Las bases de la improductividad de la agricultura cubana

Elías Amor Bravo economista

Es rizar el rizo. Hablar, por hablar. Ahora el régimen quiere dar claves para llevar productos agrícolas del campo a la mesa. Y lo hace, nada más y nada menos, que el ministro de agricultura, Ydael Pérez Brito, el autor de las “63 medidas” que iban a convertir el sector agropecuario cubano en un cohete, y ya se ve cómo está. 

Y como si se tratase de un deja vu, que no para de ocurrir, el ministro compareció en Mesa Redonda, ese programa en que nunca se hacen preguntas difíciles a los poderosos, para conversar sobre los principales desafíos del sector, las insuficiencias y las acciones principales de trabajo. Y de paso, apuntar claves para llevar productos agrícolas del campo a  la mesa.

Claro, como ocurre siempre, asumir responsabilidades de los fracasos evidentes no entra en la agenda de los dirigentes comunistas cubanos. El ministro dijo, desde el primer momento, que “uno de los principales factores que impacta en el desempeño del sector es la crisis mundial resultado de la COVID-19”. Totalmente falso. La crisis empezó antes del COVID-19, y a diferencia de lo ocurrido en otros países, ha seguido después de que la enfermedad fuera superada, incluso agravándose. 

La crisis tiene su origen en el absurdo denominado Tarea ordenamiento y más reciente, la guerra atroz de Putin en Ucrania con su impacto en los mercados mundiales, sobre todo de alimentos, materias primas y bienes intermedios. Los comunistas cubanos están atrapados en sus mentiras.

Pérez dijo que “el maíz usado como alimento animal ha incrementado su valor en un 167%, la harina de soya en un 151%, el fosfato monocálcico en un 258% y la metionina en un 162%. De igual manera, los fertilizantes como NPK y urea han visto un incremento en sus precios del 300%, y el resto de los productos químicos herbicidas y plaguicidas han duplicado y triplicado sus precios”, y lleva razón en ello, pero esos mismos aumentos de precios han impactado a Republica Dominica, Costa Rica, Panamá y resto de países de América Latina y en ninguno de ellos falta la comida. Hay algo en las relaciones de producción de Cuba que convierten la Isla en un economía desastrosa, donde el sector agropecuario es incapaz de atender las necesidades de alimento de la población.

De modo que echando mano de cualquier justificación para eludir responsabilidades como el cambio climático, Pérez citó la migración del campo a la ciudad en el país como un factor que incide de forma negativa en el sector. Y en ese sentido, volvió a dar medias verdades porque es cierto que solo el 15% de la población cubana vive en el campo, pero el empleo del sector se acerca al 20% con una productividad media agropecuaria del 20% del total. Un desastre.

Después, en este mismo hilo argumental, culpó al bloqueo, de la falta de disponibilidad de financiación, y apuntó que “solamente se ha podido adquirir el 40% del combustible diésel requerido, el 4% de los fertilizantes y el 20% del alimento animal”. Otra falsedad. Si el régimen no logra financiación no es por el bloqueo, sino por sus impagos de deuda, lo que impide acceder a los mercados internacionales. A ver cuándo se dan cuenta de la pésima herencia de Fidel Castro como evasor de deudas.

A partir de ahí, Pérez destacó “la necesidad de aumentar las áreas sembradas; sin embargo, esto requeriría un mayor uso de combustibles y personas dedicadas a la actividad” que no se disponen, así que vuelta a empezar en ese círculo vicioso del que no saben salir, o no quieren hacerlo.

Y el resto del programa fue una narración continua de infortunios que a los espectadores les debieron llevar a una sola conclusión: esta gente no van a resolver nada. Por ejemplo, al referirse al programa avícola, Pérez Brito dijo que, en los mejores momentos, “se logró contar con 8 millones de gallinas” (sin señalar cuándo), pero “hoy solo contamos con un promedio de 2,9 o 3 millones de gallinas ponedoras”, un descenso provocado porque no se pudieron comprar vacunas y “se detuvo el programa de reemplazo, lo que ha provocado que estemos trabajando con un porcentaje muy alto de gallinas envejecidas”. 

Y para ello, están “reemplazando 300 mil gallinas mensuales y debemos concluir el año con un millón reemplazadas” y de nuevo, dijo que “el programa ha tenido muchos obstáculos con los alimentos, sobre todo con la soya y el maíz, cuyos precios se han incrementado. Como consecuencia, la producción ha disminuido de 5 millones diarios en 2020 a 2,2 millones. Esto solo nos permite suministrar los 5 huevos actuales en la canasta familiar normada”. En suma, la inestabilidad en la alimentación ocasiona una baja en la eficiencia de la puesta. Y por eso, los huevos han desaparecido de la cesta de la compra o se pagan a precios muy elevados.

