Fracaso de la política de comercio exterior de Malmierca

Elías Amor Bravo, economista

No es para tanto. Si después de una devaluación de la moneda de un 2.300%, que lógicamente debería suponer un aumento de la competitividad precio de la oferta nacional en los mercados extranjeros, solo se han firmado 1.987 contratos por entidades del sector no estatal y empresas estatales, más les valdría callar. Nos referimos en esta entrada del post a la reforma que implementó el ministro Malmierca en el verano de 2020, en plena pandemia, para fomentar las exportaciones y así atraer divisas. Una reforma que, a pesar de que lleva en vigor casi un año, ha atravesado no pocas vicisitudes, ya que el ministerio nunca tuvo la menor intención de que operasen libremente los operadores privados cubanos. 

Para ello, estableció el requisito de que debían contar con una entidad intermedia, estatal (en total unas 41 en todo el país), que cobraría por los servicios prestados un porcentaje de las ventas realizadas (o en su caso, de las compras). En un alarde de control, el ministerio elaboró un mapa de las entidades exportadoras del sector privado por provincias, que anunció que estaría disponible en la página web, y lanzó a sus funcionarios a captar oferta exportadora.

Por su parte, las empresas estatales, aunque no necesitan los intermediarios forzosos, se encuentran inmersas en un proceso que ha supuesto una alteración de sus estructuras de coste, como consecuencia del efecto combinado de la devaluación y de los aumentos de salarios, sin respaldo de productividad, de modo que bastantes problemas tienen para salir adelante y superar las dificultades provocadas por el gobierno, como para andar buscando mercados a los que exportar. Vista desde esta doble perspectiva, la devaluación intensa del peso en la Tarea Ordenamiento ha sido un fracaso para estimular las ventas al exterior.

Ahí están los resultados de un año de trabajo. Una política que se suponía que tenía como objetivo facilitan las exportaciones e importaciones de bienes y servicios se ha quedado a medio camino en todo, por su deficiente diseño e implementación, restando libertad a los agentes económicos para operar en el sector exterior.

De modo que los 1.987 contratos firmados entre empresas de Comex y entidades privadas son un resultado ínfimo, descorazonador, comparado con el que se podría haber alcanzado si estas entidades tuvieran libertad para decidir con quién quieren operar en el exterior, sin la presencia incómoda y controladora de los funcionarios del régimen.

Además, a pesar de la intensa devaluación que debería haber supuesto un aumento generalizado de las exportaciones, resulta que de los cerca de 2.000 contratos firmados solo 98 son de exportación, menos del 5% del total, y además con una participación destacada de las exportaciones de servicios donde el régimen escamotea a los profesionales que vende al exterior en concepto de ayuda internacional y otros programas encubiertos. El dato de que crecen a razón de 8 por semana, ofrecido por la directora general de Comercio Exterior, no deja de ser marginal.

Una estrategia de promoción del comercio exterior en una economía cualquiera debe coocar al estado en su sitio,  como subsidiario, y nunca entrometerlo como intermediario de las operaciones, lucrándose por ello. Este diseño es injusto (las empresas ya pagan estos servicios con los impuestos recaudados) y, por otra parte, aun cuando pudiera argumentarse en términos de cualificación o experiencia, los agentes privados deberían tener la libertad para abrir sus mercados en el exterior, firmar libremente los contratos y lucrarse con las operaciones, como ocurre en cualquier otro país del mundo, sin intervencionismo o dirigismo estatal. 

De modo que lo que surgió en agosto de 2020, como un medio de incrementar las exportaciones de los emprendedores privados se ha topado con el peso de la acción desmedida del estado que se niega a aceptar la libre elección en un sector fundamental para la economía. En Cuba todavía se recuerda el estímulo que supuso para muchas empresas, durante el período especial, retener las divisas obtenidas de sus exportaciones y además, la autorización para operar con ellas con otras empresas. Aquel escenario permitió un desarrollo del comercio exterior y de la actividad económica después del brusco descenso provocado por la caída del muro de Berlín y la extinción de la URSS. Pero como sucede en Cuba, cada vez que se abre una puerta a la libertad económica, tarde o temprano se cierra, y en el momento en que apareció en el horizonte el negocio del petróleo venezolano, el régimen canceló las operaciones en divisas e impuso por la fuerza el CUC, la moneda que en unos meses dirá adiós.

La Tarea Ordenamiento incorporó la unificación monetaria y la devaluación del peso cubano para poner fin a una situación dual que perjudicaba sobre todo a las empresas obligadas a operar con un cambio en la paridad que iba en contra de las exportaciones y a favor de las exportaciones. Luego, cuando se ha aplicado el nuevo tipo de cambio, se ha visto que existían otros factores de costes, escala, producción e incluso encadenamientos de tarifas que han encendido las alarmas provocando una inflación general, que puede haber echado por tierra los efectos benéficos que se suponían de la devaluación. 

Por si no lo sabían, en el mercado informal de cambios el dólar se está pagando a 53 pesos, casi el doble del cambio oficial. Todo apunta a que la devaluación se ha hecho mal, se ha quedado corta y no ayuda a exportar, ni siquiera con los planes de Malmierca por medio, que han significado, qué curioso, casi 1.000 contratos de “importación” justo lo que no quiere hacer la Tarea Ordenamiento.

Todo esto tiene una explicación. Mientras que el régimen comunista pretende ir por un lado, imponiendo controles e intervenciones para dirigir la actividad de los agentes privados, estos se resisten y van por otro. Ya se ha dicho muchas veces en este blog que el intervencionismo marxista leninista en una economía acaba cayendo por su propio peso inerme, ante el dinamismo productivo del sector emprendedor. Pasó en la URSS, en China y en Vietnam. Y en Cuba, también. Si alguien puede derrotar al régimen comunista, no es otro que el sector privado independiente que irá exigiendo espacios de libertad para su actividad y desarrollo. Y esos espacios solo pueden funcionar en un marco de libertades democráticas y plurales. Tiempo al tiempo. 


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