Destrabar la economía es mucho más fácil: es dar libertad

Elías Amor Bravo, economista
Interesante artículo del doctor Montero Cabrera en Cubadebate, con el sugerente título “José Martí, la “supremacía cuántica” y un socialismo competente”. A él me voy a referir con todos mis respetos.
Sostiene el autor, después de una reflexión sobre los avances en las nuevas tecnologías asociadas a la mecánica cuántica, y cómo los grandes del sector han ido desplegando su competencia por medio de innovaciones, que en Cuba, donde la necesidad de “destrabar” ya se ha puesto encima de la mesa por Díaz-Canel, toca hacer algo similar con la economía.
En suma, y citando al autor, “si se trata de destrabar las formas socialistas de producción se puede encontrar una referencia útil siguiendo el ideario martiano de que el universo es único y también diverso”, para añadir a continuación que “el socialismo y el capitalismo están en el mismo universo. Se diferencian esencialmente por la forma de propiedad y consecuentemente por la utilidad final de la plusvalía. Este es el valor que los trabajadores crean y que no va directamente sus bolsillos como salario. En el capitalismo es para unos pocos dueños y en el socialismo es para todos”.
Descrito el problema y la cuestión en estos términos, el autor concluye que “el proceso competitivo e innovador que los impulsa es parte del mismo universo común al capitalismo y al socialismo, donde es la forma de propiedad y no los métodos de gestión son los que dan la diversidad”
Cierto es que la forma de propiedad y la plusvalía son elementos para la economía de mercado, que es la denominación más usual del “capitalismo”, pero no son los únicos elementos diferenciales con otros modelos de organización económica. En tales condiciones, pensar en el capitalismo como un sistema formado por explotadores que persiguen únicamente el lucro para sus negocios, es quedarse en la antesala del modelo. Ni siquiera atribuir al capitalismo la esencia de la competencia es lo esencial. Y mucho menos creer, como señala el autor, que “experimentar con la competencia podría propulsarnos sin trabas gracias a la diversidad, en este universo que Martí nos ayudó a entender (…) avanzar hacia muchos escenarios económicos y sociales donde la diversidad y la competencia podrían transformar y “destrabarlo” todo. ¿No es de revolucionarios experimentar con la competencia para cambiar esto que debe ser cambiado?”
Me temo que desde hace más de un siglo, la esencia del capitalismo no está ni en las formas de propiedad, ni en la plusvalía, ni tampoco en la competencia. Pensar que privar al socialismo de la competencia, como motor “bien administrado para conseguir que se maximicen la innovación, el progreso y la eficiencia en la gestión” es no entender las reglas del juego de funcionamiento de la economía de mercado.
Quizás por eso, cueste tanto “destrabar” la economía castrista, porque se parte de premisas erróneas que es preciso aclarar para que la dirección y sentido de las transformaciones que se tienen que emprender, sean los correctos.
Los derechos de propiedad, la plusvalía o la competencia no surgen de manera espontánea. En el sistema capitalista, o la economía de mercado, estos móviles no son el resultado de la acumulación de riqueza, como piensan los socialistas, sino que tienen su origen en algo mucho más importante aún: la libre elección de los consumidores de los productos y servicios que desean consumir. La libertad es la esencia en que se estructuran las bases del modelo. Hay toda una ciencia de la Microeconomía que describe las fuerzas de la libertad individual, para explicar y desarrollar después las bases del comportamiento a nivel macro de las variables económicas. Si no se entienden los principios fundamentales que rigen el comportamiento libre de consumidores y productores, es imposible “destrabar” nada y avanzar en la dirección adecuada.
La libertad económica, la cooperación voluntaria entre los agentes económicos para lograr objetivos de satisfacción de necesidades y de rentabilidad, es la clave de bóveda del sistema capitalista desde hace décadas. Hay que avanzar en esa dirección y sentido para destrabar lo que no funciona por culpa de las majaderías comunistas. Solo cuando la libertad haya alcanzado en Cuba los mismos espacios que tuvo antes de 1959, cuando se desataron las reformas estalinistas que cercenaron la libre elección de los cubanos, se podrá destrabar las estructuras ideologizantes y obsoletas que existen desde entonces.
Y lo mejor de todo es que este proceso no requiere de intervención alguna o control por parte del estado en la economía, sino todo lo contrario. Cuanta mayor sea la libertad de demanda y oferta para sus decisiones, los resultados serán más eficientes y todos saldrán ganando. El estado debe quedar circunscrito a sus funciones clásicas: estabilidad de la economía, distribución de la renta y asignación de bienes y servicios no suministrados por el mercado. En tales condiciones, lo subsidiario es lo estatal, y no lo privado. Solo desde una sólida base económica privada que funcione en libertad, puede un sistema capitalista o socialista, avanzar, ser competitivo, innovar, producir y no trabarse, Los que se aferran al modelo alternativo de intervención del estado en la economía, de planificación, de control y prohibición del ejercicio de los derechos de propiedad y sobre todo, de la libertad de elección, son quienes realmente traban la economía y la impiden prosperar.
Las reformas que se necesitan en Cuba deben, por tanto, ir en la dirección y sentido de la libertad, y además, se tienen que implementar cuanto antes, y no hay que preocuparse ni por la luz, ni por la masa, ni por el universo, ni por las herramientas algebraicas de la mecánica cuántica, con todos mis respetos. Destrabar la economía es tarea de economistas. No es difícil. Existen suficientes modelos y experiencias en el mundo para no cometer más errores. Los cubanos deben saber que hay otra política económica.

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