El discurso económico de Díaz Canel como primer secretario comunista: algunas pistas

Elías Amor Bravo, economista

Extenso discurso el de Díaz Canel en su toma de posesión. No se prepara un discurso como ese en tres días. Hay mucha mano de obra recopilatoria y dedicación, sobre todo, anticipada. Todo lo dicho ha sido calculado al detalle. La glosa al personaje de Raúl Castro, que ocupa la primera parte del discurso, es un buen ejemplo. Sin embargo, el interés principal para este blog tiene que ver con el análisis económico, que se vino a introducir, más o menos, hacia la cuarta parte del discurso. Cuando los delegados empezaban a mostrar signos de cansancio. 

Díaz Canel consiguió sin embargo captar atención al utilizar el término, muy comunista, de “la crucial batalla económica” para referirse al análisis de la situación de la economía, sin duda uno de los puntos débiles de su gestión desde 2018. Y así lo reconoció. Primero, señalando que “el quinquenio que evalúa este Congreso no exhibe buenos resultados económicos” para añadir que, sin una situación favorable de la economía, todas las demás (en referencia a las batallas) pueden resultar inútiles.

Y desde luego ni corto ni perezoso culpó de forma expresa a “la ineficiencia e ineficacia en el desempeño de una parte significativa del sistema empresarial y del sector presupuestado” del deficiente estado de la economía. Como si estas organizaciones tuvieran vida propia, fueran algo ajeno a la responsabilidad política y/o de gestión del máximo dirigente.

No contento con esa referencia general, Díaz Canel añadió que estas entidades “presentan problemas estructurales que afectan su desenvolvimiento, y que no han logrado resolverse en el periodo el exceso de gastos que no resultan imprescindibles y la falta de control de los recursos materiales y financieros, así como trabas innecesarias y el burocratismo, entre otros males que lastran nuestro desarrollo económico, cuya solución depende de nosotros”. Y en este sentido, lo primero que hay que preguntarle es ¿de quién depende corregir esas deficiencias? ¿por qué no se han tomado las decisiones necesarias para corregirlas? Y en su caso, si dichas decisiones fueron tomadas, ¿por qué no han conseguido los resultados buscados?

Con todo el poder político en su mano, Díaz Canel tiene que dar la cara. No se puede regalar un discurso, echando culpas a los demás, porque los resultados económicos dependen de su gobierno, que controla el 70% de los activos productivos del país. Por muchas dificultades por las que transite una economía durante un período de tiempo, el gobernante tiene la responsabilidad de atenuar esos efectos negativos, y no acentuarlos, que es justo lo ocurrido en Cuba con la Tarea Ordenamiento que ha acabado destruyendo la capacidad de resistencia de la economía y debilitando “conquistas sociales”, dejando sin apoyo a los “vulnerables”.

De nada sirve que Cuba ande ofreciendo un espectáculo controvertido de “vocación humanista de la Revolución, de la gestión del gobierno, de las políticas públicas que toman como centro al ser humano, de los diálogos entre los principales decisores y los científicos” si luego, los cubanos se hacinan en colas para encontrar algo que poder comer, escasean los productos básicos, y lo que es peor, a unos precios descontrolados, que han hecho que los aumentos nominales de salarios y pensiones de la Tarea Ordenamiento se hayan visto anulados para siempre.

El argumento del “pequeño país sin recursos, asediado y cruelmente bloqueado ha logrado indicadores que presentan un mejor comportamiento que los de muchos países del mundo y de la región” no sirve, porque no es cierto. No hay ningún indicador de desempeño económico que mejore la posición de Cuba a nivel mundial, ni siquiera se honran los compromisos de deuda, en una posición de “default” encubierto que es insostenible. Hay países con muchos menos recursos que Cuba que han logrado un desempeño mucho mejor durante la pandemia, sin estresar a sus ciudadanos con la permanente carestía y el riesgo de crisis alimentarias (como destacó el Programa mundial de alimentos de Naciones Unidas en un informe).

Se equivoca Díaz Canel cuando fía a su partido el objetivo de “mantener las potenciales fuerzas con que cuenta el país para la sobrevivencia y resistir creativamente, sin renunciar a nuestros proyectos de desarrollo”, porque esta no es una labor de un partido o una organización jerárquica e ideológica, como la comunista cubana, sino que es un proyecto de hombres y mujeres libres, con capacidades para llegar a donde les permitan sus deseos y aspiraciones, en suma, un proyecto de sociedad. La organización comunista, por mucho que se perfeccione o se actualice, no va a llegar muy lejos. Se ha visto en 62 años.

De ese modo, liberalizando las estructuras económicas, facilitando el acceso a la propiedad privada de los medios de producción (ahora bajo control comunista) a las personas naturales, será posible lograr ese objetivo de producir los alimentos que se necesitan, aprovechar mejor las fuentes renovables de energía, del turismo, las inversiones, en suma, mejorar la prosperidad y el nivel de vida de la población. No es cierto que desterrar la mentalidad importadora vaya a mejorar la economía. Esa posición autárquica es insostenible y no hace otra cosa que redundar en detrimento del potencial de la actividad económica.

