracia
como mejor se representan y se defienden los derechos humanos, la
libertad, la dignidad de las personas y los intereses de los
ciudadanos”. Nada que ver con la constitución castrista, un cascarón vacío de ideología comunista que resta poder y derechos políticos a los cubanos.
Como Rey demócrata, dijo
claramente que “la fortaleza que la democracia otorga a sus
instituciones es la que permite el progreso y el bienestar de los
pueblos y hacer frente a los riesgos y desafíos que inevitablemente
surgirán en el camino". Para añadir a continuación un mensaje
que recordó a muchos de los asistentes aquel de Juan Pablo II de que
“Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”. Felipe VI
fue directo al grano, “en la actualidad ningún
país puede vivir aislado
y corresponde a las autoridades dar a los ciudadanos la oportunidad
de viajar y recibir a gente de otros países. Los ciudadanos deben
acceder a nuevas tecnologías y tener normas que permitan el pleno
desarrollo de la creatividad en todos los ámbitos, desde la creación
cultural a la generación de iniciativas empresariales”. En clara referencia a los "regulados" y al monopolio totalitario de Etecsa en las comunicaciones.
Más claro: blanco y en botella. Mencionar expresamente
palabras como estas ante el dirigente comunista cubano justifica el viaje,
aunque algunos puedan pensar que la referencia a presos políticos o
la represión a los opositores que existe en Cuba quedaron al margen del discurso
oficial. El Rey añadió para finalizar que
“España quiere
seguir siendo parte del crecimiento económico de Cuba
y ayudar a generar oportunidades, momento en el que destacó la labor
que vienen realizando en la isla los empresarios españoles pese a
tener que superar enormes dificultades".
El Rey podría haber realizado un
discurso protocolario, sentimental y de naturaleza general, haciendo
referencia a lo que Fraga Iribarne llamaba “los lazos
de sangre que unen a España y Cuba” y el patrimonio histórico
y cultural común. Con eso habría tenido suficiente para un discurso
institucional previo al ágape. Sin embargo, lejos de omitir estas
cuestiones, sin duda importantes, y más aún en la víspera del 500
aniversario de La Habana, el Rey habló de democracia, libertad,
derechos humanos, pluralismo, transición, cambio y respeto a las
opiniones de todos. Aspectos que a los comunistas cubanos debieron
sentar como un tiro.
No estaba previsto que el dirigente
comunista replicara el discurso del Rey. Pero ya se sabe. En Cuba
todo es posible. Esto tampoco estaba pactado. De modo que Díaz-Canel volvió de nuevo a dirigir su discurso al argumento manido de
“reivindicar su independencia y rechazó injerencias en el
camino que dice ha emprendido la isla”, para añadir a continuación que "en
este camino que por voluntad propia hemos elegido es importante
contar con el acompañamiento de verdaderos amigos en el mundo y los
españoles se encuentran entre ellos. Somos hoy un ejemplo de lo que
la voluntad compartida y el respeto mutuo pueden aportar a una
relación sólida". Y yo añado que ni elegido, ni voluntad
propia, ni amigos, ni ejemplo, ni nada. El caso es no callar, y eso
si, no perder de vista que 57 millones de euros es una migaja pero
pueden servir para pagar el próximo plazo de la deuda con el enésimo
Club de París y que aprovechar la visita para colocar a España
junto a Cuba en el ataque al embargo de EEUU es una jugada en corto
que puede salir muy cara. Ya se sabe, para los castristas, cualquier
cosa vale.
Alguien podrá pensar que el Rey se
quedó corto en su discurso, que no fue directamente al grano y que
se perdió una gran oportunidad para denunciar al mundo las tropelías
castristas. A mí, por ejemplo, me habría gustado alguna referencia
emotiva y solidaria con los miles
de españoles que a partir
de 1959 fueron confiscadas sus propiedades por la llamada revolución
y expulsados del país a una existencia miserable al final de sus
días. No habría costado mucho. Esta
es una asignatura pendiente, pero el consenso supone alcanzar
posiciones que no gustando a todos, permiten avanzar. Y en este caso,
el discurso del Rey va más allá. Su impacto en La Habana quedará
para la posteridad. No ha sido un viaje en balde.
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