La Aduana no está al servicio de la economía cubana. Todo lo contrario

Elías Amor Bravo economista

Las zonas más ricas del planeta apuestan por el libre comercio, la ausencia de tarifas e impuestos aduaneros. La competitividad y la recaudación tributaria se ven normalmente favorecidas por este tipo de diseños fiscales. Casualmente, en Cuba, los comunistas van en dirección contraria, y de ese modo, el régimen alardea del control que ejerce la gestión aduanera, considerada como “garantía de un comercio seguro”.

Nada más lejos de la realidad. La creciente amenaza de actividades ilícitas como el contrabando, el tráfico de drogas y el terrorismo que los dirigentes del régimen utilizan como argumentos para defender la injerencia del sistema aduanero en el funcionamiento de la economía, no se corresponde con la observación de la realidad. Por ejemplo, en la Unión Europea, donde las aduanas han sido derribadas desde hace décadas, nadie está pensando en contrabando, drogas o terrorismo, con niveles superiores a otras zonas del planeta. El argumento de las autoridades cubanas no se verifica en la realidad, como otras muchas máximas ideológicas comunistas, insertas en los mecanismos de control político que posee el régimen castrista.

En vez de aligerar la carga aduanera, los comunistas cubanos se han embarcado en un supuesto proceso de perfeccionamiento de los procesos aduaneros, y de la aplicación de herramientas que garanticen el cumplimiento de las responsabilidades y funciones de la Aduana, que lejos de beneficiar el comercio, el empleo y la actividad económica, sirve para someter a control y vigilancia a los actores económicos que tratan de abrir espacios en la pesada estructura burocrática de la economía.

Los cubanos conocen bien lo que representa la Aduana General de la República, porque desde inicios del proceso revolucionario tomó un camino represivo y sancionador que acompañaba a aquellos que huían de la opresión comunista hasta el último minuto en los registros practicados en los aeropuertos. Muchos cubanos fueron víctimas de aquellas prácticas y eran desposeídos de sus escasas pertenencias por prácticas de rapiña, orquestadas por el partido comunista con los aduaneros a su servicio, para apropiarse de artículos que luego eran repartidos.

La práctica confiscatoria de aquellos instantes revolucionarios alcanzó tales dimensiones que recuerdo que durante el período especial, un compatriota de viaje en la Isla pudo comprobar que joyas que habían pertenecido a su familia se vendían en subasta en algunos hoteles de la capital. Increíble como el tiempo vuelve a poner las cosas en su sitio. De modo que a nadie debe extrañar que la visión de los cubanos de su Aduana no es otra que la de un instrumento represivo más al servicio de la seguridad del estado del régimen.

De modo que, por mucho que la propaganda quiera lavar esa imagen, no lo tiene fácil. La Aduana no es vista como un servicio público al servicio de los ciudadanos o un instrumento para cumplir la política estatal aduanera para el tráfico internacional de los medios de transporte, mercancías y viajeros, recaudando impuestos indirectos por dicha tarea. Nadie piensa en eso, la Aduana es vista como algo completamente distinto.

El régimen quiere que la gestión aduanera debe servir a la protección y la seguridad de las fronteras, pero esta actividad en Cuba es realizada prácticamente por toda la organización institucional y partidista, incluidos los CDR y las organizaciones de masas al servicio del régimen, de modo que el sentido practico de la Aduana no tiene interés, es redundante. Tan solo es una agencia que genera abundante empleo, por cierto no bien pagado, similar a otras muchas que forman el sector presupuestado, y poco más.

La prensa estatal ha recogido unas declaraciones de Nelson Cordovés jefe de la Aduana, que dijo que “se está revisando la totalidad de las normas que impactan en frontera, con vistas a tener seguridad en el comercio, así como transparencia y agilidad en los procesos”. Como para echarse a temblar. Otro giro de tuerca para controlar y vigilar más a los actores económicos, justo lo contrario a la libertad económica y la apertura de fronteras, que es lo que demanda la eficiencia económica.

