En torno a la eficiencia del sistema educativo cubano (I)
Elías Amor Bravo, economista
Como viene siendo habitual, con el comienzo de
cada curso escolar los medios oficiales comunistas castristas dedican
una amplia atención a uno de los llamados “logros de la
revolución”. Este año, ha sido espectacular. Algo que en
cualquier país del mundo no deja de ser una noticia simpática que a
todos nos recuerda los viejos, y queridos, tiempos de la escuela, en
el régimen castrista aparece como un potente instrumento de
propaganda que es necesario situar en su perspectiva real. Ese es el
objetivo de este post.
Los que tuvimos la suerte, o la desgracia, de
experimentar la escuela castrista en sus primeros años, sabemos muy
bien de qué va toda esta historia. En los años de fervor
revolucionario, que fueron los que me tocó vivir, los sobresaltos en
la vida escolar para maestros y alumnos eran cotidianos. Un día a plantar maticas de café,
otro a desfilar por el parque para hacer frente a una invasión que
nunca llegó a producirse, otro día a hacer algún acto de repudio a alguien que
se iba del país, otro a interrumpir las celebraciones religiosas en
la iglesia. Poco a poco fuimos viendo que, al mismo tiempo que se
obligaba a llevar puesta la pañoleta pioneril, las familias,
nuestros padres, iban perdiendo el control de lo cotidiano, y un
arsenal de informaciones distorsionadas sobre la historia de Cuba
arreciaban por doquier. Yo viví aquellos años terribles. Los
recuerdo muy bien, y si alguien quiere que ofrezca mi testimonio
estaré encantado de hacerlo, aunque el dolor me atenace.
Pero hay algo que me preocupa más, como
economista profesional. Y es la gestión de la eficiencia de ese
sistema educativo diseñado por la llamada “revolución”, como
uno de sus logros. Porque si bien Cuba es un país de pocos recursos
(lo es por culpa del modelo económico elegido) lo cierto es que
abruman las consignaciones presupuestarias destinadas a la educación,
y todo ello se tiene que poner en relación con los resultados del
proceso y sobre todo con el coste que supone ese sistema educativo para quienes lo pagan con su esfuerzo, que son todos los cubanos.
Los economistas coinciden que la evaluación de un sistema educativo, en
términos de eficiencia, no se debe realizar en función del número
de alumnos matriculados en las distintas enseñanzas, sino de
aquellos que realmente finalizan los estudios, se gradúan realmente, y obtienen la
cualificación. Parece lógico que el objetivo de la educación no
sea mantener a la gente durante demasiados años en las aulas, sino
formar en competencias y habilidades a las personas para el desempeño cualificado
de las distintas ocupaciones.
El fracaso del sistema educativo castrista es
evidente con datos de resultado académico. El Cuadro 1 presenta la
comparación entre los graduados del curso 2011-12 y los del último
disponible 2016-17 según datos de la ONEI.
Cuadro 1.- Evolución del número de alumnos
graduados en el sistema educativo en Cuba
Fuente: ONEI
El resultado es alarmante y no guarda relación
con la evolución de la población que, como es sabido, se reduce por
la base como consecuencia de la baja natalidad. En el período
considerado, el número de alumnos que acabaron sus estudios
disminuyó un 27%, más de la cuarta parte. Y la clave para
interpretar estos resultados está en la educación superior, donde
la reducción del número de estudiantes que acabaron alcanza un 74%,
tres veces más que la media, y ocurre otro tanto con la educación
de adultos, donde se produce una reducción del 50,7%. En el resto de
niveles del sistema los descensos son inferiores, e incluso en la FP
pedagógica se observa un aumento significativo, si bien los datos
absolutos son reducidos.
¿Qué está ocurriendo en el sistema educativo
castrista para que su capacidad para egresar alumnos con estudios
acabados se reduzca de modo tan significativo?
No deja de ser significativo que esto sucede
cuando Cuba dedica a educación, toda ella financiada por el estado o
pública ya que la privada está proscrita, la friolera de 8.278,4 millones de CUP,
una magnitud que si se pone en relación con el PIB, representa el
9%; y si se compara con el total del presupuesto del estado, llega a
un 12,9%. En cualquier caso, cifras que atestiguan la prioridad
presupuesta a atender a 2.016.574 alumnos matriculados es todos los
niveles y especialidades del sistema educativo. La media de gasto por
alumno alcanza en promedio anual 4.105,8 CUP percápita, una cifra
que conviene recordar es prácticamente el 44% del sueldo medio de un
cubano al año, establecido en 9.204 CUP. Pese al esfuerzo
presupuestario, los resultados en términos de eficiencia dejan mucho
que desear: Cuba produce cada vez menos egresados del sistema
educativo.
El problema residente en que toda la educación es
suministrada por el estado, lo que implica que casi la mitad de la
retribución de un cubano de a pie se dedique a financiar la
educación, aun cuando no se beneficie directamente del servicio. Un coste desproporcionado. El
estado obtiene los recursos detrayendo directamente de la productividad del trabajo como un concepto de
plus valor marxista. Pero su objetivo no es lograr la eficiencia en la
gestión de los recursos. Como se ha señalado, a la educación se
destina el 9% del PIB de la economía, pero la población atendida
por el sistema educativo representa el 27% del total. En este punto
se observa una discrepancia que conviene tener en cuenta y que
condiciona lógicamente los resultados del sistema. Mucho dinero, pero todo público. Un esfuerzo
descomunal que pagan todos los cubanos con sus bajos sueldos, que se
percibe directamente solo por un 27% de la población.
Se podría argumentar que la educación no debe
ser una actividad mercantil sujeta a las leyes de la oferta y
demanda, pero por el mismo motivo, cabría plantear lo inconveniente
que es financiar el sistema educativo solo con cargo al presupuesto
público, sobre todo cuando los recursos son escasos.
La cuestión es ¿tiene sentido que Cuba dedique
el 9% del PIB a la educación con los bajos niveles de eficiencia
observados? ¿Que pasaría si destinase un porcentaje inferior,
digamos del 5%? De momento, la detracción de las nóminas del estado
cubano a los trabajadores se podría reducir a la mitad, y el sueldo
medio pasaría a ser de 13.145 CUP al año. Se puede argumentar que
no es gran cosa (unos 547 dólares al año) pero aumentaría un 43%
con respecto al actual, devolviendo a los cubanos más capacidad para
gastar, más poder adquisitivo, y los niveles de provisión pública
de la educación serían muy similares a los actuales e incluso se
podría apostar por una gestión más eficiente de recursos, en la que la
escuela privada podría empezar a prestar sus servicios.
Sin embargo, el régimen es especialmente
reaccionario a los cambios en el sistema educativo. Además de la
escasa eficiencia para graduar con éxito a los estudiantes, sobre
todo los que realizan estudios superiores, se descubre que la reforma
constitucional en curso mantiene la idea que la educación es
responsabilidad del estado y que además, éste debe asegurar su
gratuidad. No se quiere establecer un espacio para la educación privada, que parece
ser definitivamente abolida de la historia de Cuba, a pesar de que
antes de 1959 la nación contaba con instituciones prestigiosas de
alto nivel de especialización. En una de ellas precisamente se formó
en sus años infantiles Fidel Castro. Las leyes en curso prohíben
incluso que la inversión extranjera pueda entrar en el ámbito de la
educación. Para colmo de males, se han inventado un prontuario de
efectos del llamado “bloqueo” sobre la educación al que cuesta
darle la más mínima credibilidad. En fin, más de lo mismo. Poco
tienen que celebrar los cubanos en el comienzo del curso escolar.
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