Cambios en agricultura; ¿para bien, para mal?
Elías Amor Bravo, economista
Con esa dureza literal a
la que nos tiene acostumbrados la prensa oficial del régimen castrista, esta
mañana Granma decía textualmente, “que, a propuesta del presidente de la
República, el Consejo de Estado, aprobó liberar del cargo de ministro de la
Agricultura a Gustavo Rodríguez Rollero y designar en esa responsabilidad al
actual viceministro primero, Ydael Jesús Pérez Brito”. Ni un agradecimiento por
los servicios prestados o cualquier otra fórmula. La vía hacia el “pijama” es
así cuando se dirige el estado con poder absoluto.
Lo poco que ha
trascendido es que el sustituto de Rodríguez Rollero, 48 años, es Ingeniero
agrónomo y ha transitado desde la base hasta su actual responsabilidad. Pertenece
a las nuevas hornadas de cachorros del régimen, y, por tanto, con él, se tiene
que asumir cierta continuidad en el desastre de loas alimentos del país. No
obstante, habrá que seguir de cerca al nuevo viceministro primero, que se trata
de Rodolfo Gonzalo Rodríguez Expósito, actual presidente del Grupo Empresarial
Labiofam, una de las entidades científicas más potentes del estado comunista.
Es nuevo en la plaza y viene de un sitio, cuanto menos, inquietante, que no es
una aburrida mesa de una secretaria del partido. Hay cierta expectación para
ver qué hace este ex presidente de Labiofam y como se lleva la ciencia a la agricultura
(ver tesis de Diaz Canel).
Mientras ocurrían estos
sucesos, sin duda truculentos, que además se han producido con tanta cercanía
al cónclave comunista que sólo pueden ser explicados en términos políticos, Cubadebate
recogía unas declaraciones de Díaz Canel en un encuentro de trabajo durante la
fecha de autos, “con productores agropecuarios, expertos y científicos de
diferentes ramas, así como representantes de varias instituciones, en que se
aprobaron 63 medidas para potenciar la producción de alimentos, de las cuales
30 se consideran con prioridad y algunas de carácter inmediato”. Y ello con el “baile
de ministros” y altos cargos andando. Moraleja: en el régimen comunista de Cuba,
nadie es imprescindible.
Díaz Canel mostró su
confianza en “nuestros productores; en nuestra empresa estatal, que se tiene
que fortalecer; en el sector cooperativo; y en nuestro campesinado” y por ese
orden. No deja de ser curioso que la apelación a lo estatal haya ido en primer lugar.
Los más ineficientes, los que menos producen y los responsables del desastre en
la agricultura cubana representan, para Díaz Canel, la “confianza en la
solución de los problemas de la comida”. Ni él se lo cree.
Como tampoco se cree que
las transformaciones que no podían postergarse más en el tiempo (en alusión a
la Tarea Ordenamiento) han venido alentadas por esos sectores. Falso. La Tarea
Ordenamiento es una imposición partidista que nada tiene que ver con las
demandas sociales. Se está viendo, a tenor de su impacto nocivo y destructor sobre
la economía cubana.
Es más, esa arenga a
todos los implicados a “implementar medidas, a producir, a comercializar, a
controlar y a continuar en el empeño de satisfacer a nuestra población, para
también crecer, avanzar, perfeccionar y, como siempre, vencer” no va a ningún
sitio, si previamente no se transforma la estructura jurídica de derechos de
propiedad de la tierra. Las cosas hay que decirlas tantas veces como sea
necesario. El modelo colectivista en el campo cubano, donde lo estatal
predomina sobre lo privado, está muerto, no sirve y se tiene que cambiar. Lo
demás, son parches que no resuelven los problemas.
Tapia Fonseca, que
asistió a la reunión, dijo que “cada una de las medidas no fueron elaboradas en
una oficina, teniendo en cuenta los más diversos criterios a todos los niveles,
con el propósito de que su implementación realmente mejore y estimule el
desarrollo de las fuerzas productivas”. No se puede mentir continuamente a todo
el mundo, todo el tiempo. Esta frase viene al cuento porque el ahora ministro,
sabe que la respuesta de su gobierno a los agricultores no llegó hasta que
comenzaron las protestas sociales por el disparo de precios de electricidad,
agua, vuelo de aviones, fertilizantes, etc.
Y esto ocurrió por culpa
del pésimo diseño de la Tarea Ordenamiento. Claro luego viene lo que viene, y a
estos dirigentes les parece normal destinar más de 400 millones de CUP en subsidios
para rebajar artificialmente unos precios que nunca debieron subir en esa
medida. Se cierra un agujero, pero abren por otro lado, uno mucho peor que es
el déficit público sin control. Y nadie dice nada.
