Los sucesos de la Puntilla: el sistema comercial castrista no da para más
Elías Amor Bravo, economista
Granma, diario oficial comunista de Cuba, dedica hoy un extenso artículo a los sucesos denunciados en la tienda La Puntilla de la corporación Cimex en Playa, La Habana. Lo de menos es el incidente en sí, que se puede consultar en el diario y en el blog “La pupila asombrada”. Lo de más es que Cimex es una corporación que posee en Cuba 1.600 tiendas y más de 34.000 trabajadores. Un conglomerado económico de notable importancia, propiedad del estado, que es incapaz de cumplir con sus objetivos. El por qué. Una vez más tenemos que recurrir al modelo económico existente en Cuba. No queda más remedio. Puede parecer repetitivo, pero es que no hay otra forma de explicar lo ocurrido.
Como no podría ser de otro modo, el artículo de Granma hace referencia a las “indisciplinas, los delitos e ilegalidades son flagelos que dañan la esencia de una sociedad como la nuestra, a los que deben enfrentarse los órganos competentes y la población toda”. En ningún momento se dice que muchos de esos sucesos, que en absoluto son admisibles, tienen su origen en las graves carestías, racionamiento y escasez que han padecido los cubanos durante décadas, lo que les ha obligado a “resolver”.
Este término “resolver” es único de Cuba y viene a explicar, de forma clara, lo que un cubano necesita hacer para poder llevarse algo de comida a la boca todos los días. Durante 60 años, nadie en Cuba ha dedicado la menor atención a la libre elección de los consumidores, a la existencia de tiendas bien dotadas de suministro, de mercados en los que poder adquirir todo tipo de alimentos a precios competitivos. Nadie del gobierno, se entiende. Y tampoco el régimen ha permitido que estas funciones se desempeñen libremente por los agentes económicos privados.
Todo el circuito comercial minorista y mayorista tiene que estar bajo control del estado, su dueño, y éste dedicaba, o no, su tiempo y esfuerzo a atender los problemas cotidianos disponiendo una libreta de racionamiento que apenas daba alimentos para llegar a los primeros diez días del mes. La pregunta es ¿cómo se puede vivir 60 años de esa forma?
Visto desde esta perspectiva, la experiencia sufrida por los cubanos en los comercios durante más de medio siglo tiene poco que ver con los sucesos de la tienda La Puntilla, del municipio capitalino de Playa, denunciados en Granma. No obstante, lo ocurrido tiene mucho que ver con la incapacidad del régimen comunista para establecer un modelo económico similar al que rige en otros países de la región, en los que sucesos como los descritos, rara vez o casi nunca tienen lugar. ¿Por qué será? Si los cubanos acaparan, por algún motivo será. Si existieran mercados libres de oferta y demanda a los que pudiera llegar diaria y normalmente cualquier tipo de producto obtenido de manera libre por productores privados orientados por la lógica de la rentabilidad, y no por las imposiciones de la planificación central, la escasez, el acaparamiento, los sobreprecios, las ilegalidades, las impunidades, y demás majaderías denunciadas en Granma no tendrían lugar.
En alguna ocasión, en este blog, hemos expuesto que la vía elegida por los llamados “lineamientos” para introducir la actividad privada en Cuba, a cuenta gotas, es perversa porque provoca asimetrías entre un sector estatal que sigue siendo mayoritario en la propiedad de los medios de producción y el manejo de la economía, y unos agentes privados a los que se adjudican licencias para operar en determinados renglones, sin la necesaria perspectiva general que tiene la economía de mercado libre. Como consecuencia de ello, la indolencia del mastodonte estatal acaba generando no pocos problemas sobre la debilidad de la iniciativa privada. Al final, el resultado podría llegar a ser peor. Tal vez esto sea lo que quieren las autoridades, en un intento de aislar a los cubanos de lo que son las reglas económicas en el resto del mundo civilizado.
La realidad es que la distribución comercial en Cuba necesita un giro de 180º para evitar que vuelvan a ocurrir sucesos como los de la Puntilla. Hay que intentar que los agentes privados entren plenamente en la distribución mayorista y en el comercio al por menor. El estado debe conservar funciones de regulación de la actividad, pero sin medios de producción bajo su propiedad. Las redes de distribución de alimentos, lo que conocemos como canales de comercialización, funcionan mucho mejor con agentes privados, responsables y eficientes. Hagan la prueba y verán como el desabastecimiento de las tiendas desaparece para siempre de Cuba.
Además, no es posible resolver con eficiencia y prontitud los problemas descritos utilizando el paradigma dominante en la economía cubana, y sobre todo, el que se pretende imponer con la nueva constitución. La solución no está en tiendas especializadas como Zona +, porque esos planteamientos parciales no resuelven el problema general. Se requiere mercados mayoristas competitivos, flexibles y eficientes en todo el país, a los que puedan acudir los comercios y los distintos establecimientos privados que luego venden los productos a los consumidores. Es la lógica económica.
En cierto modo, es volver al pasado. A lo que existía en Cuba antes de 1959, cuando las medidas revolucionarias acabaron poniendo el país patas arriba. Aquellos males trajeron las consecuencias del presente. Por ello, hay que despojarse del camisón de fuerza comunista de 60 años y respirar en libertad. Por supuesto que con honestidad. Nadie cuestiona este valor. El comerciante que antes de 1959 abría todos los días su negocio para dar servicio a sus clientes, ofrecía muestras más que suficientes de su compromiso con la sociedad. Fidel Castro fue el culpable directo de la falta de artículos en las tiendas cubanas, de la destrucción del comercio privado, de la libreta de racionamiento, de las perennes colas y la abrumadora escasez. No se puede cambiar la historia de manera impune, porque algunos la recordamos, y estamos dispuestos a volver sobre ella cuantas veces sea necesario.
Y por último, si Cimex falla, que se tomen las medidas oportunas. En vez de funcionar como una empresa estatal, y perder el tiempo con acciones de supervisión y control que acaban en nada, sugiero que se privatice la empresa. Los dueños y gestores privados no suelen perder el tiempo con boberías, porque sus objetivos suelen estar muy bien definidos: dar servicio al consumidor para que vuelva. El modelo comercial castrista no da para más. Los problemas y las anomalías irán en aumento y lo peor es que las soluciones no se encuentran ni en los llamados "lineamientos" ni en el plan 2030, ni en la constitución que quieren reformar. Entender que esto es así de sencillo no debe costar tanto.
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