Por lo que respecta a la situación del programa porcino en el país, el ministro dijo que de una producción total de carne de cerdo de 199.700 toneladas en el año 2017, las cifras cayeron en 2022 a solo 16.500 toneladas de producción. Un derrumbe absolutamente impresentable que no tiene explicación posible.

Otra vez, el desastre se produjo porque se contaba con menos alimentos para los cerdos, lo que redujo la cantidad de reproductoras de 96.200 en 2018 a 35.892 el pasado año, la tercera parte y ahora, se prevé la recuperación de este programa, incrementando la siembra y cosecha de alimento animal en el país, así como para potenciar el programa de siembra y cosecha de soya para garantizar parte de la proteína necesaria. Es decir, la cosa va para largo.

Mientras tanto, el régimen se entretiene con la recuperación de los Centros Multiplicadores y las Unidades de Cría y siguen con la entrega de tierras para la producción de alimento porcino “para producir el 60% de la materia prima”. No acaban de entender que la entrega en arrendamiento de tierras no es la solución, sino un marco jurídico de derechos de propiedad privada para la tierra.

En este punto, el ministro sorprendió a la audiencia cuando dijo “que el país posee infraestructura relativamente nueva para la producción de granos” y en concreto, del arroz consumo, “se llegaron a producir en el país más de 300.000 toneladas”, pero entonces, como consecuencia de la falta de insumos, como los fertilizantes, decreció la producción hasta un 10%. De modo que con menos arroz hubo que depender de donaciones externas.

El ministro dijo entonces que “tenemos que sembrar arroz”, porque sus elevados costos en el mercado internacional, y que muchos productores tradicionales han dejado de exportarlos para satisfacer sus demandas nacionales hacen muy difícil el aprovisionamiento en el exterior. Esto ocurre a Cuba, porque otros países que importan arroz no tienen estas dificultades porque tienen financiación y crédito para hacerlo. Como siempre, los ministros comunistas se quedan en la antesala de los problemas.

En el caso de los frijoles, dijo que se llegaron a entregar para la canasta básica más de 50.000 toneladas a pesar de la falta de insumos para combatir plagas y de otra naturaleza que provocó un descenso del 9% de la producción con respecto a 2016. Otro tanto citó respecto al maíz en este caso con un descenso muy superior de un 30% en la producción.

Para revertir esta situación, el ministro propone ideas como incrementar el área bajo riego dedicada a los granos en un 35%, incrementar el rendimiento utilizando variedades e híbridos más productivos y el trabajo con la inversión extranjera y proyectos de colaboración para adquirir financiamientos. Como siempre, llegando tarde al problema con un intervencionismo estatal que no lleva a ningún sitio.

Con respecto a la producción de café, el ministro dijo que la demanda para satisfacer la canasta básica y los consumos internos es de 24.000 toneladas, pero en 2023 la producción será de unas 9.000 toneladas, que representan solamente el 38% de la demanda. La situación en el horizonte de 2030 no va a mejorar sensiblemente, de modo que seguirá faltando café. Todavía los comunistas cubanos siguen creyendo en el “fortalecimiento del programa de café en el llano”.

Y llegados a este punto, el ministro habló del milagroso “Plan de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional de Cuba”, según él, “una plataforma nacional para alcanzar una plena seguridad alimentaria soberana, como aporte estratégico a la seguridad nacional”.

A tal fin, la ley del mismo nombre plantea un desarrollo agroalimentario de Cuba, basadas las proyecciones para el desarrollo de la producción de alimentos en el ámbito socio-económico cultural, de la transformación, y comercialización hasta el consumidor final. O sea, más de lo mismo de siempre. Pasando por encima de los problemas, sin entrar en ellos.

Pero además, alarma que el ministro diga que “debemos hacer un cambio en la agricultura, en la forma en que la gestionamos teniendo en cuenta las condiciones económicas actuales del país y también las condiciones climáticas”. Porque que nadie se haga ilusiones. Nada de fortalecer el sector privado y la iniciativa empresarial. El ministro quiere cambiar la gestión para fomentar “la relación del municipio, la provincia y la nación, que son en su conjunto el sistema de la agricultura, para que se produzca a nivel local y esa matriz importadora se cambie, por seguridad y por soberanía”. Una apuesta por una escala de producción que no aprovecha rendimientos crecientes a escala y que hipoteca cualquier posible aumento de la productividad a medio y largo plazo.

La soberanía alimentaria no se consigue por esta vía que solo hace que apoyarse en estructuras fracasadas del modelo comunista, como los OSDE de la agricultura y el sistema empresarial en el sector, cuyo perfeccionamiento solo pasa por descapitalizarlos con menos empleados y actividad. Lo mismo se puede señalar de las empresas atendidas por los gobiernos municipales, que no es otra cosa que esconder lo estatal en lo municipal, en vez de central.