Agujeros como el de los
precios en la ganadería, con la decisión de mantener el precio por litro de
leche de vaca a 7.50 CUP; mientras que en el caso de que se cumpla o sobre cumpla
el plan de entrega mensual a la industria, el precio será de 9.00 CUP. Además, se
autoriza la venta liberada de leche y sus derivados a partir del
cumplimiento de indicadores establecidos por la ganadería. También se valoró,
entre las medidas, los procesos de contratación para garantizar que se cumpla
que el contrato entre las formas productivas y los productores individuales, en
los planes de siembra, producción y venta, como si el apretón de manos del
guajiro cubano no tuviera “fuerza de ley”.
Tapia Fonseca se escudó
diciendo que “las medidas dan respuesta fundamentalmente a problemas asociados
a cuestiones estructurales, organizativas y productivas; del uso y tenencia de
la tierra; así como de carácter financiero”, ¿alguien entendió algo? Parece que
no, porque ya anunciaron para este miércoles una Mesa redonda para tratar estos
temas.
La cuestión es que mientras
que los problemas de la agricultura y alimentación en Cuba tengan que ser
resueltos por Marrero, Machado Ventura, Valdés Mesa, Tapia Fonseca o Díaz
Canel, los cubanos pueden estar seguros de que, seguirán sin garantías alimentarias,
pasando privaciones.
Desde hace tiempo, en
este Blog defendemos que se tiene que escuchar al guajiro en todo momento, escuchar
lo que sabe y de lo que entiende, porque no en vano, un país que tiene un 18%
de su población ocupada en la agricultura, no puede presentar los desastrosos resultados
del agro cubano. Hay que investigar por qué, y nada más importante que escuchar
a los guajiros. Pero no, con talante populista, cuando abren la boca para protestar,
sino en todo momento, hacerlos partícipes de las políticas públicas del
gobierno para promover el sector agropecuario. ¿Sirve para eso la ANAP? No lo
creo. Son demasiado comunistas y obedientes del poder como para situarlos al
frente de la defensa del sector.
Cierto que Díaz Canel
anunció que “a partir de este momento queda abierto un grupo de temas en los
que se seguirá trabajando. Nos comprometemos a seguir encontrando caminos y
soluciones, en la búsqueda también de construir el consenso”. A ver si es verdad,
aunque tengo mis dudas.
¿Acaso el cambio de
ministro tiene como objetivo sentar las bases de ese diálogo? Ya se verá. Lo
primero que tiene que hacer el nuevo equipo es olvidarse de la Estrategia de
Desarrollo Económico-Social, del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social
hasta el 2030, y si es posible, dar marcha atrás a la Tarea Ordenamiento. Y
desde luego como ya se dijo antes, centrarse en las “trabas” y los “cambios radicales”
para resolver “los problemas estructurales, funcionales, productivos, de
servicios y de relaciones entre los diferentes actores económicos del sistema
de la agricultura”. Y los derechos de propiedad, ¿por qué no?
Por último, Díaz Canel sabe,
y si no es consciente de ello se lo queremos decir, que el proceso al que han
llegado cambiando los aumentos de precios de determinados insumos por la
presión social de los campesinos, no es, en modo alguno, un ejercicio
democrático, participativo, inclusivo. Nada de eso. Estas afirmaciones las
puede hacer de puertas adentro, pero no se sostienen por la evidencia de los
hechos. Si no se hubiera producido el conato de estallido, lo más probable es
que el diálogo, simplemente, no habría existido.
El campo cubano lo sabe.
Y son conscientes de que el futuro pasa por un cambio radical del sistema, en
el que los parches populistas como crear mecanismos más adecuados para adquirir
insumos; hacer más eficientes a nuestras empresas y productores; desarrollar
las comunidades rurales para buscar una mayor estabilidad en la fuerza de
trabajo; y potenciar la responsabilidad social en todas las formas productivas,
no van a servir de mucho. Más bien de nada.
Quien trabaja la tierra
e incorpora valor y mejora, quiere que sea suya, para poder destinarla, según
su libre elección, a aquello que estime conveniente, sin dirección comunista
alguna. Y si se equivoca, es por su propio motivo. No tendrá que culpar a nadie
de ello. El camino de la libertad depende de los derechos de propiedad de la
tierra. Y de ahí, se podrá avanzar hacia la eficiencia y la seguridad alimentaria,
e incluso, a la exportación de los excedentes, como los vietnamitas.
El modelo social
comunista de derechos de propiedad colectivistas está obsoleto y no funciona.
Dar vueltas no lleva a ningún sitio.
Y subrayando lo dicho
por Díaz Canel, es cierto que “no podemos resolver todos los problemas de una
vez”, pero sí que es posible aplicar una sola medida que puede ayudar a cambiar
las cosas y, además rápido. Ahora que dicen que van a escuchar a los guajiros,
que les pregunte qué piensan de ser los dueños de la tierra y verá. Todos ellos
le pedirán lo mismo. La tierra para quien la trabaja.
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