El comercio exterior del sector privado cubano no mejora

Elías Amor Bravo economista

Pasar revista al comercio exterior de Cuba sin datos objetivos de exportaciones e importaciones de bienes y servicios, pasa por ser un ejercicio imprudente y poco creíble. Granma lo hace en su última edición, en un artículo titulado “¿Cómo marcha el proceso de importación y exportación para las formas de gestión no estatal?”. La respuesta a esta pregunta es incierta, mientras no se cuente con informaciones objetivas, de ahí que basar cualquier análisis en el hecho de que 29.102 formas de gestión no estatal "se hayan acercado a las empresas para asesorarse sobre estos procedimientos", dice bien poco, más bien nada, sobre la necesaria comercialización exterior de bienes de la economía cubana.

Por un lado, porque se trata de una economía abierta que necesita importar numerosos bienes, servicios, tecnologías, materias primas,.. que se encuentran en otros países y que se tienen que comprar a unos precios cada vez más elevados en la actual coyuntura económica provocada por la invasión rusa de Ucrania. 

Por otro lado, porque para poder importar se necesitan divisas, moneda fuerte, básicamente dólares, y en ausencia de turismo, inversiones extranjeras o remesas, cada vez hay menos dinero en las arcas del estado para comprar. 

De lo anterior se concluye que la imposibilidad de importar bienes por falta de divisas obliga a paralizar determinados sectores o actividades, apagones incluidos, que deterioran más aún la capacidad productiva de la nación. Algo absolutamente incomprensible en el ámbito de las economías de mercado libre donde estas situaciones se tienden a salvar con otras decisiones menos políticas y más técnicas.

Por ello, resulta inconcebible que el régimen argumente la “continúa consolidación de su estrategia de crecimiento de cara al mercado internacional”, por el hecho de que en más de dos años se hayan celebrado los 10.493 contratos de importación y exportación, a través de empresas estatales que se han firmado en los dos últimos años, que es la única forma que tienen las empresas cubanas para realizar operaciones con el exterior. 

Una cifra totalmente insuficiente, por donde quiera que se mire, que indica que la normativa aprobada por el régimen para que las nuevas formas de gestión no estatal no ha servido para propiciar el aumento del comercio exterior. Todo lo más, de importaciones. De los contratos citados, 10.295 fueron para importar, mientras que solo 198 fueron de exportación.

Según las autoridades, aspectos importante a destacar en las importaciones, “es que la mayor cantidad de contratos firmados para este proceder es por consignación y por depósitos de aduana, siendo otros pocos de importación corriente” o que “haya 109 contratos por ventas online”. Lo que no pasa de ser caricaturas de un proceso que debería estar profesionalizado y generalizado.

Habrá que esperar a las cifras reales de comercio exterior de 2021, que siguen sin ser publicada a estas alturas de año, para comprobar en qué se traducen estos datos sueltos y aparentemente inconexos. No existe realmente interés en el sector privado cubano por exportar, porque primero entienden que está la satisfacción de las necesidades de la sociedad cubana, y como el régimen “bloquea” la expansión de la producción con trabas, regulaciones e intervenciones, no quieren arriesgar y dan la espalda a las medidas del gobierno, lo mismo que con las 63 de la agricultura, que han sido otro fracaso del régimen.

¿Por qué no funcionan las medidas del gobierno para promover el comercio exterior? En el caso de las empresas estatales, resulta evidente que muchas de ellas atraviesan una situación difícil, alrededor de 500 no consiguen superar una insolvencia desde la aplicación de la Tarea Ordenamiento, por lo que cualquier intento de exportar carece de sentido si no hay apoyo financiero para hacerlo. Además, la empresa estatal nunca ha tenido interés en la exportación teniendo asegurado el mercado nacional.

Por otra parte las empresas privadas han descubierto que el plan Malmierca, que es la única posibilidad que el régimen les autoriza para realizar comercio exterior a través de intermediarios estatales que se lucran con su esfuerzo, tiene poco sentido hacerlo. Y alternativamente, prefieren recurrir al comercio que realizan los viajeros procedentes del exterior, que en sus bultos incorporan buena parte de esos insumos que necesitan, y además, a precios competitivos y sin pagar comisiones por no hacer nada. 

De hecho, no han sido pocos los productores que, asumiendo los riesgos que ello supone en Cuba, han denunciado “ineficiencias en el trabajo de algunas de estas empresas intermediarias, que suscitan justos reclamos por parte de las formas de gestión no estatal, muchos relacionados con tiempos dilatados o por falta de respuestas oportunas, por lo que sigue siendo una prioridad perfeccionar el trabajo de estas hacia los clientes”. 

Recordar que llevan dos años, tiempo de sobra para perfeccionar lo que sea necesario, pero ahí queda la queja, que conocemos y que está muy extendida, aunque de forma silenciosa, por la economía cubana.

De modo que lo más probable es que el comercio exterior cubano no haya crecido, ni se haya producido una diversificación de exportaciones e importaciones. El ministro Gil así lo refirió el pasado mes de marzo, cuando dijo que los productos más exportadores fueron los de siempre, níquel, tabaco y camarones y langosta. Por ejemplo, la reciente incorporación de mipymes que las autoridades cifran como la panacea, no parece que haya sido un estímulo al comercio exterior. Y en todo caso, habrá que esperar a ver sus efectos. Siempre van con retraso.

El régimen culpa de su fracaso en la promoción del comercio exterior a los factores del entorno, “como la pandemia de la COVID-19, las disrupciones en la cadena logística internacional, la carencia de rutas, el alza de los precios de materias primas, el recrudecimiento del bloqueo”, por supuesto, siempre presente en el argumento de los dirigentes.

El fracaso viene motivado porque, al igual que con las medidas de comercialización agropecuaria, de nada sirve promover el comercio si no hay oferta, Este debe ser el origen, y en Cuba la oferta está paralizada porque el régimen la bloquea internamente, controlando, interviniendo y limitando la creatividad y la expansión de la producción, sobre todo, la privada. 

No hay comercio exterior porque ni siquiera se atienden las necesidades internas de los cubanos, y esa debería ser la prioridad del régimen. Tal es así, que los propios productores privados creen que esa debe ser su misión antes de ponerse a disposición de organismos intermediarios del régimen que lo único que van a hacer es detraer un porcentaje de sus divisas en forma de comisiones.

Esa labor mediadoras para las operaciones de comercio exterior, tanto para las formas de gestión no estatal como para las mipymes privadas, tiene que ser eliminada de forma inmediata. Primero, porque suponen un atentado a la libre elección empresarial y una imposición del régimen a las empresas privadas, que no se conoce en otros países del mundo. Y segundo, porque no aportan valor, son ineficientes y lejos de ayudar, se convierten en un lastre para aquellos que se lanzan al comercio exterior. Es decir, ni ayudan a reducir los costos arancelarios, que los productos y servicios cumplan los requisitos técnicos internacionales,  la protección legal o que se localicen las ofertas más adecuadas.

 

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