Ahora a esperar que caiga el maná de la agricultura cubana

Elías Amor Bravo, economista

Alea jacta est. El viceprimer ministro, Tapia, ha dicho en un acto celebrado en Pinar del Rio, que “todas las variantes para asegurar que haya producción en los mercados han sido aprobadas”. De modo y manera que ahora solo cabe esperar que aumente la oferta, que caiga el maná. Y ahí queda eso. ¿Seguro? ¿Son suficientes las medidas para incentivar el necesario aumento de la producción agropecuaria? ¿Se tiene que hacer algo más?

Fiar al destino, al azar, o la suerte sobrenatural, que las cosas vayan bien es un comportamiento impresentable. Básicamente, porque traslada a otros, responsabilidades que son, exclusivas de quien rehúye las mismas. El viceprimer ministro ha dicho que ya están adoptadas las medidas necesarias para “transformar los métodos de trabajo en la agricultura, abrir el pensamiento, con creatividad, y mantener un vínculo permanente con los campesinos y las cooperativas”. 

Con eso, cree que puede aumentar la producción de alimentos. Es más, considera que es necesario “visitar a los productores, pues en el intercambio directo con ellos es donde uno se entera de los problemas”. La última ocurrencia es hilarante, como si a los guajiros les interesara que los dirigentes comunistas locales fueran a molestarles en el trabajo diario en el surco.

Escuchando estos mensajes, y estando las cosas como están en este primer trimestre en Cuba, cuesta creer que el país pueda tener futuro alguno y enderezar la situación. Lo llamativo es que estas ideas no son solamente de Tapia, sino que son compartidas y reivindicadas por altos dirigentes como Prieto, Meisi Bolaños y el presidente de la ANAP Rafael Santiesteban que coincidieron con Tapia en estos actos de intercambio, cuyos resultados difunde Granma y la prensa oficial.

Los comunistas creen, están convencidos, que con las medidas adoptadas hace unas semanas, de las que en este Blog se dio buena cuenta, se van a resolver los problemas agropecuarios en Cuba.  

Recordando lo aprobado, en esencia se trataba de un conjunto de parches para hacer frente a los estragos provocados por la Tarea Ordenamiento, como la moderación del aumento de las tarifas eléctrica, de agua y de los servicios de la aviación agrícola; la disminución de los impuestos por los ingresos personales; la reducción en el precio de algunos insumos y servicios; la modificación de los precios de acopio, y las nuevas normas para la comercialización.

Medidas de oferta que intentaban estimular la producción para atender un exceso de demanda dados los precios, pero esto se pretende conseguir sin ir al origen de los problemas, que se encuentra en el régimen jurídico de propiedad de la tierra.

Tapia declara estar convencido que las nuevas medidas, por sí solas, no aseguran el incremento de la producción. Entonces, ¿qué espera que ocurra? ¿tal vez un milagro? Se autoengaña el viceprimer ministro, al creer que con los parches aprobados ha conseguido eliminar las trabas que limitan el crecimiento de la producción.

No lo va a lograr sino implementa reformas estructurales que permitan a los guajiros pasar a ser propietarios de la tierra que trabajan y de paso decidir, cuánto cultivan, a qué precios van a vender, a quién le van a vender la cosecha y en qué condiciones acceden a los insumos y medios de producción. El colectivismo de la tierra ha sido un fracaso rotundo y se requiere superar ese complejo ideológico que impide a los cubanos sacar el máximo provecho de una tierra fértil y altamente productiva. Y cultivarla toda, no dejando tierras ociosas en manos de los latifundios estatales, invadidos de la plaga del marabú por la desidia de décadas de abandono. Ciertamente, los campesinos cubanos no salieron ganando de la reforma agraria comunista de Fidel Castro. Cuando se dieron cuenta del engaño, ya era demasiado tarde.

Además, para colmo de males, el viceministro cree que los agricultores cubanos no hacen las cosas bien, y con ese espíritu de superioridad burocrática indolente se procede a trasladar las responsabilidades que son propias a otros, declarando de forma vergonzosa, que las medidas pretenden “estimularlos a todos a hacer las cosas bien”. El primero, él. Los campesinos cubanos no deberían aceptar este tipo de mensajes de quienes dicen ser sus representantes. Ofensas de este tipo son inmerecidas e impresentables y requieren una corrección inmediata con petición de disculpas.

¿Quiere saber el viceprimer ministro qué va a ocurrir con las medidas? Por ejemplo, nadie pone en duda que es bueno, y muy importante, reforzar en cualquier escenario productivo, los sistemas de contratación y la información que se trasmita a las bases productivas, promoviendo todas las formas de comunicación posibles, pero esto tiene poco, por no decir, nulo recorrido, si no existen materias de valor añadido y suficiente contenido, a las que referir los acuerdos y los contratos.

Y ahí es donde se encuentra la libre elección que los productores agropecuarios cubanos no han conseguido desde que empezó la entrega de tierras en arrendamiento. Ahí, en ese acto, se consagra el sometimiento del emprendedor privado al poder político estatal comunista, que decide con el arrendamiento de la tierra hasta dónde puede llegar el productor con su explotación. Para qué implementar sistemas de contratación, si el comunista local de turno decide cuánta tierra se entrega, o el acopio viene, o no viene, a recoger la cosecha, ya que no se autorizan intermediarios privados y competitivos.

De qué sirven los contratos y la información si el régimen comunista los bloquea una y otra vez. Y lo que es peor, si alguien que se considera perjudicado en sus derechos recurre a los tribunales populares, sabe de antemano quién va a tener razón, así que exigir el cumplimiento de las normas es caso perdido. Claro que hay que promover contratos y todo lo necesario para asegurar el marco productivo, pero en Cuba, sin derechos de propiedad, todo eso no sirve de nada.

El régimen habla de desterrar el burocratismo en la implementación de las medidas y pretende dar la mayor celeridad en la implementación de las nuevas medidas agropecuarias, pero incluso esto puede acabar siendo contraproducente, ya que los ritmos productivos de la agricultura y la ganadería son los que son y no hay burócratas que los puedan alterar. Mal asunto, es esperar que las cosas funciones sin implicarse realmente en las soluciones.

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