Los cubanos van a tener que seguir esperando por esa soberanía y la seguridad alimentaria, porque el camino elegido no sirve para avanzar en la capacidad de la nación para producir, como dijo el ministro, “alimentos de forma sostenible y dar acceso a toda la población a una alimentación suficiente, diversa, balanceada, nutritiva, inocua y saludable, reduciendo la dependencia de medios e insumos externos, con respeto a la diversidad cultural y responsabilidad ambiental”. Eso seguirá siendo inalcanzable si no cambian las condiciones de la producción.

Durante su larga comparecencia en Mesa redonda, el ministro de agricultura dedicó un espacio para decir que “además del Estado y la estructura empresarial, otra de las columnas vertebrales del sistema agrícola es el productor” y señaló lo que parece evidente, que “en torno a él gira todo el sistema” de modo que “deben buscarse vías para que se desarrolle y sienta más estimulado, para que aumente la cantidad en los campos cubanos”.

Al ministro hay que apuntar que esas vías son bien conocidas y que si  quiere comprobar, solo tiene que ir a Vietnam y preguntar por el Doi Moi, donde podrá comprobar que a los productores no hay que “motivarlos, capacitarlos, ampliar sus capacidades o hacer extensionismo y cambiar mentalidades”. Todo eso es perder el tiempo. Los productores lo que quieren es ser dueños de la tierra que trabajan para que cualquier mejora que hagan en la misma, les permita ganar dinero con su comercialización o ampliación. La vía es la consolidación de un marco jurídico de derechos de  propiedad privada. No hay alternativa.

La solución de meter al municipio en la producción, o que la misma se desarrolle de manera más orgánica, aplicando diferencias entre los territorios solo tiene sentido si los productores logran apropiarse de las rentas que generan.

Por eso, los proyectos que está manejando el régimen, como el programa de viandas, con el desarrollo del plátano extradenso, bajo los principios de la ciencia y la innovación impuestos por la tesis doctoral de Díaz Canel, siguen sin dar resultados prácticos, como por ejemplo que los jóvenes del país tengan proyectos de vida en el sector de la agricultura.

Para atraer a los jóvenes al campo no basta con ayudarlos, darles créditos, acompañarlos, o dar prioridad a los mejores. La clave sigue igualmente en la titularidad de la propiedad de la tierra, sobre todo en los jóvenes, que con mayor ciclo vital pueden esperar una mayor capitalización del valor de sus propiedades.

Y en este punto, Pérez mostró las contradicciones del régimen comunista, al reconocer que “tenemos mucha tierra vacía, mucha tierra ociosa, mucha tierra deficientemente explotada y, a la par, necesidad de producir alimentos, llevar adelante al país”, confirmando que el modelo es ineficiente, no funciona y debe cambiar.

También se refirió a potenciar la producción del ganado menor, donde reconoció que no se tienen los resultados deseados y planteó “conseguir que los productores críen más”. Por lo mismo, criarán más si las reses son propias y su destino lo determina el productor sin interferencias estatales.

De las cooperativas agropecuarias, señaló que existen más de 270 cooperativas con problemas, de las más de 4.000 existentes, un escenario que arranca de la aplicación de la Tarea ordenamiento y que sigue sin solución. Al ministro le parece que “tan solo hay que fortalecer la búsqueda de enlaces con los productores, teniendo en cuenta también las relaciones con el sector no estatal. Hay que unirse y lograr hacer producciones cooperadas”. Nada del marco jurídico de derechos de propiedad.

Respecto a las pymes, se felicitó de que su ministerio cuenta con 27 estatales, lo cual ha permitido complementar algunos puntos de la producción agrícola. Realmente, un resultado que deja mucho que desear.

En el tramo final del programa, Pérez volvió a lo suyo, al defender como ministerio que “tenemos que trabajar mejor en las funciones estatales nuestras, tenemos que ser mejores como reguladores y controladores del Estado”. Ni un pequeño espacio a la propiedad privada, la actividad económica empresarial e independiente. Para el ministro es fundamental “cómo debemos controlar el uso y tenencia de la tierra y del ganado mayor”, lo mismo que el régimen comunista lleva haciendo desde la aprobación de las “leyes” de reforma agraria.

Un buen ejemplo, fue el anuncio de que ahora el ministerio de agricultura está trabajando de conjunto con el Ministerio de las Fuerzas Armadas “con el objetivo de buscar más productores, de ayudar más al que se lo merece y de restablecer la legalidad donde hay un problema. También trabajamos en aras de regresar la tierra a la gestión del Estado cuando no se explota bien”. El control del sector agropecuario por el ejército comunista supone un paso atrás, un aumento de la represión y el control y un indicador de que vienen tiempos malos, muy malos para los guajiros cubanos.


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