El sector empresarial privado tiene que revisar sus planes de negocio cuanto antes

Elías Amor Bravo economista

El régimen castrista rechaza cualquier cambio en la planificación de 2022, a pesar de constatar todos los días que alcanzar un 4% de crecimiento del PIB paree bastante improbable. Pero la ideología puede sobre las decisiones económicas, y los comunistas son poco propensos a revisar sus posiciones. En este momento, y siguiendo recomendaciones de la OCDE, FMI o Banco Mundial, todos los gobiernos del mundo han emprendido ajustes de sus estimaciones para adaptarse a una realidad incierta que nadie sabe cómo puede acabar.

Por ello, si el régimen no reacciona y se mantiene ajeno a los cambios en el entorno, los emprendedores privados cubanos, los trabajadores por cuenta propia, los arrendatarios, las nuevas mipymes, es decir, los pequeños espacios de libertad económica autorizados por el régimen comunista, no deben imitar a los dirigentes políticos y cuanto antes tienen que revisar sus planes de negocio, las previsiones que habían formulado para sus empresas a finales del año pasado. No sirven y las deben reajustar lo antes posible, para adaptarse a un entorno que en nada se parece al que existía cuando se elaboraron esas previsiones.

Por suerte, el sistema empresarial privado cubano es todavía pequeño y sus capacidades y estructuras están ajustadas para funcionar a escalas reducidas. Por lo tanto, no tendrán que   rendir cuentas, en las próximas semanas, de la evolución de sus actividades en los primeros meses del año. Liberadas de esa obligación que se impone en los países donde las empresas responden ante consejos de administración, es necesario acercarse a la realidad y reaccionar a un entorno confuso, incierto que va a condicionar, de manera determinante, la evolución de sus negocios. La guerra de Ucrania y el impacto que tiene en los mercados mundiales golpea a la economía cubana, a su pequeño sector empresarial. Hay que prepararse para tiempos difíciles.

Algunas empresas tendrán más fácil realizar la estimación del daño provocado en sus ingresos y beneficios (o las pérdidas). Las que se encuentran vinculadas al turismo ya son conscientes de una pésima temporada alta y de que las previsiones para los meses venideros no van a ser sensiblemente mejores. Otros sectores de actividad lo tendrán más complicado, pero es necesario ponerse a hacer cálculos del impacto del nuevo entorno, y, sobre todo, de la inacción del régimen. Cierto que no todas las actividades tendrán el mismo impacto de los cambios, pero nadie escapará de los efectos.

De igual modo, nadie debe creer que, porque los efectos definitivos tarden en producirse, no van a llegar. Llegarán más pronto que tarde, y por tanto habrá que estar pendientes de esas modificaciones en las previsiones de los negocios para lo que queda del año 2022 y próximos, ya que los analistas empiezan a entender que la crisis va para largo.

No cabe la menor duda. Las empresas privadas cubanas tendrán que revisar sus estimaciones, realizar una previsión de resultados teniendo en cuenta el peor escenario posible, asumiendo que la guerra y sus efectos devastadores han modificado el escenario en que se desarrollan las actividades empresariales.

No es fácil detectar en la economía cubana actividades que puedan sacar provecho de la coyuntura actual, salvo alguna minería especializada o el tabaco. El ámbito en que se desempeña el sector privado cubano no permite visualizar actividades que vayan a mejorar sus previsiones anuales, porque la mayoría de los negocios están fuertemente condicionados por la evolución de los precios finales o una posible reactivación inesperada de la demanda. Por eso los emprendedores cubanos tienen que calcular con la mayor precisión posible en sus planes de negocio, si pueden mantener los niveles de demanda que habían previsto antes del inicio del año. 

La inflación que se ha producido ha recortado la capacidad de compra de los consumidores y ha obligado a muchas empresas a revisar sus costes y sus márgenes otorgando una menor capacidad de maniobra para trasladar a sus márgenes los costes para no perjudicar a la demanda. Muchas empresas estatales insolventes se encuentran atrapadas en este círculo vicioso que en el caso de Cuba tuvo su arranque con la Tarea Ordenamiento.

En este nuevo escenario, las empresas endeudadas son las que lo van a pasar peor, sobre todo cuando acometan sus refinanciaciones en un sistema bancario, como el cubano, dominado por decisiones políticas (como asumir el nivel de deuda estatal acumulada de 120 mil millones de pesos). Acostumbrarse a un escenario financiero complejo, tenso, de difícil acceso, obliga a operar en condiciones muy estrictas, para evitar el endeudamiento. Por suerte, las empresas privadas cubanas operan con niveles de deuda inferiores a las estatales o al sector presupuestado. 

Pero en una coyuntura como la actual, las empresas deben tener en cuenta el efecto que sobre su actividad puede tener un aumento del endeudamiento. Posiblemente, más perjudicial que los aumentos de costes de materias primas, energía o salarios. La fuerte presión de las tasas de inflación que se viene sufriendo en Cuba desde enero de 2021 ha roto cualquier escenario de estabilidad para la actividad empresarial. La crisis de la guerra de Ucrania no ha hecho más que deteriorar el escenario. 

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