Los comunistas quieren que la Aduana sea garantía de un comercio seguro y que, ante la “creciente amenaza de actividades ilícitas como el contrabando, el tráfico de drogas y el terrorismo, los procesos aduaneros se deben perfeccionar y aplicar herramientas que garanticen el cumplimiento de las responsabilidades y funciones de la Aduana”. Un razonamiento que parte de un supuesto erróneo y se vuelca en una afirmación que genera no pocas dudas e incertidumbres.

En concreto, los dirigentes pretenden implementar una serie de medidas en la gestión aduanera.

La primera es mejorar el sistema de “enfrentamiento” actuando sobre “la selectividad y actualización de los perfiles de riesgo, el modelo de reconocimiento físico con los requerimientos e indicaciones para la ejecución de los canales rojos, el empleo de la técnica canina y el aprovechamiento de las imágenes e interpretación del control radiológico a los contenedores, además de lograr una consolidación del Programa Global de Control de Contenedores”. 

Más control y burocracia en el “enfrentamiento” que llevará a muchos a dejar de realizar actividades, disminuyendo los productos y bienes que acceden al país por esta vía. Los comunistas han ofrecido datos de inspecciones realizadas en los últimos meses y se han recreado enumerando las sanciones aplicadas a “errores en país de origen, de clasificación, en el valor factura, en el llenado de la Declaración de Mercancías (DM), distribución de los gastos; mercancía sobrante no formalizada ante aduana; uso incorrecto o no uso de los acuerdos preferenciales; y no se concluye la tramitación de los documentos en la Ventanilla Única de la Aduana (VUA)”. Increíble.

La segunda pasa por eliminar trabas con impacto en el despacho aduanero. ¿Por qué solo estas y no todas en general? Porque si hicieran lo debido habría que prescindir de como mínimo el 75% de la plantilla de la Aduana. No conviene olvidar que ésta extiende sus tentáculos sobre actuaciones relacionadas con el Ministerio de la Agricultura, o la admisión temporal de mercancías para ser expuestas en ferias, exposiciones y otros eventos similares, de la que se suele dar una salida interna oportunista cuando finalizan los certámenes en cuestión. También sobre la inversión extranjera, incidiendo en aspectos que influyen en el proceso de obtención y certificación por las entidades nacionales reguladoras.

La tercera medida tiene que ver con la ventanilla única, cuyos nuevos servicios que visualizan los datos y estado de la DM, boletín de liquidación, boletín de errores, resumen de operaciones, temporalidades, y reporte con la información de los manifiestos marítimos y aéreos, entre otras opciones, permitan un mejor empleo y presentación de documentos del declarante. La cuestión es ¿cuántos actores se benefician realmente de este servicio, y sobre todo, quiénes? Habría sorpresas.

La cuarta pasa por aumentar la inserción de actores económicos en el programa de operador económico autorizado.

Esta es una certificación que otorga la Aduana a una empresa, en principio casi todas estatales dependientes del régimen, que forma parte de la cadena de suministros, y que cumple con los estándares aduaneros, con el objetivo de garantizar la seguridad de la cadena logística de comercio exterior. Se reconoce a la entidad como un operador seguro y confiable en la cadena de suministro para el Comercio Exterior de Cuba, insertado en la dinámica cambiante del comercio global y estándares internacionales. De momento, mipymes o trabajadores por cuenta propia incluidos en este certificado se cuentan con los dedos de la mano.

La quinta pasa por realizar mejorar en la gestión y procedimientos de la recaudación aduanera. Hay que obtener ingresos como sea porque la caja del estado se resiente de la debilidad de la economía. Aquí los comunistas trabajan para implementar el cobro electrónico mediante la Ventanilla única, un paso más en el proceso de bancarización jerárquica impuesto por el régimen.

La Aduana, dirigida por la organización comunista y bajo control ideológico del régimen, hará lo que crea conveniente, pero de antemano avisamos que nada de ello beneficiará el funcionamiento de la economía cubana. La Aduana actúa como una barrera de control y recaudatoria que no tiene sentido ni cumple con los requisitos de eficacia que se necesitan para que una economía prospere. Con esta Aduana, el recuerdo para muchos cubanos seguirá siendo el mismo de los años de represión. Lo mejor sería cerrarla.

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