Díaz Canel puede estar convencido que “para superar la crisis es preciso dinamizar el proceso de actualización del modelo económico y social y la implementación de la Estrategia y del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta 2030”, pero la experiencia reciente le indica lo contrario. Desde 2018 la economía ha experimentado una evolución muy negativa, que se ha visto agravada por la pandemia del COVID-19, y ello a pesar de los lineamientos, la conceptualización, el plan de desarrollo y la estrategia, todo junto, a lo que se ha unido la Tarea Ordenamiento. Ya lo dijo Marrero, “la gente no come planes”, y en Cuba sobran planes y falta comida. Hay que bajar a la realidad, a tomar responsabilidad de las cosas que se hacen mal, y una vez asumida, se marcha uno a casa tan tranquilo, porque nadie es imprescindible, y mucho menos quien va dejando un balance como el que presenta la economía cubana.

Las recetas comunistas no han dado resultado para hacer funcionar a la economía, ni lo que califican como el conocimiento experto, ni tampoco la participación popular y la innovación, ni tampoco "los principios internacionalistas, de solidaridad y cooperación, con la humanidad". Nada de eso ayuda a que un cubano pueda tener una malanga para la comida o un racimo de plátanos. Tampoco se pide gran cosa. Los cubanos se han acostumbrado al reparto de la miseria, y han visto que la Tarea Ordenamiento, después de haber sido presentada como la solución a todos los problemas, ha trastocado la vida económica y social, arrastrando a todo el mundo a un oscuro túnel en que no se ve la luz. Así es cómo los gobernantes pierden la credibilidad social.

Y Díaz Canel sabe que la Tarea Ordenamiento es una política mal diseñada y peor implementada (Murillo desapareció) y que ha elegido el peor momento posible para llevarla a la práctica, y que "tras haber postergado la transformación orientada a estimular el desarrollo y la participación articulada de todos los actores económicos", tal vez habría sido mucho más sensato seguir esperando. Ahora tiene la economía hecha unos zorros y a los cubanos al límite de sus posibilidades, descontentos con los “parches” que aplica el gobierno para eliminar malestar aquí, inestabilidad allá, y que al final se acaban resolviendo con más déficit público, posiblemente ya esté por encima del 20% del PIB inicial.

Los comunistas han sido incapaces de afrontar las consecuencias de una devaluación sobre las tarifas, precios y principales indicadores que orientan las decisiones de producción y consumo de los agentes económicos, porque creyeron que era posible hacer algo así, sin introducir el mercado como instrumento fundamental de asignación de recursos. Díaz Canel no lo reconoce, pero sabe que la planificación central del modelo social comunista cubano ha fracasado.   

Por ello, las referencias al cambio de mentalidad, a la transformación suenan a coco vacío, y nadie les otorga la menor importancia. Desde hace mucho tiempo, la defensa del socialismo cubano ha tocado techo, o quizás suelo, qué da igual, y nadie es capaz de encontrar una solución para salir de la crisis estructural, provocada por el bloqueo interno del régimen a la actividad económica libre de los cubanos.

Hay dudas de que las recetas comunistas sirvan para lograr algo y por ello, los dirigentes del régimen atentos al discurso de Díaz Canel, desconectaron cuando el nuevo líder empezó a hablar de que “la sociedad y sus instituciones necesitan cuadros, con una profunda preparación ética y profesional, que se distingan por cualidades como la inquietud revolucionaria, la sensibilidad por los problemas del pueblo, la disposición para la entrega y la capacidad de enfrentar la adversidad con creatividad que inspire y motive la innovación”. Cualidades que pueden funcionar en el partido comunista jerárquico y obediente, pero que no sirven para hacer funcionar una economía de hombres y mujeres libres.

Arrastrar, como hizo Díaz Canel en su discurso, a los cuadros a un ámbito de responsabilidad que no es el suyo, porque ya bastante tienen con obedecer y no poder salir de las consignas de obligatorio cumplimiento, refleja una escasa talla de líder que no puede andar pidiendo “dedicación a la tarea, su afán de superación, su modestia y la sensibilidad suficiente de ponerse en el lugar de los demás, anteponiendo el nosotros al yo” si ese ejemplo luego no tiene una plasmación directa en forma de resultados positivos.  

Los cuadros tienen que ir preocupándose a partir de ahora por esa “estrategia para la preparación de los cuadros que comprenderá el abordaje científico de su selección, formación y promoción, que tendrá en cuenta las etapas de tránsito por diferentes responsabilidades” anunciada por Díaz Canel y aprobada por los comunistas, y que llevará a más de uno, casi seguro, a dirigirse a otras áreas de actividad.

 

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